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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CROACIA
EN VISITA "AD LIMINA"


Jueves 6 de julio de 2006

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado: 

Con gran alegría os doy una cordial bienvenida a la casa de Pedro, haciendo mías las palabras del apóstol san Pablo:  "Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio" (Flp 1, 3-5). Vuestro compromiso en el anuncio de la buena nueva con espíritu de convencida comunión eclesial se confirma en vuestra visita ad limina, con la que deseáis testimoniar la sincera adhesión de la Iglesia que está en Croacia a la Cátedra de Pedro. Doy las gracias al señor cardenal Josip Bozanic que, como presidente de la Conferencia episcopal croata, me ha dirigido palabras de saludo, haciéndose intérprete de todos vosotros y de la grey de Dios encomendada a cada uno.

Los encuentros fraternos y los fructuosos coloquios de estos días, durante los cuales habéis compartido conmigo los resultados positivos y las esperanzas así  como las dificultades y las preocupaciones de vuestras diócesis, han sido ocasión  para  darme  a conocer mejor la situación de la Iglesia en vuestras regiones.

Os sentís orgullosos, con razón, de catorce siglos de herencia cristiana y de la fe de vuestro pueblo, pero al mismo tiempo sois bien conscientes de que decidirse por Dios no es sólo fruto de un pasado, sino que es un acto personal que compromete a cada persona ante Dios, independientemente de la generación a la que pertenezca. Para hacer posible a las almas que apacentáis un conocimiento más profundo de Jesucristo y un encuentro personal con él, habéis elaborado numerosos proyectos pastorales, que testimonian vuestro gran empeño y justifican vuestra esperanza y vuestro optimismo.

Son particularmente importantes vuestras iniciativas con vistas a una sólida preparación para los sacramentos y una participación conveniente en la liturgia. He notado también vuestro empeño en la formación religiosa y en una catequesis de calidad, tanto en las escuelas como en las parroquias. ¡Cómo no notar, asimismo, el cultivo de las devociones tradicionales y de las frecuentes peregrinaciones, especialmente a los santuarios marianos! También merece una mención especial la apertura prudente a las nuevas inspiraciones del Espíritu, que distribuye sus carismas e impulsa a asumir responsabilidades y oficios, útiles para la renovación y el mayor desarrollo de la Iglesia. Deseo de corazón que, fiándoos de la promesa del Señor de permanecer siempre entre nosotros, sigáis caminando con vuestras poblaciones por la senda de una adhesión coherente al Evangelio de Cristo.

Vuestro país, Croacia, vive desde siempre en el ámbito de la civilización europea; por eso desea con razón que se lo reconozca como parte de la Unión europea. Con su ingreso en dicha institución, desea cooperar al bien de todos los habitantes del continente. Así la nación, con sentimientos de respeto y diálogo, podrá entrar en relación con los demás pueblos europeos, dando la contribución de su cultura y de sus tradiciones, en la búsqueda común de la plena verdad del hombre.

En efecto, es esencial que la edificación de la casa común europea se base siempre en la verdad del hombre, apoyándose por tanto en la afirmación del derecho de cada uno a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; en el reconocimiento del componente espiritual del ser humano, en el que radica su dignidad inalienable; en el respeto de las opciones religiosas de cada uno, en las que se testimonia la apertura ineludible a lo trascendente. En estos valores es posible lograr el consenso incluso de quienes, aunque no se adhieran a la Iglesia católica, aceptan la voz de la razón, sensibles a los dictámenes de la ley natural.

Sé que, desde esta perspectiva, os estáis esforzando juntamente con vuestros sacerdotes y fieles. A la vez que os aliento a perseverar, os aseguro el apoyo de la Santa Sede, que siempre ha mirado a Croacia con aprecio y afecto. Los vínculos entre la Sede apostólica y vuestra nación, ya sólidos en el pasado, han seguido fortaleciéndose, como demuestra también la reciente aprobación de Acuerdos bilaterales. La Santa Sede, también en el futuro, estará junto a vosotros y con diligencia seguirá y apoyará los esfuerzos de vuestro pueblo por el camino del progreso auténtico.

Sin embargo, es preciso considerar que incluso los itinerarios hacia metas buenas y deseables no están exentos de las insidias de las actuales corrientes culturales, como la secularización y el relativismo. Por tanto, es necesario un anuncio incansable de los valores evangélicos, para que los fieles puedan evitar dichos peligros.

Siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de grandes figuras de vuestras Iglesias particulares —pienso, de modo especial, en el beato Alojzije Stepinac, obispo y mártir—, no tengáis miedo de indicarles lo que el Evangelio enseña, poniéndolos en guardia sobre lo que es contrario a él, para que vuestras comunidades sean un estímulo para toda la sociedad en la consecución del bien común y en la atención a los más necesitados.

Mi pensamiento va, en este momento, a las familias numerosas; a los que, a pesar del duro trabajo, viven en una situación de precariedad; a los desempleados, a los ancianos y a los enfermos. Por desgracia, vuestro país sufre aún las consecuencias del reciente conflicto, cuyos efectos negativos no sólo repercuten en la economía, sino también en el ánimo de los habitantes, que a veces sienten el peso de esta herencia. Sed siempre promotores de reconciliación y agentes de paz entre los ciudadanos de vuestra patria, alentándolos por el camino de la reconciliación cristiana:  el perdón libera ante todo a quien tiene la valentía de concederlo.

Venerados hermanos, los desafíos pastorales son numerosos y el tiempo en el que vivimos no está exento de dificultades. Sin embargo, estamos seguros de la ayuda de lo alto. A este respecto resulta más importante aún el servicio del obispo. Para dar a todos un testimonio creíble, debe pensar únicamente en el servicio a Cristo. Por tanto, sed generosos al servir a la Iglesia y a vuestro pueblo, perseverando en la oración y llenos de celo en el anuncio. Seguid con particular atención la preparación de los sacerdotes, vuestros colaboradores; promoved las vocaciones sacerdotales y vigilad atentamente sobre vuestros seminaristas. Os exhorto a acompañar con amor y con espíritu de colaboración recíproca a las comunidades religiosas, a los institutos de vida consagrada y a las asociaciones de laicos.

Seguid promoviendo en las familias el amor fiel, la armonía y la oración diaria, alentándolas a una generosa apertura a la vida. ¡Cómo no ver, además, la importancia de la presencia de los católicos en la vida pública, al igual que en los medios de comunicación! Depende también de ellos que se pueda oír una voz de verdad sobre los problemas del momento. Oro al Señor para que cada uno trabaje para la gloria de Dios y en favor  de  los hombres, de modo que por  doquier resuene la acción de gracias al Dador de todo bien, según las palabras  del Apóstol:  "A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos" (Ef 3, 20-21).

Venerados hermanos, tened la seguridad de mi apoyo y mi oración para la obra que Dios os ha encomendado en favor de vuestras comunidades. Vuestra visita ad limina ha mostrado que sois "un solo corazón y una sola alma" con vuestros fieles y que cultiváis un profundo sentido de comunión con el Sucesor de Pedro y, por eso, con la Iglesia universal. A la vez que invoco sobre vosotros y sobre vuestro ministerio la intercesión de María, la Virgen del gran Voto bautismal croata, de corazón os imparto mi bendición a vosotros, a vuestros sacerdotes, a los consagrados y a las consagradas, así como a todo el pueblo croata. ¡Sean alabados Jesús y María!



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