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VISITA  AL CENTRO «AD GENTES» DE LOS VERBITAS DE NEMI

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Lunes 9 de julio de 2012

 

Agradezco de verdad la posibilidad de volver a ver esta casa en Nemi después de 47 años. Conservaba de ella un recuerdo muy grato, tal vez el mejor recuerdo de todo el Concilio. Yo vivía en el centro de Roma, en el Colegio de Santa María dell’Anima, en medio de gran ruido: ¡todo esto es también hermoso! Pero estar aquí, en el verde, tener este respiro de la naturaleza y también este aire fresco, ya era en sí algo hermoso. Y además estaba la compañía de muchos grandes teólogos, con un encargo tan importante y hermoso como el de preparar un decreto sobre la misión.

Recuerdo ante todo al superior general de aquel tiempo, padre Schütte, que había sufrido en China, había sido condenado y luego expulsado. Estaba lleno de dinamismo misionero, de la necesidad de dar nuevo impulso al espíritu misionero. Y me tenía a mí, que era un teólogo sin gran importancia, muy joven, enviado no sé por qué. Pero era un gran regalo para mí.

Luego estaba Fulton Sheen, que nos fascinaba por la tarde con sus discursos; y el padre Congar y los grandes misionólogos de Lovaina. Para mí fue un enriquecimiento espiritual, un gran regalo. Era un decreto sin grandes controversias. Había una controversia, que yo nunca he comprendido realmente, entre la escuela de Lovaina y la de Münster: ¿la finalidad principal de la misión es la implantatio Ecclesiae o el anuncio del Evangelio? Pero todo desembocaba en un único dinamismo de la necesidad de llevar la luz de la Palabra de Dios, la luz del amor de Dios al mundo y de dar una nueva alegría por este anuncio.

Así nació en aquellos días un decreto bello y bueno, casi aceptado unánimemente por todos los padres conciliares, y para mí también es un complemento muy bueno de la Lumen gentium, porque en él encontramos una eclesiología trinitaria, que parte sobre todo de la idea clásica del bonum diffusivum sui, el bien que tiene en sí la necesidad de comunicarse, de darse: no puede quedarse en sí mismo; lo bueno, la bondad misma es esencialmente communicatio. Y esto ya se aprecia en el misterio trinitario, en el seno de Dios, y se difunde en la historia de la salvación y en nuestra necesidad de dar a otros el bien que hemos recibido.

Así, con estos recuerdos he pensado a menudo en aquellos días de Nemi que para mí, como he dicho, son parte esencial de la experiencia del Concilio. Y me siento feliz de ver que vuestra Sociedad florece —el padre general ha hablado de seis mil miembros, de muchas naciones, en numerosos países—. Claramente el dinamismo misionero vive, y vive sólo si se tiene la alegría del Evangelio, si estamos en la experiencia del bien que viene de Dios y que debe y quiere comunicarse. Gracias por este dinamismo vuestro. Para este capítulo os deseo toda bendición del Señor, mucha inspiración: que las mismas fuerzas de inspiración del Espíritu Santo que nos acompañaron en aquellos días casi visiblemente estén de nuevo presentes entre vosotros y os ayuden a encontrar el camino para vuestra Compañía, y para la misión del Evangelio ad gentes en los próximos años. Gracias a todos vosotros. Que el Señor os bendiga. Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. ¡Gracias!



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