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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL NUEVO EMBAJADOR DE ZIMBABUE ANTE LA SANTA SEDE*


Jueves 16 de junio de 2005

 

Excelencia

Al aceptar las cartas que lo acreditan como embajador y ministro plenipotenciario de la República de Zimbabue, le doy una cordial bienvenida al Vaticano. Le ruego que transmita al presidente Mugabe mi saludo y mis mejores deseos para su nación y para todo su pueblo.

Con las elecciones del pasado 31 de marzo, Zimbabue ha comenzado de nuevo a afrontar los graves problemas sociales que han afectado a la nación durante los últimos años. Espero fervientemente que las elecciones no sólo contribuyan a los objetivos inmediatos de pacificación y recuperación económica, sino que también lleven a la reconstrucción moral de la sociedad y a la consolidación de un orden democrático comprometido a desarrollar políticas dictadas por una auténtica preocupación por el bien común y el desarrollo integral de cada persona y de cada grupo social.

En esta importante hora de la historia de su país, es preciso tener una solicitud especial por los pobres, los marginados y los jóvenes, que han sido los más afectados por la inestabilidad política y económica, y demandan reformas auténticas para afrontar sus necesidades básicas y abrirles un futuro de esperanza. El gran desafío de la reconciliación nacional también exige que, a la vez que se reconocen y corrigen las injusticias del pasado, en el futuro se haga todo lo posible por actuar con justicia y respeto de la dignidad y los derechos de los demás.

A este propósito, estoy de acuerdo con las afirmaciones de los obispos de Zimbabue en vísperas de las recientes elecciones sobre la urgente necesidad de "un liderazgo razonable y consciente", caracterizado por la verdad, por un espíritu de servicio a los demás, por una administración honrada de los bienes públicos, por un compromiso en favor del cumplimiento de la ley, y por la promoción del derecho y el deber de todos los ciudadanos a participar en la vida de la sociedad. El noble objetivo de conseguir el bien común a través de una vida social ordenada sólo puede lograrse si los líderes políticos garantizan el bienestar de las personas y los grupos con espíritu de integridad y justicia. Pensando en el futuro papel de África en la comunidad internacional, mi predecesor el Papa Juan Pablo II insistió en que "solamente surgirá un mundo mejor si se construye sobre sólidos fundamentos de sanos principios éticos y espirituales" (Ecclesia in Africa, 114).

Aprecio la amable referencia de su excelencia al apostolado religioso, educativo y caritativo de la Iglesia en su país, y le aseguro que los católicos de su nación desean apoyar las aspiraciones legítimas del pueblo de Zimbabue. A través de su red de instituciones educativas, hospitales, dispensarios y orfanatos, la Iglesia está al servicio de las personas de todas las religiones. Trata de dar una contribución específica al futuro de la nación educando a la gente en las habilidades prácticas y en los valores espirituales que servirán como fundamento para la renovación social. Por su parte, la Iglesia sólo pide libertad para cumplir su misión, con vistas a la venida del reino de Dios mediante su testimonio profético del Evangelio y la difusión de su doctrina moral. Así, la Iglesia trabaja con miras a la construcción de una sociedad armoniosa y justa, respetando y estimulando la libertad y la responsabilidad de los ciudadanos de participar en el proceso político y en la búsqueda del bien común.

Excelencia, al iniciar su misión de representante de la República de Zimbabue ante la Santa Sede le expreso mis mejores deseos de éxito de su trabajo. Tenga la seguridad de que puede contar siempre con las oficinas de la Curia romana para que le ayuden y lo sostengan en el cumplimiento de sus altas responsabilidades. Sobre usted y su familia, así como sobre todos sus compatriotas, invoco de corazón las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.26, p.9.

 



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