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DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A LA UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES


Lunes 7 de mayo de 2007

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridas hermanas:
 

Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión de la asamblea plenaria de la Unión internacional de superioras generales. Saludo y doy las gracias al cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, por las cordiales palabras que me ha dirigido; extiendo mi agradecimiento a la presidenta de vuestra Unión, sor Therezinha Rasera, que no sólo se ha hecho intérprete de vuestros afectuosos sentimientos, sino también de los de las religiosas del mundo entero.

Os saludo asimismo a cada una de vosotras, queridas superioras generales, que representáis a 794 familias religiosas femeninas que actúan en 85 países de los cinco continentes. Y, a través de vosotras, expreso mi gratitud al inmenso ejército de testigos del amor de Cristo, que actúan en las fronteras de la evangelización, de la educación y de la caridad social.

Como ha recordado vuestra presidenta, el tema de la asamblea plenaria, que estáis celebrando en estos días, es particularmente interesante:  "Llamadas a tejer una nueva espiritualidad que genere esperanza y vida para toda la humanidad". Este tema, que habéis elegido, es fruto de una amplia reflexión sobre la siguiente pregunta:  "Al contemplar nuestro mundo, al escuchar sus gritos, sus necesidades, su sed y sus aspiraciones, ¿cuál es el hilo que nosotras, religiosas responsables de nuestras congregaciones, estamos llamadas a tejer en este momento para llegar a ser "tejedoras de Dios", proféticas y místicas?".

El análisis atento de las respuestas que llegaron hizo comprender al consejo ejecutivo de vuestra Unión que el símbolo elegido, el de "tejer", una imagen muy femenina que se usa en todas las culturas, respondía a lo que las superioras generales sentían como una urgencia espiritual y apostólica en el momento actual.

En las respuestas mismas se indicaban algunos "hilos" —la mujer, los emigrantes, la tierra y su carácter sagrado, los laicos, el diálogo con las religiones del mundo— que consideráis muy útiles para "tejer", en nuestra época, una renovada espiritualidad de la vida consagrada, iniciando así un planteamiento apostólico que responda mejor a las expectativas de la gente.

Precisamente sobre esos temas estáis reflexionando durante los trabajos de vuestra asamblea plenaria. Sois conscientes de que, como ha subrayado oportunamente vuestra presidenta, toda superiora general está llamada a ser animadora y promotora de una vida consagrada "mística y profética", fuertemente comprometida en la realización del reino de Dios. Estos son los "hilos" con los que el Señor os impulsa, queridas religiosas, a "tejer" hoy el entramado vivo de un servicio benéfico a la Iglesia y de un testimonio evangélico elocuente "siempre antiguo y siempre nuevo", en cuanto fiel al radicalismo del Evangelio y valientemente encarnado en la realidad contemporánea, de modo especial donde hay mayor pobreza humana y espiritual.

Ciertamente, no son pocos los desafíos sociales, económicos y religiosos que debe afrontar la vida consagrada en el tiempo actual. Los cinco ámbitos pastorales que habéis puesto de relieve constituyen otros tantos "hilos" que es preciso tejer y entrelazar en la compleja trama de la vida diaria, en las relaciones interpersonales y en el apostolado.

A menudo se trata de recorrer senderos misioneros y espirituales inexplorados, pero manteniendo siempre muy firme la relación interior con Cristo, pues sólo de esta unión brota y se alimenta el papel "profético" de vuestra misión, que consiste en el "anuncio del reino de los cielos", anuncio indispensable en todos los tiempos y sociedades.

Por tanto, no caigáis nunca en la tentación de alejaros de la intimidad con vuestro Esposo celestial, dejándoos arrastrar excesivamente por los intereses y los problemas de la vida diaria. Los fundadores y las fundadoras de vuestros institutos pudieron ser "pioneros proféticos" en la Iglesia porque nunca perdieron la viva conciencia de que estaban en el mundo pero no eran del mundo, como enseñó claramente Jesús (cf. Jn 17, 14). Siguiendo su ejemplo, se esforzaron por comunicar con palabras y obras concretas el amor de Dios a través de la entrega total de sí mismos, manteniendo siempre la mirada y el corazón fijos en él.

Queridas religiosas, si queréis recorrer fielmente también vosotras las huellas de vuestros fundadores y fundadoras, y ayudar a vuestras hermanas a seguir su ejemplo, cultivad la dimensión "mística" de la vida consagrada, es decir, mantened siempre vuestra alma unida a Dios a través de la contemplación.

Como enseña la Escritura, el "profeta" primero escucha y contempla, luego habla, dejándose impregnar totalmente del amor a Dios, que nada teme y es más fuerte incluso que la muerte. Por eso, el auténtico profeta no se preocupa tanto de hacer obras, lo cual sin duda es importante, pero nunca esencial; se esfuerza, sobre todo, por ser testigo del amor de Dios, tratando de vivirlo en medio de las realidades del mundo, aunque su presencia a veces pueda resultar "incómoda", porque presenta y encarna valores alternativos.

Así pues, vuestra preocupación principal ha de ser ayudar a vuestras hermanas a buscar en primer lugar a Cristo y a  ponerse  generosamente al servicio del Evangelio. No os canséis de prestar la máxima atención posible a la formación humana, cultural y espiritual de las personas que se os han encomendado, para que sean capaces de responder a los actuales desafíos culturales y sociales. Para cumplir vuestra misión sed las primeras en dar ejemplo de huir de las comodidades, del bienestar, de las conveniencias.

Compartid las riquezas de vuestros carismas con todos los que están comprometidos en la única misión de la Iglesia, que es la construcción del Reino. Con este fin, entablad una serena y cordial colaboración con los sacerdotes, los fieles laicos y especialmente las familias, para salir al encuentro de los sufrimientos, de las necesidades, de las pobrezas materiales y sobre todo espirituales de tantos contemporáneos nuestros. Asimismo, cultivad una sincera comunión y una estrecha colaboración con los obispos, que son los primeros responsables de la evangelización en las Iglesias particulares.

Queridas hermanas, vuestra asamblea general se celebra en el tiempo pascual, en el que la liturgia nos invita a proclamar con incesante júbilo:  "Este es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo". Que el gozo y la paz de la Pascua os acompañen y permanezcan siempre en vosotras y en cada una de vuestras comunidades. En todas  las circunstancias sed mensajeras de esta alegría pascual, como las mujeres  que, al ir al sepulcro, lo encontraron  vacío  y tuvieron la gracia de encontrarse con Cristo resucitado. Con alegría corrieron a dar el anuncio a los Apóstoles.

Que velen sobre vosotras y sobre vuestras respectivas familias religiosas María, Reina de las vírgenes, y vuestros santos y beatos fundadores y fundadoras. A la vez que os encomiendo a su intercesión, de corazón os aseguro un recuerdo en la oración y de buen grado os imparto a todas una especial bendición apostólica.



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