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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 11 de noviembre de 1984

 

1. Nos reunimos, el II domingo del mes de noviembre, para la plegaria del "Ángelus". En esta oración meditamos con fidelidad y novedad de corazón, que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14).

La primera morada del Verbo encarnado fue la Sierva del Señor, la Virgen María de Nazaret.

Nos unimos a Ella de modo particular mediante esta oración, y con Ella sobre todo meditamos esta verdad: Dios-Hijo se hizo hombre y la Virgen es Madre de Dios.

Esta verdad es profundamente penetrante y, a la vez, inescrutable. Hay que meditarla, pues, con frecuencia y vivir siempre bajo su luz.

2. El mes de noviembre está dedicado a la conmemoración de los difuntos.

No sólo los recordamos, sino que, mediante este recuerdo, renovamos en nosotros la fe en la vida eterna.

En el pasaje de la primera Carta a los Tesalonicenses, que se lee en la Misa de hoy, escribe San Pablo: "Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él" (1 Tes 4, 14-15).

"Los llevará": de la muerte a la vida nueva: a esa vida que se ha revelado en la resurrección de Cristo, después de su muerte en la cruz.

Esta vida está en Dios, viene de Dios mismo. Ningún otro puede dársela al hombre. Participan de ella los que, juntamente con Cristo, "han nacido de Dios" (Jn 1, 13).

3. En la liturgia de hoy la Iglesia clama con las palabras del Salmista:

"Mi alma está sedienta de Ti, Señor" (del Salmo 62).

Clama así recordando a los difuntos que se purifican todavía, después de la vida terrena, para poder conseguir la perfecta participación gloriosa en la vida divina.

Unámonos a este clamor de la Iglesia, al rezar el "Ángelus".

 



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