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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 27 de enero de 1991

 

Hermanos y hermanas:

1. El ansia y la tristeza, manifestadas ya, por desgracia, en muchas oportunidades a causa de la guerra en la zona del Golfo, siguen aumentando como consecuencia de los continuos combates, a los que se agregan ahora riesgos ambientales catastróficos.

Las víctimas civiles y militares, y las enormes destrucciones, hacen cada vez mayor y más intenso el dolor. Todos estamos invitados a dirigirnos al Señor con mayor insistencia y fe: es el gran recurso a disposición de quienes creen y esperan en la misericordia divina.

2. Oremos, ante todo, por la paz, para que Dios nos la conceda pronto, iluminando a los responsables a fin de que abandonen cuanto antes ese camino, que no es digno de la humanidad, y busquen con confianza la justicia mediante el diálogo y la negociación; y para que se vean coronados los esfuerzos de quienes, generosamente, siguen proponiendo iniciativas que permitan poner fin al conflicto.

Oremos por las poblaciones civiles probadas por los bombardeos u obligadas, en gran número, a abandonar sus casas o su patria y a afrontar la trágica experiencia del refugiado: ¡que Dios los consuele, e inspire en toda la humanidad sentimientos e iniciativas de solidaridad concreta!

Por mi parte, ya he dado disposiciones para que, en el seno del Pontificio Consejo "cor unum", se instituya una comisión encargada de cooperar con las iniciativas que, en el campo internacional, van surgiendo con la finalidad de prestar ayuda a los refugiados en Oriente Medio.

Oremos para que la actual tragedia no se convierta en algo aún más grave y deshumano, con acciones inaceptables, tanto desde el punto de vista de la ética natural, como desde el punto de vista de los acuerdos internacionales vigentes. Motivo de gran amargura son las noticias que llegan acerca de la suerte de los prisioneros de guerra y del peligro de que se recurra al arma del terrorismo. ¡Que Dios aleje de todos la tentación de usar semejantes medios contrarios a los más elementales principios morales y condenados por el derecho internacional!

3. Oremos una vez más junto con todos los creyentes de las tres religiones que tienen sus raíces históricas en Oriente Medio: judíos, cristianos y musulmanes. La fe en el mismo Dios no debe ser motivo de conflicto y rivalidad, sino de compromiso para superar, a través del diálogo y la negociación, los contrastes existentes. ¡Que el amor infinito del Creador ayude a todos a comprender lo absurdo de una guerra en su nombre, e infunda en el corazón todos y cada uno verdaderos sentimientos de confianza, comprensión y colaboración para el bien de toda la humanidad!

Llenos de confianza, encomendemos estas intenciones a la Virgen Santísima, Reina de la paz.



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