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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

El pueblo sabe si el obispo es un pastor

Viernes, 4 de mayo de 2018

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 20, viernes 18 de mayo de 2018.

 

El obispo es un hombre que «sabe velar con su pueblo» con «una actitud de cercanía» y de implicación total. Y «el pueblo sabe reconocer si el obispo es un pastor» que construye una relación «íntima» tanto como para «conocer los nombres de todos» para cuidarlos, o es «un empleado» de negocios «siempre con la maleta en la mano». La misión del obispo de «cuidar y confirmar la fe» fue delineada y relanzada por el Papa Francisco en la misa celebrada el viernes 4 de mayo en Santa Marta.

«Ayer la liturgia nos había hecho reflexionar sobre la transmisión de la fe, sobre cómo se transmite la fe», hizo enseguida presente el Papa. Y «hoy este pasaje de los Hechos de los apóstoles —explicó refiriéndose a la primera lectura (15, 22-31)— nos hace reflexionar sobre custodiar la fe y sobre confirmar en la fe», recordando que «este custodiar la fe y confirmar en la fe principalmente es el trabajo de los obispos».

«La situación es clara», prosiguió el Pontífice y «la describen los apóstoles, los obispos» en la carta para los cristianos de Antioquía reportada en el pasaje de los Hechos: «Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos».

En resumen «los obispos, los apóstoles, reaccionan con Pedro frente a esta falta de paz: estaban trastornados —explicó Francisco— porque fueron estos que eran cristianos pero querían reinstaurar la iniciación judía, los judaizantes, y decían: “nosotros tenemos la verdadera doctrina, no es la que dice Pablo”». Como diciendo: «Pablo no; nosotros. Estas son novedades malas».

Pero «con este discurso —afirmó el Papa— la pobre gente se sintió desorientada: se presentaron estos “ortodoxos de la verdadera doctrina” a defender a la gente, pero el efecto fue el contrario». Tanto que «la comunidad permaneció trastornada, desorientada». Por una parte, pensaba la gente, «Pablo nos dice esto», pero «estos que son doctores con tanto título nos dicen esto». Pero entonces «¿cuál es el camino?».

Por eso, «en Jerusalén, Pedro con el colegio de los obispos toman las riendas de la situación, rezan, reflexionan y responden». Son «precisamente los obispos quienes custodian la fe y, todavía más, en un momento en el que el pueblo está desorientado, por esta gente que va a meter la nariz ahí con doctrinas que parecen más ortodoxas pero al final no son de raíz cristiana, los obispos son aquellos que confirman en la fe».

Así, hizo notar el Pontífice, «el pueblo, que estaba trastornado, cambió de ánimo después de la carta», como indica la página de los Hechos de los apóstoles: «Cuando la leyeron, se alegraron por el aliento que infundía». Es así que la situación «cambia», porque «cuando el obispo confirma en la fe, viene la alegría, la alegría del corazón».

De hecho, prosiguió, «el obispo es el que vela, el que vigila». Y «la palabra griega dice esto»: el obispo es aquel «que observa». En resumen, el obispo «es un poco el centinela, también, que sabe mirar para defender el rebaño de los lobos que vienen: mira, está por encima del rebaño y con el rebaño; camina con su rebaño, cuida del rebaño».

«La vida del obispo está implicada con la vida del rebaño» reiteró el Papa. Cierto, «no es un empleado de una multinacional, por ejemplo, que va a hacer de inspector». Sin embargo, «el obispo está implicado con el rebaño pero vela». Y «hay una cosa más profunda en la forma de velar del obispo», porque «el obispo, como los pastores, velan». Y «velar —explicó Francisco— significa estar con el pueblo, también de noche: pensemos en los pastores en Belén» que «se turnaban durante la noche».

«Velar», reiteró el Pontífice, es «una bonita palabra para describir la vocación del obispo: velar para custodiar de los lobos, para confirmar la fe cuando el rebaño está un poco desorientado, para custodiar la fe». Por otro lado, añadió, «velar significa implicarse en la vida del rebaño. Jesús diferencia bien el verdadero pastor del empleado, de ese que va por el pago y no le interesa si viene el lobo y come» a una oveja: «no le interesa».

Sin embargo «el verdadero pastor que vela, que está implicado en la vida del rebaño, defiende no solo a todas las ovejas: defiende a cada una, confirma a cada una y si una se va o se pierde, va a buscarla y la lleva de regreso al redil». Y «está tan implicado que no deja que se pierda una». Pero esta es también «la oración de Jesús: en la última cena pide al Padre la gracia de que no se pierda ninguno: Jesús es obispo ahí y como obispo cuida de todos».

«Velar significa todo esto» afirmó el Papa, recordando que «el verdadero obispo no es solamente el vigilante que mira desde arriba hacia abajo, no es solamente el centinela», sino que «es el que vela implicado; que conoce el nombre de cada una de las ovejas y esto nos hace entender cómo Jesús ha concebido al obispo: cercano».

«La capacidad de velar nos dice “cercanía”» insistió Francisco. Por eso el pastor conoce a cada oveja «por nombre, dice Jesús». Y «el Espíritu Santo dio al pueblo de Dios el olfato de entender dónde hay un verdadero obispo respecto a un obispo que está desorientado». Por otro lado, añadió, «cuántas veces hemos escuchado: “Oh, este obispo, sí, es bueno, pero no cuida mucho de nosotros, está siempre ocupado”; o: “Este obispo se implica en los negocios, es un poco de negocios y eso no está bien”; o: “Este obispo se ocupa de cosas que no van con su misión; o: “Este obispo está siempre maleta en mano, siempre viajando, por todos lados”, o “guitarra en mano”, cada uno puede pensar».

«El pueblo de Dios —repitió el Pontífice— sabe cuando el pastor es pastor, cuando el pastor es cercano, cuando el pastor sabe velar y da la propia vida por ellos». El punto central es precisamente «la cercanía» y «la vida del obispo es estar con el rebaño, con cada uno». Y «la alegría del obispo» es «que ninguna oveja se pierda». Es más, «la muerte del obispo, del verdadero obispo», está siempre «en su rebaño».

«A mí me conmueve mucho pensar —confió al respecto Francisco— en la muerte de san Toribio de Mogrovejo: allí, en un pequeño pueblo indígena, en una tienda, rodeado de los cristianos indígenas que le tocaban la chirimía para que muriera en paz». Es la imagen del «pueblo que ama al obispo que les había cuidado».

«El obispo, con esta actitud de cercanía, de velar, de implicarse —también de oración, porque la primera tarea de los obispos es rezar— tiene esa relación íntima que Jesús ha querido entre obispo y pueblo, y con esta actitud confirma en la fe» afirmó el Papa. Él «custodia la fe del pueblo». Y precisamente «esto hicieron en Jerusalén los apóstoles con Pedro: vieron estos inquietos que iban allí, creyendo ser los verdaderos teólogos del cristianismo, para dar la verdadera doctrina», pero al final «trastornaron al pueblo, y los apóstoles decidieron intervenir y confirmar en la fe a ese pueblo de Dios». En práctica, «se hicieron cercanos».

«Recemos al Señor —concluyó el Pontífice— para que nos dé siempre buenos pastores» y «que no falte a la Iglesia la custodia de los pastores: no podemos ir adelante sin ellos. Que sean hombres así, trabajadores, de oración, cercanos, cercanos al pueblo de Dios. Digámoslo en una palabra: hombres que sepan velar».

 



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