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CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL RVDO. P. FRANÇOIS MARIE LÉTHEL O.C.D.
PREDICADOR DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

 

Reverendo padre
François Marie Léthel, o.c.d.
Prelado secretario de la Academia pontificia de teología

De corazón quiero expresarle mi más profunda gratitud por el valioso servicio que nos ha prestado a mí y a mis colaboradores de la Curia romana predicando, en los días pasados, los ejercicios espirituales. También gracias al empeño que ha puesto usted en esta circunstancia, hemos podido entrar en el tiempo de Cuaresma, siguiendo la Palabra divina como la madre Iglesia nos pide: estando más atentos a la voz del Señor.

Es motivo de especial reconocimiento el itinerario que usted, reverendo padre, nos ha impulsado a recorrer a través de las meditaciones: un camino espiritual inspirado en el testimonio de mi venerable predecesor Juan Pablo II, cuya próxima beatificación sugirió el tema de la santidad, para profundizarlo mediante el encuentro con las figuras vivas de algunos santos y santas, como estrellas luminosas que giran alrededor del Sol que es Cristo, Luz del mundo. Con este planteamiento, usted se ha ajustado muy bien al programa de catequesis que he desarrollado en estos años durante las audiencias generales, con el propósito de dar a conocer mejor y amar a la Iglesia, tal como se muestra en la vida, en las obras y en las enseñanzas de los santos: desde los Apóstoles, pasando por el amplio grupo formado por los Padres y los demás escritores antiguos, los teólogos y los místicos de la Edad Media, especialmente el nutrido grupo de mujeres, hasta llegar a la serie de doctores de la Iglesia, que estoy a punto de terminar. Esta línea de reflexión y de contemplación sobre el misterio de Cristo reflejado, por decirlo así, en la existencia de sus más fieles imitadores, constituye un elemento fundamental que heredé del Papa Juan Pablo II y que he continuado con plena convicción y con gran alegría.

Sé bien, querido hermano, que usted entiende mi agradecimiento como dirigido también a la Orden de los Carmelitas, de la que forma parte. Aprecio y comparto este sentimiento y lo extiendo a la más amplia dimensión eclesial, ya que estos ejercicios nos han hecho sentir más que nunca a la Iglesia como comunión de los santos. A la Iglesia, animada por la acción del Espíritu Santo, y a su Madre, la santísima Virgen María, vaya nuestro agradecimiento. La Virgen y san José, su esposo y patrono de la Iglesia universal, que hoy celebramos y al cual usted ha dedicado la meditación de esta mañana, le obtengan la abundancia de los dones celestiales, en prenda de los cuales le imparto de corazón una bendición apostólica especial, que de buen grado extiendo a sus seres queridos.

Vaticano, 19 de marzo de 2011

 

BENEDICTO PP. XVI



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