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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA


Jueves 29 de junio de 2006

 

Queridos hermanos en Cristo:

Con gran alegría y sincero afecto en el Señor doy la bienvenida hoy a su eminencia, metropolita Ioannis, y a los demás miembros de la delegación que Su Santidad Bartolomé I y el Santo Sínodo del Patriarcado ecuménico han tenido la amabilidad de enviar para la fiesta de san Pedro y san Pablo, patronos de la Iglesia de Roma. A cada uno de vosotros dirijo mi cordial saludo. Deseo daros la bienvenida con las palabras del apóstol san Pedro:  "Simón Pedro, siervo y  apóstol  de  Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor" (2 P 1, 1-2). Estas palabras traen a la memoria nuestra fe común y el misterio de salvación que hemos recibido, un don que debemos transmitir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El hecho de que la fiesta de san Pedro y san Pablo sea celebrada el mismo día tanto por los católicos como por los ortodoxos evoca nuestra sucesión apostólica común y nuestra fraternidad eclesial.

Me complace recordar aquí que en los himnos bizantinos se atribuye a san Pedro un título que encierra un significado muy profundo:  protocorifeo, el primero del coro, que se encarga de mantener la armonía de las voces, para gloria de Dios y servicio de su pueblo. Por tanto, os agradezco que hayáis venido para unir vuestras voces a la nuestra, animados por nuestro compromiso común de  proseguir el camino que nos lleva paso a paso a eliminar todo desentono en el coro de la única Iglesia de Cristo.

En el futuro habrá importantes ocasiones de encuentro y diálogo fraterno. Su presencia, eminencia, como copresidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre ortodoxos y católicos me lleva a pensar en la sesión plenaria de dicha Comisión, que se celebrará en Belgrado, en el mes de septiembre, gracias a la acogida brindada por el Patriarcado ortodoxo serbio. Así, el diálogo reanuda su camino y entra en una nueva fase. Surge espontáneo el deseo de pedir al Espíritu Santo que ilumine e inflame nuestro corazón, y fortalezca nuestra voluntad común de responder, en la medida en que depende de nosotros, a la ardiente oración del Señor:  "Ut unum sint", para que de este modo los discípulos de Cristo, unidos en la fe, anuncien juntos su Evangelio a todo el mundo, a fin de que, creyendo en él, todos se salven.

Además, respondiendo a la invitación hecha por el Gobierno, el Patriarcado y la comunidad católica local, espero realizar una peregrinación apostólica a Turquía, país de antigua y rica cultura, país noble donde vivieron numerosos santos Padres de nuestra tradición eclesial, teológica y espiritual. Esto me permitirá participar en las celebraciones con ocasión de la fiesta de san Andrés apóstol, hermano de san Pedro. Repitiendo el gesto de mis predecesores, de venerada memoria, Pablo VI y Juan Pablo II con ocasión de sus visitas a El Fanar, será para mí una alegría encontrarme con Su Santidad Bartolomé I, correspondiendo así a las gratas visitas que tuvo la bondad de realizar a Roma. Estoy seguro de que este intercambio mutuo fortalecerá nuestra fraternidad eclesial y facilitará la colaboración en nuestras iniciativas comunes. Que el Señor nos ayude a avanzar con renovada confianza hacia el día en que podamos celebrar juntos la santa Eucaristía del Señor, como signo de plena comunión.

Con estos sentimientos cordiales le pido a usted, eminencia, y a quienes lo acompañan, que transmitan mi saludo fraterno al Patriarca Bartolomé I y al Santo Sínodo, a la vez que doy gracias al Señor por habernos concedido dar un nuevo paso en el cumplimiento de su voluntad de unidad y paz.



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