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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 20 de diciembre de 1981

 

1. Alma Redemptoris Mater...

Con estas palabras comienza la antífona mariana, que la Iglesia reza especialmente en la liturgia del Adviento, como también en la liturgia del tiempo de Navidad.

El pueblo cristiano pide ayuda a la Madre del Redentor

Al presentar en ella el estado de la humanidad después del pecado original, la Iglesia pide a la Virgen, "Puerta del cielo" y "Estrella del mar", que venga en ayuda de esta humanidad y de cada uno de los hombres, que quieren levantarse de las caídas y liberarse de las cadenas del mal:

"Succurre cadenti, / surgere qui curat, populo: / tu, quae genuisti, natura mirante, / tuum sanctum Genitorem".

Resulta penetrante el sonido de estas palabras, particularmente cuando las cantamos con la antigua entonación gregoriana. En ellas se encierra como una nostalgia del bien perdido y, a la vez, la esperanza vinculada a la Navidad del Señor. Aquella que, por la potencia sobrenatural de Dios, se ha convertido en la Madre del Eterno Verbo, puede ayudar al hombre y a la humanidad.

2. En el tiempo de Adviento, cuando nuestra mente capta con más profundidad la verdad revelada por Dios, y nuestros corazones se purifican para la venida del Señor, la Iglesia recuerda a todos el problema de las vocaciones para el servicio exclusivo de Dios. Las vocaciones son, en todas partes y siempre, un criterio de la fecundidad espiritual. El campo de la Iglesia las hace nacer en los corazones, igual que la tierra fértil da el fruto a su tiempo. Desde este punto de vista, consideramos el período de Adviento como el tiempo particularmente privilegiado, como el tiempo de la gracia y de la visitación, y por esto, pedimos mucho más encarecidamente que no falten al Pueblo de Dios, en ningún lugar, los administradores de los misterios divinos; que no falten tampoco las personas ―hombres y mujeres― que, viviendo según los consejos evangélicos, den testimonio del "reino futuro", al cual nos prepara toda la historia de la Iglesia y del mundo mediante un Adviento incesante.

Es necesario que esta oración se intensifique, especialmente allí donde las vocaciones faltan más.

"Alma Redemptoris Mater..., succurre".

3. Quiero ya hoy, en vísperas de las fiestas navideñas, dirigir los pensamientos y los corazones de todos hacia los que, en estas fiestas, se encontrarán bajo el sufrimiento: en los hospitales, en las cárceles, en los campos de concentración, en el exilio, lejos de sus seres queridos... ¡Cuántos modos diversos de sufrimiento prueban el alma y el cuerpo del hombre, de nuestro hermano y de nuestra hermana! Es difícil recordarlos todos.

Desde el corazón de la Iglesia fluyen las palabras de esperanza del Adviento: ¡El Señor está cerca!

Deseo compartir hoy esta esperanza con los que tienen más necesidad de ella. Que, tras las palabras, venga la Luz e ilumine la oscuridad de la existencia humana, incluso de la más difícil. Que venga la Gracia y revele la dignidad humana, que se deriva del misterio del nacimiento de Dios. Que cada uno de los hombres se levante de cualquier depresión en que se encuentre. Alma Redemptoris Mater! Succurre!

4. Haciendo referencia a las palabras de la misma antífona de Adviento, deseo encomendar a la Madre de Dios mi patria, la nación de la que soy hijo. Desde diversas partes recibo la seguridad de oraciones y de solidaridad espiritual. Estoy profundamente agradecido por esto. Estoy agradecido además por la convicción manifestada en estas circunstancias de que los problemas actuales de Polonia son importantes para todas las naciones y sociedades, para Europa y para el mundo contemporáneo. Y por esto continúo pidiendo a todos la oración y la solidaridad para ese pueblo, que tiene derecho a poder vivir la propia vida en la paz y en el respeto de los derechos humanos.

De modo particular invito a orar por los que en los días pasados han perdido la vida, o han sido heridos, por los detenidos y por los que han sido arrancados de sus familias, así como por las familias que han sido privadas de sus seres queridos. Dentro de pocos días será el nacimiento del Señor. La oración de la Iglesia y de todos los hombres de buena voluntad envuelva a Polonia, mi patria: "Alma Redemptoris Mater.... succurre cadenti, surgere qui curat populo!".


Después del Ángelus

Dirijo ahora un saludo especial a los niños de las parroquias romanas que han venido a la oración del Ángelus trayendo consigo la pequeña imagen del Niño Jesús para que el Papa se la bendiga.

Queridísimos: Estoy contento de que en vuestras casas se conserve la hermosa tradición de construir el nacimiento con ocasión de Navidad. Así será más fácil para vosotros y para vuestros seres queridos recordar el misterio del amor que se realizó en Belén, cuando el Hijo de Dios quiso nacer de la Virgen María para traernos la salvación. Al bendecir las pequeñas imágenes, que traéis en vuestras manos, quiero bendecir al mismo tiempo a vosotros y a todos los miembros de vuestras familias, con el deseo cordial de que la próxima Navidad lleve alegría y paz a vuestras casas y a las de todos los niños del mundo.

 



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