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VISITA PASTORAL A GROSSETO (ITALIA)

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 21 de mayo de 1989

 

Muy queridos hermanos y hermanas:

1. Ha llegado el momento del rezo del Ángelus, la oración que cada día nos recuerda el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios en el seno de María Santísima.

Hoy, fiesta de la Trinidad, la celebración litúrgica nos invita a recordar con especial espíritu de fe el hecho de que María en la Anunciación fue introducida de modo singular al misterio de la revelación y de la vida trinitaria. El ángel anuncia a María que el Señor está con Ella, porque Dios la ha colmado de gracia, de la plenitud del don de la vida divina. Junto con tal saludo se le revela la obra del Espíritu Santo que descenderá sobre Ella y la cubrirá con su sombra (Lc 1, 35). En la Anunciación María comprende el misterio de la encarnación del Hijo de Dios: Aquel que nacerá de Ella es el Verbo de Dios, que se ha hecho carne en Ella (cf. Jn 1, 14). En el signo salvífico de la Santísima Trinidad el don de la encarnación constituye, por tanto, el vértice y el centro de toda la revelación que Dios ha querido hacer de Sí mismo al hombre, y el vértice de la donación salvífica que Dios hace de Sí y de su vida por nuestra salvación. En Cristo, efectivamente, Dios nos ha comunicado la palabra definitiva de su verdad: "Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15, 15); y en Cristo se ha cumplido la promesa de la redención.

2. Participando de este misterio de Dios Uno y Trino, María se hace instrumento de gracia destinado a traer la salvación, por obra de Jesús, a toda la humanidad. La "gracia", que tiene su fuente en la vida trinitaria, se le da a María en plenitud, y en virtud de este privilegio María se convierte para nosotros en "Madre en el orden de la gracia" (Lumen gentium, 61).

Con estos pensamientos, he contemplado el dulcísimo rostro de la "Virgen de las Gracias", que el conocido pintor Matteo di Giovanni, movido por sentimientos de fe y de amor, ha pintado estupendamente en el cuadro que se custodia en esta catedral desde hace siglos, y que la población venera como icono milagroso, como punto de referencia de la piedad y de la fe.

Ahora dirijo a Ella la oración, como peregrino en esta tierra de Marisma, y confío a sus maternales cuidados la ciudad y la diócesis de Grosseto y toda la Iglesia.



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