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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de julio de 1981

Alocución grabada la tarde anterior y transmitida por Radio Vaticano el domingo a la hora meridiana del Ángelus

 

1. "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla" (Mt 11, 25).

Esta frase del Evangelio del actual domingo de julio nos viene a la mente, queridos hermanos y hermanas, en el momento en que estamos reunidos para el rezo del Ángelus.

María es Aquella a la cual el Padre ha revelado más cosas, en el momento en que se presentó ante Ella el Ángel del Señor, anunciando: "Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús" (Lc 1, 31).

A Ella, antes que a nadie, llega esta Verdad que transforma al mundo... Verdad, tan frecuentemente escondida "a los sabios y entendidos" de este mundo... Y Ella, María de Nazaret, la acepta con la máxima sencillez de espíritu y, por esto, con la más auténtica plenitud.

Al reunirnos para la oración del Ángelus, abramos continuamente nuestros corazones a la misma Verdad Divina con una sencillez parecida. Que llegue a nosotros siempre de nuevo, en los diversos lugares y en las diversas circunstancias de la vida, tanto en el trabajo como en el descanso, y también ahora en el tiempo de vacaciones. Que esta Verdad Divina nos permita construir por todas partes y cotidianamente la vida a la que estamos llamados en Cristo...; que nos permita repetir con Cristo: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra". Este fruto de la oración del Ángelus es el que yo pido, queridos hermanos y hermanas, tanto para vosotros, como para mí.

2. Ruego, pues, por vosotros, por cada uno de vosotros, y por mí, para que se realicen en nosotros las palabras que Jesús dirige en la liturgia de hoy a todos los que están cansados y agobiados es decir, a los que sufren. He aquí que dice Él: "Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30).

Para que se cumplan estas sagradas palabras en mi mismo, particularmente durante el presente periodo de mi vida, y para que se cumplan también en tantos, tantos hermanos y hermanas míos que sienten quizá todavía más su "dulce yugo", rezo a María, Salud de los enfermos, a María, Refugio de los pecadores, Consuelo de los afligidos, a María, Auxilio de los cristianos, y ruego a todos los Santos.

* * *

Al final de su alocución el Santo Padre añadió estas palabras que no estaban escritas en el texto usado para la registración:

Saludo cordialmente a todos los que, reunidos en la plaza de San Pedro, participan en la plegaria común del Angelus Domini. Saludo a los romanos ya lo peregrinos; saludo especialmente a algunos grupos de peregrinos que han venido desde lejos, como por ejemplo a los peregrinos de Guatemala, nación que tanto ha sufrido últimamente. Saludo también a mis connacionales.

Y dijo en polaco esta frase:

Cordialmente saludo a mis connacionales presentes en la plaza de San Pedro, peregrinos a Roma, en particular al grupo de peregrinos de Warmia, con el obispo.

(En italiano)

Os doy las gracias por esta reunión de oración que continúa todos los domingos, incluso sin mi presencia. Alabado sea Jesucristo.

 



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