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VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A POLONIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE 
DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA 

Aeropuerto de Varsovia
Jueves 25 de mayo de 2006

 

Señor presidente;
ilustres señores y señoras;
señores cardenales y hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en Cristo: 

Me alegra poder estar hoy entre vosotros en tierra de la República polaca. He deseado mucho esta visita al país y entre la gente de la cual provenía mi amado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II. He venido para seguir las huellas del itinerario de su vida, desde su infancia hasta su partida al memorable cónclave de 1978. Siguiendo este camino, quiero encontrarme y conocer mejor a las generaciones de creyentes que lo ofrecieron al servicio de Dios y de la Iglesia, y a cuantos nacieron y maduraron para el Señor bajo su guía pastoral como sacerdote, obispo y Papa.

Nuestro camino común estará acompañado por el lema:  "Permaneced firmes en la fe". Lo recuerdo desde el inicio para afirmar que no se trata sólo de un viaje emotivo, aunque también lo sea en este aspecto, sino de un itinerario de fe, enmarcado en la misión que me ha confiado el Señor en la persona del apóstol san Pedro, que fue llamado a confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32)

Yo también quiero beber de la fuente abundante de vuestra fe, que mana sin interrupción desde hace más de un milenio.

Saludo al señor presidente y le doy las gracias de corazón por las palabras que me ha dirigido en nombre de las autoridades de la República y de la nación. Saludo a los señores cardenales, a los arzobispos y a los obispos. Dirijo un saludo también al primer ministro y a todo el Gobierno, a los representantes del Parlamento y del Senado, a los miembros del Cuerpo diplomático con su decano, el nuncio apostólico en Polonia.

Me alegra la presencia de las autoridades regionales, encabezadas por el alcalde de Varsovia

Quiero dirigir un saludo también a los representantes de la Iglesia ortodoxa, de la Iglesia evangélica de Augsburgo y de las demás Iglesias y comunidades eclesiales. Y lo dirijo también a la comunidad judía y a los seguidores del islam. Por último, saludo de corazón a toda la Iglesia en Polonia:  a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los alumnos de los seminarios, a todos los fieles, y sobre todo a los enfermos, a los jóvenes y a los niños. Os pido que me acompañéis con el pensamiento y la oración, para que este viaje produzca frutos para todos nosotros y nos ayude a profundizar y fortalecer nuestra fe.

He dicho que el recorrido de mi camino en este viaje a Polonia está marcado por las huellas de la vida y del servicio pastoral de Karol Wojtyla y por el itinerario que recorrió como Papa peregrino en su patria. Por este motivo, he querido visitar principalmente dos ciudades muy queridas para Juan Pablo II:  la capital de Polonia, Varsovia, y su sede arzobispal, Cracovia. En Varsovia me encontraré con los sacerdotes, con las diversas Iglesias y comunidades eclesiales no católicas, y con las autoridades estatales. Espero que estos encuentros den abundantes frutos para nuestra fe común en Cristo y para las realidades sociales y políticas en las que viven los hombres y las mujeres de hoy. Está prevista una breve visita a Czestochowa y un encuentro con los representantes de los religiosos y religiosas, con los seminaristas y con los miembros de los movimientos eclesiales. La mirada amorosa de María nos acompañará en nuestra búsqueda común de un vínculo profundo y fiel con Cristo, su Hijo.

Después visitaré Cracovia, para ir desde  allí a Wadowice, a Kalwaria, a Lagiewniki y a la catedral de Wawel. Sé muy bien que son los lugares más amados por Juan Pablo II, pues están vinculados a su crecimiento en la fe y a su servicio pastoral. Habrá también un encuentro con los enfermos y los que sufren, en el lugar quizá más apropiado para una cita con ellos, el santuario de la Misericordia Divina en Lagiewniki. Y no podré faltar cuando los jóvenes se reúnan para la vigilia de oración. Con mucho gusto estaré con ellos y espero disfrutar de su testimonio de fe joven y vigorosa.

El domingo nos encontraremos en la explanada de Blonia para celebrar la solemne santa misa de acción de gracias por el pontificado de mi amado predecesor y por la fe en la que siempre nos confirmó con la palabra y el ejemplo de su vida. Y, por último, me dirigiré a Auschwitz. Allí espero reunirme sobre todo con los supervivientes de las víctimas del terror nazi, procedentes de diferentes naciones, que sufrieron la trágica opresión. Rezaremos todos juntos para que las heridas del siglo pasado cicatricen con la medicina que Dios nos propone al invitarnos al perdón recíproco, y nos ofrece en el misterio de su misericordia.

"Permaneced firmes en la fe" es el lema de este viaje apostólico. Quisiera que estos días nos sirvieran a todos, a los fieles de la Iglesia que está en Polonia y a mí mismo, para fortalecernos en la fe. Deseo que para quienes no tienen la gracia de la fe, pero albergan en su corazón la buena voluntad, mi visita sea un tiempo de fraternidad, de benevolencia y de esperanza. Estos valores eternos de la humanidad constituyen un fundamento firme para construir un mundo mejor, en el que cada uno pueda encontrar la prosperidad material y la felicidad espiritual. Se lo deseo a todo el pueblo polaco.

A la vez que doy las gracias una vez más al señor presidente y al Episcopado polaco por la invitación, abrazo cordialmente a todos los polacos y les pido que me acompañen con la oración en este camino de fe.



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