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PALABRAS DE DESPEDIDA DEL PAPA BENEDICTO XVI
A LA COMUNIDAD DE CASTELGANDOLFO


Lunes 26 de septiembre de 2005

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Está a punto de concluir mi estancia aquí, en Castelgandolfo. Antes de volver al Vaticano, siento la necesidad de expresar mi gratitud a quienes durante estos meses me han acogido y se han prodigado para asegurarme una estancia serena. Por tanto, me alegra encontrarme con vosotros y saludaros a todos con afecto.

En primer lugar, deseo dirigir mi saludo cordial a la comunidad cristiana de Castelgandolfo y a toda la diócesis de Albano, que precisamente en estos días está celebrando su asamblea diocesana. En particular, saludo al obispo, monseñor Marcello Semeraro, al párroco de Castelgandolfo y a las comunidades religiosas masculinas y femeninas. A todos os deseo que trabajéis siempre unidos para difundir por doquier el amor y la alegría de Cristo.

Saludo, además, al señor alcalde y le agradezco la cortesía que ha querido demostrarme, así como los sentimientos que me ha manifestado también en nombre de la administración y del concejo municipal. Mi saludo se extiende a la comunidad ciudadana, que he sentido tan cercana en este período. Es siempre generosa con los peregrinos que, como en los años pasados con el amado Juan Pablo II, también este verano han venido en gran número a visitar al Papa. La tradicional hospitalidad de los habitantes de Castelgandolfo es bien conocida. ¡Gracias!

Dirijo un saludo agradecido también a los médicos y a los agentes de los varios servicios del Gobierno. Saludo asimismo a los funcionarios y a los agentes de las Fuerzas del orden italianas que, en colaboración con la Gendarmería vaticana y la Guardia suiza pontificia, me han asegurado a mí y a mis colaboradores una estancia tranquila y segura en esta hermosa localidad. A cada uno le expreso mi estima y mi aprecio, y uno un recuerdo afectuoso para sus familias y sus seres queridos.

Queridos amigos, antes de despedirme os aseguro que seguiré orando al Señor para que os bendiga a vosotros, a vuestros familiares, vuestro trabajo, los proyectos y las expectativas de toda la comunidad de Castelgandolfo. Sobre todos y cada uno invoco la protección materna de María. Con estos sentimientos, os imparto a vosotros, y a cuantos representáis, la bendición apostólica, signo de mi constante benevolencia.

 



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