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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Miércoles 29 de junio de 1994

 

Queridísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Al recordarlos, la Iglesia vuelve a sus fuentes, como buscando la lozanía y el entusiasmo de la primera hora.

En realidad, la fuente es una sola: Cristo. Él es el corazón de la Iglesia, todo su bien.

Pero ¿cómo encontrarlo, sin aquellos a quienes eligió como Apóstoles y puso como fundamento de su comunidad? Sin ellos, faltaría el eslabón necesario que nos une a nosotros al Maestro.

Pedro y Pablo son figuras eminentes entre los Apóstoles.

A Pedro se le concedió ser la Roca sobre la que se apoyan para siempre la fe y la unidad de la Iglesia: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18).

Pablo fue llamado a ser apóstol de los gentiles, heraldo de la gracia de Cristo y constructor incansable de comunidades animadas por el Espíritu de Dios.

Dos vocaciones complementarias. Dos personalidades eminentes. Dos existencias conquistadas por Cristo. Pablo quiso sintetizar el sentido de su vida con una afirmación que también Pedro podría haber hecho suya, y que sigue siendo el programa de la Iglesia de todos los tiempos: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1, 21).

2. Sí, Cristo es la vida de la Iglesia. La Iglesia lo señala y lo ofrece al mundo.

Pero para que el anuncio pueda llegar a los corazones, es necesario que los hijos de la Iglesia tengan el ánimo de Pedro y Pablo, que vibren con su fe y con su amor.

Esta mañana hemos vivido un momento maravilloso en la basílica de San Pedro: veinte metropolitanos de diversas partes del mundo han venido para recibir el palio, signo de la unión con la Sede de Pedro. También la presencia de la delegación ortodoxa enviada por el patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, ha reforzado hoy esta expresión tradicional de comunión.

Cristo quiere que tengamos un solo corazón y una sola alma. El recuerdo de san Pedro y san Pablo nos impulse a hacer todo lo posible para no afrontar separados los desafíos del tercer milenio.

3. Volvamos nuestra mirada a María, Reina de los Apóstoles y Madre de la Iglesia. Ella estaba en el cenáculo, junto a Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los impulsó hacia los caminos del mundo. Que ella nos fortalezca y nos acompañe hoy con su intercesión, para que realicemos plenamente la unidad por la que Cristo oró y los Apóstoles dieron su vida.


Después del Ángelus

Un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española; en particular, a los que acompañan a sus Arzobispos, que han recibido el palio. Que san Pedro y san Pablo os alienten en vuestro testimonio de fe.



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