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VIDEOMENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL CONCLUIR AL AÑO JUBILAR
DE LA ARCHIDIÓCESIS DE NÁPOLES

 

Queridos hermanos y hermanas de la archidiócesis de Nápoles:

Os saludo a todos con gran afecto, y me alegra unirme espiritualmente a la solemne celebración de clausura de vuestro jubileo, que ha constituido para toda la comunidad diocesana un tiempo fuerte de esperanza y una oportunidad de nueva evangelización. Saludo ante todo a vuestro arzobispo, el querido cardenal Crescenzio Sepe, a los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y las religiosas, los catequistas y los demás agentes pastorales, y de manera especial a las familias, a los jóvenes y a los enfermos. Me alegro vivamente con todos vosotros, pues el camino que habéis recorrido durante estos meses ha contado con la participación y la implicación cordial de la comunidad eclesial, así como de la civil y de numerosas personas de buena voluntad. Me ha complacido saber que muchos han ofrecido su generosa contribución al crecimiento espiritual, moral y cultural de vuestra ciudad y de la diócesis.

Este año jubilar especial, de hecho, ha sido para la Iglesia que está en Nápoles un tiempo de inmersión en el misterio de Dios y, por eso, un año de gracia. Se puede comparar con un «bautismo», porque, en cierto sentido, el jubileo ha abierto el cielo sobre vosotros y ha hecho bajar sobre vuestra vida y sobre vuestra comunidad la fuerza del Espíritu Santo, de la misma manera que bajó sobre los discípulos en el Cenáculo, en Pentecostés. Es precisamente el Espíritu Santo quien ha hecho bellos y significativos los distintos momentos de vuestro jubileo y ha suscitado en vosotros propósitos santos, proyectos generosos y, sobre todo, un renovado deseo de inflamar vuestra ciudad con el fuego del Evangelio.

Sí, queridos amigos de Nápoles, el cielo se ha abierto sobre vosotros. Así podéis caminar con renovado entusiasmo y afrontar con la fuerza de la fe, de la esperanza y de la caridad los numerosos y complejos problemas que se encuentran en la vida diaria. Como los Apóstoles, después de Pentecostés, se pusieron a anunciar la Buena Nueva con valentía, también vosotros, después de este jubileo, renovad la esperanza, dejaos guiar por la fuerza del Espíritu Santo y colaborad con renovado impulso en la misión de la Iglesia. Cada uno, haciendo fructificar los dones recibidos, poniéndolos al servicio de los demás y de la edificación de toda la comunidad, sin personalismos ni rivalidades, sino con espíritu de sincera humildad y con gozosa fraternidad. Cuidad siempre, como ya hacéis, con atención especial a los hermanos más pequeños y frágiles, a los más pobres y desfavorecidos.

Que la santísima Virgen del Carmen, protectora de la ciudad partenopea, y san Jenaro velen por vosotros y os ayuden a proseguir con perseverancia y fidelidad los compromisos asumidos en este año jubilar. Juntamente con mi oración, os acompaña siempre mi bendición apostólica, que os envío de corazón a todos.

 



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