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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA CONFEDERACIÓN DE LAS MISERICORDIAS DE ITALIA


 Sábado 10 de febrero de 2007

 

Queridos amigos de las Misericordias de Italia: 

Me alegra acogeros, y os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, aquí presentes, agradeciéndoos esta visita, que me ofrece la ocasión de conoceros mejor. Saludo al presidente de vuestra Confederación y agradezco al querido cardenal Antonelli las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Las Misericordias —conviene subrayarlo— son la forma más antigua de voluntariado organizado surgida en el mundo. En efecto, se remontan a la iniciativa de san Pedro mártir de Verona, el cual, en 1244, en Florencia, reunió a algunos ciudadanos, de todas las edades y clases sociales, deseosos de "honrar a Dios con obras de misericordia en favor del prójimo", en el más absoluto anonimato y con total gratuidad. Hoy la Confederación de las Misericordias de Italia reúne a más de 700 "cofradías" —como elocuentemente las llamáis—, concentradas especialmente en Toscana, pero presentes en todo el territorio nacional, sobre todo en las regiones centrales y meridionales. A estas es necesario añadir los numerosos grupos de donantes de sangre denominados "Fratres".

Por tanto, son más de cien mil los voluntarios reunidos en vuestra organización benéfica; están comprometidos de modo permanente en el ámbito socio-sanitario. La variedad de vuestras intervenciones, además de ser una respuesta a las necesidades que van surgiendo en la sociedad, es signo de un celo, de una "creatividad" de la caridad que deriva de un corazón vibrante, cuyo "motor" es el amor al hombre que se encuentra en dificultades.

Precisamente por esto merecéis aprecio:  con vuestra presencia y vuestra acción contribuís a difundir el Evangelio del amor de Dios a todos los hombres. En efecto, ¿cómo no recordar la impresionante página evangélica en la que san Mateo nos presenta el encuentro definitivo con el Señor? Entonces, como nos dice Jesús mismo, el Juez del mundo nos preguntará si durante nuestra vida dimos de comer al hambriento, de beber al sediento; si acogimos al forastero y abrimos las puertas de nuestro corazón al necesitado. En una palabra, en el juicio final Dios nos preguntará si amamos, no de modo abstracto, sino concretamente, con hechos (cf. Mt 25, 31-46).

Cada vez que leo estas palabras, me conmueve realmente el corazón que Jesús, el Hijo del hombre y Juez final, nos precede con esta acción, haciéndose él mismo hombre, haciéndose pobre y sediento, y al final nos abraza estrechándonos contra su corazón. Así Dios hace lo que quiere que hagamos nosotros:  estar abiertos a los demás y vivir el amor no con palabras sino con hechos.

Al final de la vida, solía repetir san Juan de la Cruz, seremos juzgados en el amor. ¡Cuán necesario es que también hoy, más aún, especialmente en nuestra época marcada por tantos desafíos humanos y espirituales, los cristianos proclamen con obras el amor misericordioso de Dios! Todo bautizado debería ser un "Evangelio viviente". En efecto, muchas personas que no acogen fácilmente a Cristo y sus exigentes enseñanzas son, sin embargo, sensibles al testimonio concreto de la caridad. El amor es un lenguaje que llega directamente al corazón y lo abre a la confianza. Os exhorto, pues, como san Pedro a los primeros cristianos, a estar siempre dispuestos "a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 P 3, 15).

Quisiera añadir otra reflexión:  vuestra confederación constituye un ejemplo típico de la importancia que tiene conservar las propias "raíces cristianas" en Italia y en Europa. Vuestras cofradías, las Misericordias son una presencia viva y activa, muy realista, de estas raíces cristianas.

Hoy en día las Misericordias no son una asociación eclesial, pero sus raíces históricas son inequívocamente cristianas. Lo expresa su nombre mismo:  "Misericordias", y lo manifiesta también el hecho, ya recordado, de que fueron fundadas por iniciativa de un santo. Ahora bien, las raíces, para seguir dando frutos, deben mantenerse vivas y firmes. Por eso proponéis oportunamente a vuestros socios momentos periódicos de cualificación y de formación, para profundizar cada vez más las motivaciones humanas y cristianas de vuestras actividades. En efecto, existe el riesgo de que el voluntariado se reduzca a mero activismo. En cambio, si la motivación espiritual sigue siendo vital, está en condiciones de comunicar a los demás mucho más que las cosas materiales necesarias:  puede ofrecer al prójimo en dificultades la mirada de amor que necesita (cf. Deus caritas est, 18).

Por último, deseo manifestaros un tercer motivo de aprecio:  juntamente con otras asociaciones de voluntariado, desempeñáis una importante función educativa, es decir, contribuís a mantener viva la sensibilidad con respecto a los valores más nobles, como la fraternidad y la ayuda desinteresada a quienes se encuentran en dificultades. En particular, los jóvenes pueden beneficiarse de la experiencia del voluntariado, porque, si se plantea bien, llega a ser para ellos una "escuela de vida", que les ayuda a dar a su existencia un sentido y un valor más alto y fecundo. Que las Misericordias los estimulen a crecer en la dimensión del servicio al prójimo y a descubrir una gran verdad evangélica, es decir, que "hay mayor felicidad en dar que en recibir" (Hch 20, 35; cf. Deus caritas est, 30).

Queridos amigos, mañana, 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo, que ya ha llegado a su XV edición. Este año la atención se dirige de modo especial a las personas afectadas por enfermedades incurables. A muchos de ellos también vosotros, queridos amigos, prestáis vuestro servicio. La Virgen Inmaculada, Madre de la Misericordia, vele sobre cada una de vuestras cofradías, más aún, sobre cada uno de los miembros de las Misericordias de Italia. Que os ayude a cumplir con auténtico amor vuestra misión, contribuyendo así a difundir en el mundo el amor de Dios, manantial de vida para todo ser humano.

A vosotros, aquí presentes, a todas las Misericordias de Italia y a los donantes de sangre "Fratres", imparto de corazón mi bendición.



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