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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA NUEVA EMBAJADORA DE BOSNIA Y HERZEGOVINA ANTE LA SANTA SEDE*


Palacio apostólico de Castelgandolfo
Jueves 18 de septiembre

 

Excelencia:

Me alegra darle la bienvenida y recibir las cartas credenciales que la presentan como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de Bosnia y Herzegovina ante la Santa Sede. En esta significativa ocasión le ruego que transmita mi más cordial saludo a los miembros de la presidencia y a todos los ciudadanos de su país. Asegúreles mis fervientes oraciones por sus continuos esfuerzos para alcanzar la reconciliación y la consolidación de la paz y la estabilidad.

Las relaciones diplomáticas de la Santa Sede forman parte de su misión al servicio de la comunidad internacional. Su compromiso en la sociedad civil se funda en la convicción de que la tarea de construir un mundo más justo debe reconocer la vocación sobrenatural propia de todo individuo. Por eso, la Iglesia promueve la comprensión de la persona humana, que recibe de Dios la capacidad de trascender sus limitaciones individuales y las constricciones sociales, de forma que reconozca y defienda los valores universales que salvaguardan la dignidad de todos y contribuya al bien común.

Señora embajadora, como usted ha afirmado, su país, a pesar de ser pequeño en extensión, ha sido bendecido con una gran belleza natural. Esta prueba de la mano del Creador alegra los corazones de sus habitantes y les ayuda a elevar sus pensamientos al Todopoderoso. Como reflejo de su particular situación geográfica, Bosnia y Herzegovina contiene una rica mezcla de culturas y valiosos patrimonios. Sin embargo, trágicamente, a lo largo de su historia, las diferencias culturales y étnicas a menudo han sido fuente de incomprensiones y fricciones.

En efecto, como saben muy bien cada uno de los tres pueblos que constituyen su país, esas diferencias han sido causa de conflictos y guerras. Nadie desea la guerra. Ningún padre desea un conflicto para sus hijos. Ningún grupo civil o religioso debería recurrir a la violencia o la opresión. Y, a pesar de ello, en su tierra numerosas familias han padecido las consecuencias de esas calamidades. Sin embargo, escuchando la voz de la razón y animados por la esperanza que todos deseamos, tanto para nosotros como para las generaciones futuras, cada persona puede encontrar la fuerza para superar las divisiones pasadas y forjar de las espadas arados y de las lanzas podaderas (cf. Is 2, 4). Al respecto, reconozco los progresos realizados para consolidar gestos de reconciliación y animar a la comunidad internacional a que continúe sus esfuerzos para ayudar a Bosnia y Herzegovina con ese fin. Confío en que, aceptando los hechos de la historia de la región y aprendiendo las graves lecciones de los años recientes, se tenga la valentía para construir un futuro con gran sentido de solidaridad.

El espíritu de un Estado se forja en muchos niveles. El ambiente familiar es el lugar donde los niños aprenden los valores esenciales de la responsabilidad y la convivencia armoniosa; pero, al mismo tiempo, es el lugar donde surgen o se rompen los prejuicios. Por eso, los padres tienen el grave deber de inculcar a sus hijos, con el ejemplo, el respeto a la dignidad que tiene cada persona independientemente de su pertenencia étnica, de su religión o de su grupo social. De esta forma, el esplendor de vidas vividas honradamente —con integridad, lealtad y compasión— pueden brillar como ejemplos a imitar para los jóvenes, pero en realidad para todos. También la educación contribuye en gran medida al alma de una nación. Una buena instrucción no sólo influye en el desarrollo cognoscitivo de los niños, sino también en el cívico y el espiritual. Los profesores que ejercen su noble profesión con pasión por la verdad pueden hacer mucho para desacreditar las falsas ideologías antropológicas que contienen en sí mismas las semillas de la hostilidad (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2007, n. 10) y para promover el aprecio de la diversidad religiosa y cultural en la vida de un país.

En este sentido, quiero dirigir también una palabra de aliento a quienes trabajan en los medios de comunicación social. Estos pueden hacer mucho para superar las persistentes actitudes de desconfianza asegurando que no se conviertan en instrumentos de prejuicio, sino que trasciendan los intereses particulares y promuevan objetivos cívicos globales e inclusivos, convirtiéndose así en instrumentos al servicio de una solidaridad y una justicia mayores (cf. Mensaje para la Jornada para las comunicaciones sociales de 2008, n. 2).

Excelencia, como usted bien sabe, el Estado también está llamado a cumplir con vigor su responsabilidad de reforzar las instituciones y honrar los principios enraizados en el corazón de toda democracia. Esto exige un compromiso inquebrantable en favor de la legalidad y la justicia, para erradicar la corrupción y otras formas de actividad criminal, apoyar un sistema judicial independiente e imparcial, y fomentar la igualdad de oportunidades en el mercado de trabajo. Estoy seguro de que las reformas constitucionales que su Gobierno está estudiando actualmente responderán a las legítimas aspiraciones de todos los ciudadanos, garantizando tanto los derechos de las personas como los de los grupos sociales, preservando los valores éticos y morales comunes que unen a todos los pueblos y hacen responsables a los líderes políticos. De esta forma todos los sectores de la sociedad pueden contribuir al proyecto nacional de desarrollo social y económico, y al mismo tiempo ayudar a atraer las inversiones necesarias para el crecimiento económico, permitiendo en particular a los jóvenes encontrar un empleo satisfactorio y garantizar un futuro seguro.

Por su parte, la Iglesia en Bosnia y Herzegovina, seguirá ayudando a lograr los objetivos de reconciliación, paz y prosperidad. A través de sus parroquias, escuelas, centros de salud y programas de desarrollo comunitario, cumple su misión de caridad universal en su triple forma: material, intelectual y espiritual. Su participación en el diálogo ecuménico e interreligioso se debe considerar como una forma más de servir a toda la sociedad. La promoción de los valores espirituales y morales, que se pueden descubrir a través de la razón humana, no sólo forma parte de la transmisión de tradiciones religiosas, sino que también alimenta una cultura más amplia, motivando a los hombres y mujeres de buena voluntad a reforzar los vínculos de solidaridad y a demostrar que una sociedad unida puede surgir en realidad de una pluralidad de pueblos.

Excelencia, confío en que la misión diplomática que comienza hoy refuerce los vínculos de cooperación existentes entre Bosnia y Herzegovina y la Santa Sede. La aplicación del Acuerdo básico ratificado recientemente, entre otras cosas, facilitará el derecho a establecer lugares de culto religioso y emprender obras eclesiales; y, al mismo tiempo, dará un ejemplo positivo de los principios democráticos que están arraigando en el país. Al respecto, confío en que la Comisión mixta comience pronto su importante labor.

Asegurándole la ayuda de las distintas oficinas de la Curia romana, y con mis sinceros mejores deseos, invoco sobre usted y sobre su familia, así como sobre todos los ciudadanos de Bosnia y Herzegovina, las bendiciones de Dios todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n°46, p.13 (701).



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