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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA
CON OCASIÓN DE SU FIESTA ANUAL


Sábado 5 de mayo de 2007

 

Señor comandante;
queridos guardias suizos:
 

Me alegra particularmente encontrarme con vosotros con ocasión del juramento de los nuevos guardias suizos. A cada uno de vosotros, queridos nuevos alabarderos, os dirijo ante todo mi cordial saludo, que extiendo a todos los guardias suizos, dándoos las gracias por haber querido dedicar algunos años de vuestra juventud al servicio del Papa y de sus colaboradores más cercanos. También dirijo mi saludo agradecido a vuestro comandante por todo lo que hace para que vosotros podáis prestar debidamente vuestro servicio. Saludo a vuestro capellán, así como a los parientes, a los familiares, a los ex guardias suizos y a los amigos que han querido estar presentes en un acto tan solemne y significativo para la Sede apostólica, como es precisamente el juramento de los nuevos guardias suizos.

Conservo impreso en mi memoria el recuerdo de las solemnes celebraciones conmemorativas del V centenario de la fundación del Cuerpo de la Guardia suiza pontificia, que tuvieron lugar el año pasado con gran participación del pueblo. Esas celebraciones han contribuido a dar a conocer mejor el origen, la historia y el valor de vuestro Cuerpo y el significativo testimonio de fe y de amor que dais a la Iglesia desde hace más de 500 años.

Todo comenzó el 22 de enero de 1506, cuando llegó al Vaticano una tropa de 150 hombres solicitada por mi predecesor Julio II a la Confederación de la Alta Alemania. Desde aquel día hasta nuestros tiempos, la historia de vuestro Cuerpo de guardia está íntimamente entrelazada con los acontecimientos y la vida de la Iglesia y, en particular, del Papa. Es una larga historia de fidelidad y de generoso servicio prestado siempre con entrega, que a veces ha llegado hasta el heroísmo del sacrificio de la vida. Vuestra apreciada entrega ha merecido justamente la estima y la confianza de todos los Pontífices, que en vuestro Cuerpo de guardia han encontrado siempre ayuda, apoyo y protección. Gracias, queridos amigos, por vuestra silenciosa pero eficiente presencia al lado de la persona del Papa; gracias por la profesionalidad y también por el amor con que cumplís vuestra misión.

Sí, vuestro servicio no es solamente una prestación profesional; también es una verdadera misión al servicio de Cristo y de su Iglesia. En el nuevo Reglamento de la Guardia suiza pontificia, que aprobé el año pasado con ocasión del V centenario de su fundación, se afirma que "los guardias suizos deben mostrarse como buenos cristianos y soldados ejemplares en todas las circunstancias" (art. 73); y también que "deben evitar lo que se opone a la fe, a la moral cristiana y a los deberes de su estado. Además, deben ser siempre fieles a las características y a las tradiciones del Cuerpo, con un estilo de vida sencillo y sobrio" (art. 75). Asimismo, se añade:  "Para formar una verdadera comunidad, deben cultivar a nivel personal y tener unos con otros un espíritu de solidaridad cristiana, que sirve para conservar y promover la unión mutua de los corazones" (art. 77).

Como se puede ver fácilmente, se trata de indicaciones muy precisas y concretas con vistas a cumplir el designio que Dios tiene sobre cada uno de vosotros, al llamaros a servirlo en una Institución tan benemérita. En definitiva, el Señor os llama a la santidad, es decir, a ser sus discípulos, siempre dispuestos a escuchar su voz, a cumplir su voluntad y a realizarla en el cumplimiento diario de vuestros deberes. Esto os ayudará a ser "buenos cristianos" y, al mismo tiempo, "soldados ejemplares", animados por el espíritu evangélico, que hace que todo bautizado sea "levadura" capaz de fermentar toda la masa y "luz" que ilumina y calienta el ambiente en el que vive y trabaja.

Queridos amigos, que el Señor os ayude a realizar plenamente vuestra misión peculiar, trabajando cada día "acriter et fideliter", con valentía y fidelidad. Para ello, no ceséis de alimentar vuestro espíritu con la oración y la escucha de la palabra de Dios; participad con devoción en la santa misa y cultivad una devoción filial a María. Invocad y tratad de imitar a vuestros patronos san Martín, san Sebastián y san Nicolás de Flüe, "defensor pacis et pater patriae", para que os asistan desde el cielo y podáis "servir fiel, leal y honradamente al Sumo Pontífice y a sus legítimos Sucesores", como cada uno de vosotros dice en la fórmula de juramento.

Por mi parte, a la vez que os agradezco una vez más vuestra entrega, expreso mis mejores deseos de modo especial a los nuevos guardias suizos. Asimismo, a todos y a cada uno imparto de corazón mi bendición, que de buen grado hago extensiva a vuestras familias y a vuestros seres queridos.



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