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PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA COMIDA CON LOS PADRES  SINODALES


Sábado 22 de octubre de 2005

 

Queridos hermanos en el episcopado y en  el  sacerdocio;
hermanos  y hermanas: 

Con esta comida solemne hemos llegado, por decirlo así, al momento del "Ite, missa est" de nuestro Sínodo, aunque la verdadera conclusión la celebraremos mañana con la sagrada Eucaristía. En cierto sentido, aquí termina nuestro estar juntos, nuestro debate, nuestros momentos de convivencia.

Las  palabras "ite, missa est", antes del cristianismo, constituían sólo una fórmula para decir:  "se disuelve la asamblea", "hemos concluido". La liturgia romana eligió estas palabras tan sobrias para decir:  "nuestra asamblea ha concluido". Luego, poco a poco, fue cobrando un significado más profundo. Para la antigua Roma sólo quería decir:  "hemos concluido". "Missa" significaba "dimisión". Ahora ya no significa "dimisión" sino "misión", porque aquí no se trata de una asamblea técnica, burocrática, sino de estar juntos con el Señor que toca nuestro corazón y nos da una nueva vida.

Así también nosotros, después de este Sínodo, volvemos a casa no sólo con muchas hojas de papel impresas, aunque sean muy útiles, sino sobre todo con un amor renovado y profundizado al Señor, a la Iglesia y, en este sentido, también con un nuevo compromiso:  hacer que la misión del Señor se cumpla y el Evangelio llegue a todos.

Pero en este momento no sólo conviene hablar de estas cosas elevadas, que ocupan el centro de nuestra convivencia; también hay que expresar nuestra alegría y gratitud por las cosas de este mundo, por decirlo así. El Señor no habría elegido la imagen del banquete para hablar del cielo, si no hubiera aprobado también el gozo de una comida, de estar juntos, de comer juntos, la alegría también de las cosas de este mundo, que han sido creadas por él. Así, expreso mi agradecimiento a todos los que han organizado esta comida, a todos los que la han preparado y a los que la han servido. Me parece que puedo decir, en nombre de todos, que ha sido una comida realmente digna de este Sínodo.

Renuevo mi gratitud a todos, comenzando por los presidentes delegados, los relatores, el secretario general, y todos los padres que han dado su contribución al Sínodo, así como a todos los que han trabajado detrás de los bastidores. Muchas gracias por todo. Llevamos en nuestro corazón esta gratitud también por la experiencia de fraternidad.

Vuelvo una vez más al "Ite, missa est". Muchas traducciones modernas han añadido a estas sobrias palabras del rito romano las palabras de conclusión del rito bizantino:  "Id en paz". Hago mías esas palabras en este momento. Queridos hermanos y hermanas, "id en paz". Somos conscientes de que esta paz de Cristo no es una paz estática, sólo una especie de descanso, sino una paz dinámica, que quiere transformar el mundo para que sea un mundo de paz, animado por la presencia del Creador y Redentor. En este sentido, juntamente con la expresión de mi gratitud, digo:  "Vayamos en paz".



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