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VISITA PASTORAL A TRENTO

JUAN PABLO II

REGINA COELI

 Domingo 30 de abril de 1995

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Al término de esta solemne celebración, durante la cual he tenido la alegría de beatificar a Juan Nepomuceno de Tschiderer, hijo de esta tierra y obispo de Trento, dirigimos ahora nuestra plegaria a María santísima, de la que el nuevo beato era devotísimo.

El Trentino —como toda Italia— está sembrado de santuarios marianos. Quisiera recordar aquí algunos, particularmente queridos al pueblo cristiano que vive en estos valles espléndidos: la Virgen de Caravaggio en Montagnaga de Baselga de Piné, la Virgen de las Gracias de Arco; la Virgen del Auxilio de Segonzano; la Virgen de las Gracias de Folgaria, vinculada a la memoria de mi venerado predecesor Juan XXIII, la Virgen del Lares de Bolbeno; la del Feles de Bosentino; la Dolorosa de Cavalese y la Virgen de la Asunción de Campiglio.

2. Me alegra poder evocar con vosotros esta corona de casas de oración dedicadas a María precisamente hoy, víspera del mes de mayo, dedicado tradicionalmente a la Madre de Dios. No hay que pensar que esta tradición ha sido superada por los tiempos. Ciertamente, las generaciones pasadas vivían en un ambiente social y cultural muy diferente del actual, más sencillo, más cercano a la naturaleza y a sus ritmos; y el mes de mayo era una síntesis feliz de fe y cultura popular.

Sin embargo, ¿el tiempo actual no tiene mayor necesidad de paz y de armonía del cuerpo y del espíritu? El hombre de hoy necesita, sobre todo, redescubrir la dimensión del silencio y de la oración, dimensión indispensable para abrir el corazón a Dios y a los hermanos.

María, discípula perfecta de su Hijo Jesús, es maestra de todo esto: maestra de oración y de vida, y de espiritualidad encarnada en la humanidad. Nos enseña cómo se escucha la palabra de Dios y cómo se la pone en práctica en la vida de cada día.

3. Junto con María recordamos también a san José, a quien mañana, primero de mayo, celebraremos como artesano y patrono de los trabajadores. Lo mismo que el pasado 19 de marzo, también hoy deseo encomendar a san José el mundo del trabajo y, de modo especial, a los hombres y mujeres que trabajan en esta tierra tridentina, donde el artesanado es particularmente floreciente y famoso.

Oremos y hagamos lo posible a fin de que haya trabajo para todos, especialmente para los jóvenes. Pero cuidemos de que esté siempre iluminado y sostenido por una visión religiosa de la vida, por el amor a Dios y al prójimo, y por una conciencia moral sensible y honrada. Promovamos continuamente la unidad familiar y el servicio a la vida. María y José de Nazaret, artesanos de la familia y de la vida, sean modelo y guía para los jóvenes, los cónyuges y los ancianos en todas las familias tridentinas e italianas.

 



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