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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA JUNTA DIRECTIVA DE LOS CABALLEROS DE COLÓN

Sala Clementina
Viernes 3 de octubre de 2008

 

Queridos amigos:

Me complace daros la bienvenida a vosotros, miembros de la junta directiva de los Caballeros de Colón, junto con vuestras familias, con ocasión de vuestra peregrinación a Roma en este Año paulino. Pido a Dios que vuestra visita a las tumbas de san Pedro y san Pablo os confirme en la fe de los Apóstoles y llene vuestro corazón de gratitud por el don de nuestra redención en Cristo.

Al comienzo de su carta a los Romanos, san Pablo recuerda a sus oyentes que son "santos por vocación" (Rm 1, 7). Durante mi reciente visita pastoral a Estados Unidos quise alentar a los fieles laicos sobre todo a esforzarse nuevamente por crecer en santidad y participar activamente en la misión de la Iglesia. Esta es la convicción que inspiró la fundación de los Caballeros de Colón como asociación fraterna de laicos cristianos y que sigue teniendo una expresión privilegiada en las obras caritativas de vuestra Orden y en vuestra solidaridad concreta con el Sucesor de Pedro en su ministerio en favor de la Iglesia universal.

Esta solidaridad se manifiesta de modo particular a través del fondo Vicarius Christi, que los Caballeros han puesto a disposición de la Santa Sede para las necesidades del pueblo de Dios en todo el mundo. Y también se manifiesta a través de las oraciones y los sacrificios diarios de numerosos Caballeros en sus consejos locales, en las parroquias y en las comunidades. Por eso os estoy muy agradecido.

Queridos amigos, ojalá que, según el espíritu de vuestro fundador, el venerable Michael McGivney, los Caballeros de Colón descubran modos siempre nuevos para ser levadura del Evangelio en el mundo y fuerza para la renovación de la Iglesia en la santidad y en el celo apostólico. A este respecto, expreso mi aprecio por vuestros esfuerzos para proporcionar una sólida formación en la fe a los jóvenes y defender las verdades morales necesarias para una sociedad libre y humana, incluido el derecho fundamental de todo ser humano a la vida.

Con estos sentimientos, queridos amigos, os aseguro un recuerdo especial en mis oraciones. A todos los Caballeros y a sus familias imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y de paz duraderas en nuestro Señor Jesucristo.



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