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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PROFESORES Y ALUMNOS
DE LA LIBRE UNIVERSIDAD MARÍA ASUNTA (LUMSA)


Sala Pablo VI
Jueves 12 de noviembre de 2009

 

Señores cardenales;
señor presidente del Senado e ilustres autoridades;
rector magnífico y distinguidos profesores;
queridas Misioneras de la Escuela;
queridos estudiantes y amigos:

Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión del 70° aniversario de la fundación de la Libre Universidad María Santísima Asunta (LUMSA). Saludo cordialmente al rector de vuestra universidad, el profesor Giuseppe Dalla Torre, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido. Me complace saludar al presidente del Senado, el honorable Renato Schifani, y a las demás autoridades civiles y militares italianas, así como a las numerosas personalidades, a los rectores y a los directores administrativos presentes. A todos los que formáis la gran familia de la LUMSA os doy mi cordial bienvenida.

Vuestro ateneo, nacido en 1939 por iniciativa de la sierva de Dios madre Luigia Tincani, fundadora de la Unión Santa Catalina de Siena de las Misioneras de la Escuela, y del cardenal Giuseppe Pizzardo, entonces prefecto de la Congregación de los seminarios y de las universidades de los estudios, con el objetivo de promover una adecuada formación universitaria para las religiosas destinadas a la enseñanza en las escuelas católicas, comenzó su actividad en el clima de compromiso educativo del mundo católico suscitado por la encíclica de Pío XI Divini illius Magistri. Vuestra universidad, por lo tanto, nació con una identidad católica muy precisa, contando también con el impulso de la Santa Sede, con la que conserva un vínculo estrecho. A lo largo de estos setenta años la LUMSA ha preparado a generaciones de educadores y se ha desarrollado considerablemente, sobre todo después de transformarse en libre universidad, en 1989, y de la consiguiente creación de nuevas facultades con la ampliación del alumnado. Sé que hoy cuenta con cerca de nueve mil estudiantes en las cuatro sedes del territorio nacional y representa una referencia importante en el campo educativo. Mientras en Italia y en Europa la situación cultural y legislativa evolucionaba profundamente, la LUMSA ha sabido crecer prestando atención a dos factores: permanecer fiel a la intuición originaria de la madre Tincani y, al mismo tiempo, responder a los nuevos desafíos de la sociedad.

Efectivamente, el contexto actual se caracteriza por una preocupante emergencia educativa —sobre la que me he detenido a reflexionar en varias ocasiones— en la que la tarea de quienes están llamados a la enseñanza asume un relieve muy especial. Se trata ante todo del papel de los profesores universitarios, pero también del itinerario formativo de los estudiantes que se preparan para desempeñar la profesión de docentes en los diversos órdenes y grados de la escuela, o de profesionales en los distintos ámbitos de la sociedad. Cada profesión es una ocasión para testimoniar y traducir en la práctica los valores interiorizados personalmente durante el periodo académico.

La profunda crisis económica, generalizada en todo el mundo, y las causas que la han provocado han puesto de manifiesto la exigencia de una inversión más firme y valiente en el campo del saber y de la educación, como modo de responder a los numerosos desafíos planteados y preparar a las generaciones jóvenes para construir un futuro mejor (cf. Caritas in veritate, 30-31; 61). Por este motivo se siente la necesidad de crear en el ámbito educativo vínculos de pensamiento, de enseñar a colaborar entre las diferentes disciplinas y de aprender unos de otros. Frente a los profundos cambios que afectan a nuestra sociedad es cada vez más urgente la necesidad de recurrir a los valores fundamentales que debemos transmitir a las generaciones jóvenes como patrimonio indispensable y, por lo tanto, de preguntarse cuáles son esos valores. Así, las instituciones académicas se encuentran ante apremiantes cuestiones de carácter ético.

En este contexto, las universidades católicas tienen un papel importante que desempeñar, manteniendo la fidelidad a su identidad específica y esforzándose por prestar un servicio cualificado en la Iglesia y en la sociedad. En este sentido, siguen revistiendo gran actualidad las indicaciones ofrecidas por mi venerado predecesor Juan Pablo II en la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae, en la que invitaba a la universidad católica a garantizar institucionalmente una presencia cristiana en el mundo académico. En la compleja realidad social y cultural, la universidad católica está llamada a actuar con la inspiración cristiana de los individuos y de la comunidad universitaria como tal; con la incesante reflexión sapiencial, iluminada por la fe, y la investigación científica; con la fidelidad al mensaje cristiano tal como lo presenta la Iglesia; y con el compromiso institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana, en su camino hacia la meta final (cf. n. 13).

Queridos amigos, la LUMSA es una universidad católica, que tiene como elemento específico de su identidad esta inspiración cristiana. Como se lee en su Charta magna, se propone realizar un trabajo científico orientado a la búsqueda de la verdad, en un diálogo entre fe y razón, en una tensión ideal hacia la integración de los conocimientos y de los valores. Al mismo tiempo quiere llevar a cabo una actividad formativa con una constante atención ética, elaborando síntesis positivas entre fe y cultura, y entre ciencia y sabiduría, para el desarrollo pleno y armónico de la persona humana. Este enfoque es para vosotros, queridos docentes, estimulante y exigente. De hecho, trabajáis para estar cada vez mejor cualificados para la enseñanza y la investigación, a la vez que os proponéis cultivar la misión educativa. Hoy, como en el pasado, la universidad necesita verdaderos maestros, que transmitan, junto a los contenidos y al saber científico, un método riguroso de investigación y valores y motivaciones profundas.

Queridos estudiantes, aunque estéis inmersos en una sociedad fragmentada y relativista, mantened la mente y el corazón siempre abiertos a la verdad. Dedicaos a adquirir, de modo profundo, los conocimientos que contribuyen a la formación integral de vuestra personalidad, a afinar la capacidad de búsqueda de la verdad y del bien durante toda la vida, a prepararos profesionalmente para llegar a ser constructores de una sociedad más justa y solidaria. Que el ejemplo de la madre Tincani fomente en todos el compromiso de acompañar el riguroso trabajo académico con una intensa vida interior, sostenida por la oración.

Que la Virgen María, Sedes Sapientiae, guíe este camino con la verdadera sabiduría, que viene de Dios. Os agradezco este agradable encuentro y os bendigo de corazón a cada uno de vosotros y vuestro trabajo.



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