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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DE LA ALIANZA BAPTISTA MUNDIAL


Sala de los Papas
Jueves 6 de diciembre de 2007

 

Queridos amigos:

Os doy una cordial bienvenida, miembros de la comisión internacional conjunta promovida por la Alianza mundial baptista y el Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos. Me agrada que hayáis escogido como lugar para vuestro encuentro esta ciudad de Roma, donde los apóstoles san Pedro y san Pablo proclamaron el Evangelio y, derramando su sangre, coronaron su testimonio del Señor resucitado. Espero que vuestras conversaciones produzcan abundantes frutos para el progreso del diálogo y el aumento del entendimiento y la cooperación entre católicos y baptistas.

El tema que habéis escogido para esta fase de contactos —"La palabra de Dios en la vida de la Iglesia:  Escritura, Tradición y koinonía"— ofrece un contexto prometedor para examinar esas cuestiones históricamente controvertidas, como la relación entre Escritura y Tradición, la comprensión del bautismo y de los sacramentos, el papel de María en la comunión de la Iglesia y la naturaleza de la supervisión y del primado en la estructura ministerial de la Iglesia.

Para que se realice nuestra esperanza de reconciliación y de mayor fraternidad entre baptistas y católicos, debemos afrontar juntos temas como estos, con espíritu de apertura, respeto recíproco y fidelidad a la verdad liberadora y a la fuerza salvífica del Evangelio de Jesucristo.

Como creyentes en Cristo, lo reconocemos como el único mediador entre Dios y la humanidad (cf. 1 Tm 2, 5), nuestro Salvador, nuestro Redentor. Él es la piedra angular (cf. Ef 2, 21; 1 P 2, 4-8); y la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1, 18). En este período de Adviento esperamos fervientemente su venida en un ambiente de oración. Hoy, como siempre, el mundo necesita nuestro testimonio común de Cristo y de la esperanza traída por el Evangelio. La obediencia a la voluntad del Señor nos debe estimular constantemente a alcanzar la unidad por la que pidió de un modo tan conmovedor en su oración sacerdotal:  "Que todos sean uno (...) para que el mundo crea" (Jn 17, 21). La falta de unidad entre los cristianos "contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura" (Unitatis redintegratio, 1).

Queridos amigos, os expreso mis mejores deseos y os aseguro mis oraciones para la importante obra que habéis emprendido. Invoco de buen grado sobre vuestras conversaciones, sobre cada uno de vosotros y sobre vuestros seres queridos, los dones del Espíritu Santo de sabiduría, entendimiento, fortaleza y paz.



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