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SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Martes 1 de enero de 2013

[Vídeo]

 

Queridos hermanos y hermanas:

¡Feliz año para todos! En este primer día de 2013 deseo hacer llegar la bendición de Dios a todo hombre y a toda mujer del mundo. Lo hago con la antigua fórmula contenida en la Sagrada Escritura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26).

Igual que la luz y el calor del sol son una bendición para la tierra, del mismo modo la luz de Dios lo es para la humanidad cuando Él hace brillar su rostro sobre ella. Esto es lo que sucedió con el nacimiento de Jesucristo. Dios ha hecho resplandecer su rostro para nosotros: al inicio de modo muy humilde, oculto —en Belén sólo María y José y algunos pastores fueron testigos de esta revelación—; pero poco a poco, como el sol que desde el alba llega al mediodía, la luz de Cristo creció y se extendió por todas partes. Ya en el breve tiempo de su vida terrena, Jesús de Nazaret hizo resplandecer el rostro de Dios sobre la Tierra Santa; y luego, a través de la Iglesia animada por su Espíritu, extendió el Evangelio de la paz a todas las gentes. «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2, 14). Este es el canto de los ángeles en Navidad, y es el canto de los cristianos bajo el cielo; un canto que, del corazón y los labios, pasa a los gestos concretos, en las acciones del amor que construyen diálogo, comprensión y reconciliación.

Por ello, ocho días después de la Navidad, cuando la Iglesia, como la Virgen Madre María, muestra al mundo al recién nacido Jesús, Príncipe de la Paz, celebramos la Jornada mundial de la paz. Sí, aquel Niño, que es el Verbo de Dios hecho carne, ha venido a traer a los hombres una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn 14, 27). Su misión es derribar el «muro de la enemistad» (cf. Ef 2, 14). Y cuando en las orillas del lago de Galilea Él proclama sus «Bienaventuranzas», entre ellas está también «bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). ¿Quiénes son los que trabajan por la paz? Son todos aquellos que, día a día, tratan de vencer el mal con el bien, con la fuerza de la verdad, con las armas de la oración y del perdón, con el trabajo honesto y bien hecho, con la investigación científica al servicio de la vida, con las obras de misericordia corporales y espirituales. Los que trabajan por la paz son muchos, pero no hacen ruido. Como la levadura en la masa, hacen crecer la humanidad según el designio de Dios.

En este primer Ángelus del nuevo año, pidamos a María Santísima, Madre de Dios, que nos bendiga, como la mamá bendice a sus hijos que deben partir de viaje. Un nuevo año es como un viaje: con la luz y la gracia de Dios, que sea un camino de paz para todo hombre y toda familia, para cada país y para todo el mundo.

 


Después del Ángelus

Saludo a los fieles de lengua española aquí presentes y a cuantos participan en el rezo del Ángelus a través de los medios de comunicación social. En esta solemnidad de Santa María, Madre de Dios, deseo hacer llegar mi cercanía espiritual y mi sincero afecto a todos los que, inspirados en la Palabra de Jesucristo, Luz de los pueblos, se esfuerzan por construir un mundo más justo y fraterno, cada vez más digno del hombre, y en el que no haya espacio para la guerra, las enemistades y las discordias. Encomiendo esta noble causa a las manos amorosas de la Virgen Santísima, Reina de la Paz. ¡Feliz año nuevo!



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