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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 16 de agosto de 1981

Queridísimos hermanos y hermanas:

1. Deseo dar gracias hoy junto con vosotros a la Madre de Dios y a la Iglesia por la oración del "Ángelus Domini", en la que hemos podido unirnos cada domingo y cada fiesta. A partir del 13 de mayo no he podido celebrar públicamente la sagrada liturgia, sobre todo la liturgia eucarística, ni siquiera en las festividades más grandes del año eclesiástico. No he podido encontrarme con vosotros en las solemnes audiencias públicas, que en este período del año suelen atraer a muchos peregrinos de todo el mundo a la plaza de San Pedro. No he podido visitar las parroquias de Roma, por no mencionar también otras visitas fuera de Roma previstas para este tiempo.

Sólo ha quedado la plegaria del "Ángelus Domini" que nos ha unido ininterrumpidamente ya desde el primer domingo después del atentado, y luego cada uno de los domingos sucesivos y las fiestas. Y a pesar de que no podía dirigir esta oración de modo visible sino solamente a través de Radio Vaticano, sin embargo esta única expresión de unión ha tenido para vosotros y para mí un significado muy particular. Por ello deseo dar gracias a la Madre de Cristo y a la Madre Iglesia por la oración del "Ángelus Domini", que desde hace años forma parte del programa del servicio papal a Dios y del servicio al Pueblo de Dios.

2. Puesto que el domingo de hoy coincide con la memoria de San Esteban, Rey de Hungría, padre de esta nación magiar, puntal y defensor de la fe cristiana en tan noble país, deseo rezar en esta oración por todos nuestros hermanos y hermanas pertenecientes a dicho país. En las Cartas especiales dirigidas al Episcopado húngaro, más de una vez he expuesto esta verdad concerniente a la gran herencia de fe, de moral y de cultura que tiene sus comienzos en la persona y misión de San Esteban.

Y también hoy, junto con vosotros que participáis en nuestra oración en la plaza de San Pedro, deseo encomendar esta importante herencia ―parte integral de la tradición cristiana y de la cultura europea― al Patrono de Hungría, San Esteban, y a la Madre de Cristo, Señora de todos los hijos e hijas de la querida nación magiar. A cuantos viven en ella y a los que se encuentran fuera de los confines de la patria, les aseguro mi cordial recuerdo e imploro para ellos, con afecto, particulares bendiciones celestiales.

No cesemos de orar los unos por los otros.

3. Un impulso del corazón me llevó del hospital Policlínico Gemelli a la tumba de San Pedro y me ha hecho celebrar aquí la gran solemnidad de la Asunción de María Santísima.

Esta tarde me voy a Castelgandolfo para transcurrir algunas semanas, a fin de continuar el período de convalecencia fuera del hospital, siguiendo las recomendaciones de los médicos.

La oración del "Ángelus Domini", rezada cada domingo desde el balcón de Castelgandolfo, constituirá en adelante un momento importante de nuestro encuentro, mientras no pueda asumir a pleno ritmo mi ministerio episcopal y pastoral.


Después del Ángelus

Al día siguiente de la gran fiesta de Nuestra Señora glorificada al lado de Cristo y de la que veis tantas imágenes en las iglesias e incluso en las calles de Roma, me complazco en saludar a los visitantes de lengua francesa, a quienes deseo feliz peregrinación y vacaciones sanas en familia o con los amigos. Llevo vuestras intenciones a la oración y os bendigo de todo corazón..

Me da alegría dirigir un saludo especial a los peregrinos de habla inglesa presentes hoy. Os doy las gracias, a vosotros y también a los miles y miles de personas que me han sostenido con sus oraciones durante mi enfermedad. Dios os bendiga y os guarde en su amor.

Saludo y bendigo cordialmente a cuantos entendéis el alemán, y os deseo días de serenidad y reposo, y también de reflexión en favor de una vida llena ante Dios, Creador nuestro.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, presentes en la plaza de San Pedro o con ella conectados a través de la radio y de la televisión.

Amadísimos, deseo animaros a . poner siempre vuestra confianza en Dios que todo lo puede. El está con vosotros, no le olvidéis. Con estos votos os imparto de corazón la bendición apostólica.

A los amadísimos peregrinos, visitantes y oyentes de lengua portuguesa va igualmente mi saludo cordial con deseo de todo bien. Que vuestra fe crezca sin cesar viviendo con amor la dignidad de criaturas e hijos de Dios en la comunidad de todos los hombres "llamados a la salvación" en Cristo. En su nombre os bendigo de todo corazón.

Me dirijo ahora brevemente a todos los peregrinos de Polonia presentes en Roma. Al miraros, pienso en las decenas de millares de peregrinos que se congregaron ayer en Jasna Góra llegados de Varsovia y de otras ciudades polacas. Les doy las gracias de las oraciones por la Iglesia y por la patria, y también por mis intenciones. Y les correspondo con oraciones por todos ellos; por todos mis compatriotas, por la patria, que es nuestra madre, pues encuentra su modelo en la Madre de Cristo. ¡Alabado sea Jesucristo!

Una vez más, gracias de vuestra presencia que no está de acuerdo con la tradición de estos días del "Ferragosto", tiempo en que Roma se queda desierta; pero no la plaza de San Pedro. Gracias. Mil gracias. Hasta pronto.

 



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