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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 7 de febrero de 1988

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Desde hace diez años la Iglesia que está en Italia celebra, el primer domingo de febrero, la Jornada en favor de la vida. En este día la Iglesia que está en Roma ha promovido una sencilla manifestación de cara a llamar la atención de la ciudad sobre este valor fundamental. Saludo a los numerosos representantes de asociaciones, grupos, movimientos y fieles de la diócesis, que están presentes con el cardenal Vicario y los obispos auxiliares en la plaza de San Pedro para el rezo de la plegaria mariana.

2. El valor de la vida es tan esencial que lo pueden comprender hasta los hombres más desatentos y menos motivados. Pues bien, nuestro tiempo, que parece haber alcanzado el culmen del progreso en muchos campos, ve ese valor acechado por una cultura multiforme y una práctica de la violencia que se ensaña de modo especial con los más débiles e indefensos, como son los niños en el seno materno y los ancianos, a quienes a menudo se deja solos y con el corazón lleno de tristeza.

Por eso, esta Jornada constituye una ocasión propicia para hacer una llamada a los creyentes en Cristo y a todos los hombres de buena voluntad en orden a una reflexión común sobre el valor sagrado de la vida, en todo el arco de la existencia, sobre el deber primario de acoger la vida que nace.

3. En este Año Mariano la Conferencia Episcopal Italiana ha elegido acertadamente como tema de la Jornada en favor de la vida la expresión evangélica: "Bendito el fruto de tu vientre". Estas palabras de Isabel a María, al mismo tiempo que evocan en los creyentes el inicio de la salvación de la humanidad, revelan también qué don del Señor "son los hijos" (Sal 126, 3). Si María es bendita entre todas las mujeres, cada madre de la tierra es bendita, porque cada fruto de su vientre es bendición.

Reafirmar esta verdad es decir un sí a la vida: un sí al amor verdadero entre los esposos, siempre abierto a la vida; un sí auténtico que debe ayudarles a superar las dificultades que no faltarán en cada opción definitiva.

4. Decir sí a la vida como María Santísima, en el momento de la Anunciación, admirable e histórico para la humanidad entera; dar gracias a Dios que nos ha dado la vida por medio de nuestros queridos padres, alegrarnos y ser solidarios con quienes están llamados a darla y protegerla: Es lo que hoy quiero repetir a cada uno de vosotros.

Las parejas jóvenes no han de tener, pues, temor de donar la vida; y los agentes sociales y pastorales, de sostenerla y defenderla en todos los lugares donde estén llamados a servir a la gran comunidad humana.

En este Año Mariano la que es Madre de Jesús, y en Jesús Madre de todos los hombres, nos llama a preparar el adviento del tercer milenio, acogiendo las jóvenes vidas, comprometiéndonos a formarlas y a educarlas en el amor de Dios y los hermanos; así abriremos nuevos caminos a la confianza y a la esperanza. A María consagramos ahora en la plegaria el fruto de cada vientre.



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