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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 3 de febrero de 1991

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Se celebra hoy en Italia la Jornada en favor de la vida, tradicional cita para reflexionar y orar, e invitación concreta a comprometerse en la defensa y en la promoción de la vida humana desde su concepción hasta su término natural. Siento la necesidad de unir mi voz a la de los obispos italianos para repetir, una vez más, con claridad y valor que "la ley divina de 'no matar' atañe a todos los hombres y obliga a cada uno de ellos independientemente de sus convicciones religiosas, porque es la ley que el Creador ha inscrito en la conciencia del hombre como ley natural" (Audiencia general del 30 de enero de 1991). Por esta razón, los políticos los administradores y los responsables de los servicios sociales y sanitarios deben reconocer en el amor a la vida "el presupuesto y el contenido fundamental de la promoción del bien común y no dejar nada sin intentar, a fin de que se aseguren las condiciones económicas, sociales y culturales de una libertad efectiva frente a la vida", (del Mensaje de los obispos italianos para la Jornada en favor de la vida).

2. "Amor a la vida, opción de libertad". He aquí el tema de esta Jornada que nos impulsa a considerar ese binomio inseparable: vida y libertad. ¿Cómo puede haber libertad donde la vida toda vida humana, no es acogida y amada? ¿Cómo puede existir auténtico progreso social cuando se justifican y se legalizan los ataques y las amenazas contra la vida del hombre, don gratuito del amor providente de Dios? Si no hay respeto a la vida, se está ya en el reino de la muerte: muerte de los sentimientos, apagados por el hedonismo desenfrenado y alienante; muerte del sentido moral, arrollado por el egoísmo estéril y devastador, mientras la conciencia corre el peligro de cerrarse a la verdad y le cuesta reconocer aquel único bien que puede hacer feliz al hombre.

La vida siempre debe ser defendida, acogida con amor y acompañada con constante respeto. Como seres humanos y como creyentes, nunca tenemos que dejar de promover la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte. Hemos de proclamar la intangibilidad del derecho a vivir —y a vivir con dignidad— contra el aborto, crimen aberrante que presenta las características del sistema totalitario con respecto al más indefenso de los seres humanos. Tenemos que proclamar este derecho contra cualquier tipo de manipulación genética, que acecha el desarrollo de la persona; contra la eutanasia y el rechazo práctico de los más débiles; contra el racismo y la violencia homicida de cualquier índole. Debemos proclamar este derecho contra la guerra, contra esta guerra que se sigue combatiendo en la zona del golfo Pérsico, con creciente amenaza para toda la humanidad.

3. María, Madre de los hombres,
acoge nuestra súplica
que se hace eco del grito angustiado
de las víctimas del aborto, del odio,
de la guerra y de muchos otros atentados
contra la vida.
Sé sostén para los débiles
y consuelo para el que padece injustamente.
Toca el corazón
de quien rechaza la luz de la verdad
y, matando, mortifica su propia humanidad.

Recurrimos a ti con confianza,
Madre de misericordia, Madre de la vida.

Al dirigir mi saludo a todos los presentes en la plaza de San Pedro, quisiera expresar mi particular estima a los fieles de la diócesis de Roma que, con ocasión de la decimotercera Jornada en favor de la vida, han venido aquí junto con el monseñor pro-vicario y los obispos auxiliares.

Me alegra el hecho de que la diócesis de Roma esté empeñada en la defensa y la promoción de la vida humana: esta iniciativa atestigua la voluntad de edificar el propio futuro sobre la recta conciencia, iluminada por el Evangelio

Os aliento de todo corazón a proseguir por esta senda: creer en los valores de la vida humana y dar la propia aportación para promoverla, son condiciones irrenunciables si se quiere edificar la paz en las familias y entre los pueblos.

Me complace asimismo todo lo que se está haciendo en Roma en el campo de la pastoral familiar. El apoyo espiritual y moral a las familias está íntimamente ligado a la defensa y a la promoción de la vida humana.



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