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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL COLEGIO DE ESCRITORES DE LA REVISTA ITALIANA
"LA CIVILTÀ CATTOLICA"


 Viernes 17 de febrero de 2006

 

Queridos escritores del Colegio de La Civiltà Cattolica

Me alegra acogeros junto con todos los que, de diversas formas, colaboran con vosotros. Conozco y aprecio la obra que la Revista realiza al servicio de la Iglesia desde 1850, cuando mi predecesor, de venerada memoria, el beato Pío IX la instituyó "de modo perpetuo", dotándola de un Estatuto particular, en el que se establece un vínculo especial con la Santa Sede. Es la expresión de una particular confianza en la Revista por parte de los Pontífices que me han precedido, pero también una exhortación a vuestra fidelidad con respecto a las directrices de la Santa Sede. A pesar del tumultuoso cambio de las contingencias históricas, este vínculo no se ha debilitado jamás, como lo demuestran los testimonios de benevolencia que los Pontífices romanos han dado a la Revista en sus 155 años de vida. En efecto, dichos documentos manifiestan el interés con que han seguido y siguen el trabajo de La Civiltà Cattolica, reconociendo su utilidad para el bien de la Iglesia y apreciando su constante fidelidad a las directrices del Magisterio.

Sin embargo, en nuestro tiempo, en el que el Señor Jesús llama a su Iglesia a anunciar con nuevo impulso el Evangelio de salvación, no se puede dejar de buscar nuevos modos de analizar la situación histórica en la que viven hoy los hombres y mujeres, para presentarles de forma eficaz el anuncio de la buena nueva. Por tanto, La Civiltà Cattolica, para ser fiel a su naturaleza y a su tarea, debe renovarse sin cesar, leyendo correctamente los "signos de los tiempos". En realidad, hoy se está consolidando cada vez más una cultura caracterizada por el relativismo individualista y el cientificismo positivista; por consiguiente, una cultura que tiende a cerrarse a Dios y a su ley moral, aunque no siempre es por prejuicio contraria al cristianismo. Por eso, los católicos están llamados a realizar un gran esfuerzo para desarrollar el diálogo con la cultura actual y abrirla a los valores perennes de la trascendencia.

Es un esfuerzo en el que el creyente se vale de los instrumentos que le ofrecen la fe y la razón:  instrumentos a primera vista poco adecuados, pero cuya eficacia deriva de la fuerza de Dios, que sigue caminos alejados del poder y del éxito. Por otra parte, no hay que olvidar que hoy en el mundo existen también numerosos signos de esperanza, fruto de la acción del Espíritu en la historia.

Estos signos son, por ejemplo, la nueva sensibilidad a los valores religiosos por parte de gran número de hombres y mujeres, la atención renovada a la sagrada Escritura, el respeto a los derechos humanos en medida mucho mayor de lo que sucedía incluso en el pasado reciente, y la voluntad de diálogo con las demás religiones. En particular, la fe en Jesús puede ayudar a muchos a captar el sentido de la vida y de la aventura humana, ofreciéndoles los puntos de referencia que a menudo faltan en un mundo tan frenético y desorientado.

Por consiguiente, es aquí donde se sitúa la misión de una revista de cultura como La Civiltà Cattolica:  participar en el debate cultural contemporáneo, tanto para proponer, de modo serio y al mismo tiempo divulgativo, las verdades de la fe cristiana con claridad y a la vez con fidelidad al magisterio de la Iglesia, como para defender sin espíritu polémico la verdad, a veces deformada incluso con acusaciones carentes de fundamento contra la comunidad eclesial.

Como faro en el camino que La Civiltà Cattolica está llamada a recorrer, quisiera indicar el concilio Vaticano II. Las riquezas doctrinales y pastorales que contiene, y sobre todo la inspiración de fondo, aún no han sido asimiladas plenamente por la comunidad cristiana, aunque hayan pasado 40 años desde su conclusión. Indudablemente, el Concilio dio a la Iglesia un impulso capaz de renovarla y prepararla para responder de modo adecuado a los problemas nuevos que la cultura contemporánea plantea a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo.

Por otra parte, el Vaticano II ha sido complementado por numerosos documentos doctrinales y pastorales, que la Santa Sede y las Conferencias episcopales de muchas naciones han publicado sobre problemas surgidos recientemente. Constituyen una fuente siempre viva a la que La Civiltà Cattolica puede recurrir en su trabajo. Se trata de divulgar y sostener la acción de la Iglesia en todos los campos de su misión. La Revista debe poner particular empeño en la difusión de la doctrina social de la Iglesia, uno de los temas que durante sus 155 años de vida ha tratado más ampliamente.

Deseo concluir nuestro encuentro confirmando la confianza de la Santa Sede en vuestra Revista, con la certeza de que todos sus redactores y colaboradores, siguiendo el ejemplo de quienes los han precedido, corresponderán a esta confianza con gozosa fidelidad y espíritu de servicio. A la vez que encomiendo a María, Sede de la Sabiduría, la obra de La Civiltà Cattolica, os imparto a todos vosotros, redactores y colaboradores de la Revista, así como a todos sus queridos lectores, una especial bendición apostólica.



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