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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LAS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO INTERNACIONAL DE VIUDAS CONSAGRADAS

Sala del Consistorio
Jueves, 6 d septiembre de 2018

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Queridas amigas:

Os recibo con alegría con motivo de vuestra peregrinación a Roma. Gracias por la presentación, y expreso mi cordial saludo a las integrantes de la Fraternité Notre Dame de la Résurrection y de la Communauté Anne la prophétesse, ahora presente en varios países, así como a los sacerdotes que os acompañan, y a través vuestro, a todas las personas que han sufrido la prueba de la muerte de su cónyuge.

«La viudez es una experiencia particularmente difícil [...] Algunos, cuando les toca vivir esta experiencia, muestran que saben volcar sus energías todavía con más entrega en los hijos y los nietos, y encuentran en esta experiencia de amor una nueva misión educativa [...]» (Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 254). Si esto es verdad para la mayoría de vosotras, la muerte de vuestro cónyuge también os ha llevado a reconocer una llamada particular del Señor y a responder consagrándoos a Él por amor y con amor. Junto con vosotras, doy gracias a Dios por la fidelidad de su amor que une a cada una, más allá de la muerte, con vuestro marido y que os ha llamado y consagrado para vivir hoy siguiendo a Cristo en castidad, obediencia y pobreza. «A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones que permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia “para que participemos de su santidad” (Hb 12,10)». (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 17). Así, con vuestra consagración, atestiguáis que es posible, con la gracia de Dios y el apoyo y acompañamiento de los ministros y otros miembros de la Iglesia, vivir los consejos evangélicos ejerciendo vuestras responsabilidades familiares, profesionales y sociales.

Vuestra consagración en la viudez es un don que el Señor da a su Iglesia para recordar a todos los bautizados que la fuerza de su amor misericordioso es un camino de vida y santidad, que nos permite pasar las pruebas y renacer a la esperanza y a la alegría del Evangelio. Os invito, pues, a mantener los ojos fijos en Jesucristo y a cultivar el vínculo especial que os une a Él. Porque es allí, en el corazón a corazón con el Señor, escuchando su palabra, donde conseguimos el valor y la perseverancia de entregarnos en cuerpo y alma para ofrecer lo mejor de nosotros mismos a través de nuestra consagración y nuestros esfuerzos (ver ibid., 25).

Ojalá vosotras también, mediante vuestra vida sacramental, deis testimonio de este amor de Dios que es para cada hombre una llamada a reconocer la belleza y la felicidad de ser amados por Él. Unidas a Cristo, sed levadura en la masa de este mundo, luz para aquellos que caminan en la oscuridad y en la sombra de la muerte. Con la calidad de vuestra vida fraterna, dentro de vuestras comunidades, procurad, a través de la experiencia de vuestra propia fragilidad, estar cerca de los jóvenes y de los pobres, para mostrarles la ternura de Dios y su cercanía en el amor. En esta perspectiva, os animo a vivir vuestra consagración en la vida diaria con sencillez y humildad, invocando al Espíritu Santo para que os ayude a testimoniar, en el ámbito de la Iglesia y del mundo, que «Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos», y que «quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 279).

Con esta esperanza, os confío al Señor y, por intercesión de la Virgen María, os imparto la bendición apostólica, que extiendo a cuantos forman parte de la Fraternité Notre Dame de la Résurrectión y de la Communauté Anne prophétesse. Y por favor, rezad por mí como yo rezo por vosotras. ¡Gracias!


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 6 de septiembre de 2018.

 



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