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VIAJE APOSTÓLICO A ESPAÑA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Barcelona, 7 de noviembre de 1982

 

Queridos barceloneses y españoles todos.

¡Virgen de Montserrat! ¡Templo de la Sagrada Familia!

Visitando hoy estos dos lugares tan queridos por vosotros, tengo la grata impresión de respirar la genuina religiosidad cristiana —tan antigua como sus raíces y siempre fresca en sus manifestaciones— que da robustez al espíritu propio de esta Ciudad Condal y de toda Cataluña.

1. Allá arriba en Montserrat, María sigue aceptando, en el silencio confidente de cuantos acuden a Ella, el riesgo providencial de ofrecer su seno virginal, en acatamiento de la voluntad de Dios Padre, para que los hombres renueven sin cesar los corazones a imagen de su Hijo, Jesús, y bajo el aliento creador del Espíritu. María, Virgen y Madre —presente en tantos santuarios—, da cuna y morada de salvación a la nueva humanidad restaurada en Cristo, la Iglesia, cuyos hijos “no nacen de linaje humano, ni por impulso de la carne, ni por deseo de varón, sino que nacen de Dios”.

También vosotros, que me escucháis, sois nacidos de Dios. ¡Sois hijos de María! Sí, porque la Iglesia es el hogar universal de la familia de Dios, es vuestro hogar.

2. De esta realidad misteriosa quiere ser expresión visible este magnífico templo de la Sagrada Familia de Barcelona, debido a la inspiración de un alma particularmente sensible a todo lo eclesial como el padre José Manyanet y Vives, y obra de arte del genial maestro Antonio Gaudí. Realidad misteriosa, pero verdadera, porque Barcelona ha sabido dar vigencia a esta vocación familiar, mediante la unidad de fe y la comunión de vida que animan el quehacer cotidiano de sus habitantes.
“Cap y Casal” de Cataluña, Barcelona es admirada en el mundo por el conocido dinamismo, laborioso y emprendedor de sus hombres; pero no menos encomiable y meritorio, sobre todo para la Iglesia, es el tradicional ánimo acogedor que a lo largo de la historia ha llevado a barceloneses y catalanes, a vosotros, a compartir ciudadanía humana y cristiana con innumerables gentes, originarias de otras regiones de España.

Entre vosotros han formado un hogar; a vuestro lado ha quizá recobrado sentido y respiro su propia vida; con vosotros han emprendido ilusionados esa andadura de dolores y gozos que se va abriendo paso día a día en la existencia, como recuerdan los misterios del Rosario, representados en este templo.

Es pues sumamente aleccionador que todos unidos podáis proclamar ante la Iglesia que esta ciudad y esta región son un hogar amplio y abierto a la fraternidad cristiana, donde ya “no hay extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, pues edificados... sobre el Mesías, como piedra angular”.

3. Este templo de la Sagrada Familia es una obra que no está aún terminada, pero tiene solidez desde un principio, recuerda y compendia otra construcción hecha con piedras vivas: la familia cristiana, célula humana esencial, donde la fe y el amor nacen y se cultivan sin cesar. Que la familia sea siempre entre vosotros auténtica “Iglesia doméstica”, lugar consagrado al diálogo con Dios Padre, escuela de seguimiento a Cristo por los caminos indicados en el Evangelio, fermento de convivencia y de virtudes sociales en estrecha comunión con el Espíritu que habita en nuestras almas.

Al recitar ahora el Ángelus, quisiera que en el corazón de todos haya una intención especialmente afectuosa y suplicante para las madres de familia, cuya misión tiene su modelo en María, Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia. “La Virgen —nos dice el Concilio Vaticano II— fue en su vida ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan a regenerar a los hombres” (Lumen gentium 65).

Que Déu beneeixi les vostres families.

 



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