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PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN SU DESPEDIDA DE LORENZAGO DI CADORE


Jueves 26 de julio de 2007

 

Al final de estas dos semanas aquí, en la hermosa tierra dolomítica, quiero daros las gracias de corazón a todos y cada uno por vuestro servicio y vuestro compromiso. Vuestra presencia silenciosa, discreta y competente, día y noche, me ha permitido disfrutar de un período de descanso inolvidable, descanso del cuerpo y del alma. En el libro de los salmos leemos:  "Tu bondad, Señor, me rodea como los montes eternos". Y nosotros estamos rodeados por esta bondad divina visible en la belleza de la montaña. Pero en todo este tiempo he estado rodeado, sobre todo, por la bondad humana, por vuestra bondad, que me ha acompañado siempre. Habéis sido para mí realmente "ángeles custodios" invisibles y silenciosos, pero siempre presentes, disponibles; y llevo grabado en la memoria el recuerdo de vuestra presencia durante todos estos días.



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