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JUAN PABLO II

REGINA COELI

 Domingo 7 de mayo de 1995

 

Amadísimos hermanos y hermanos:

1. Hemos llegado al término de esta solemne celebración eucarística, durante la cual he tenido la alegría de elevar al honor de los altares a cinco nuevos beatos. Ellos, con fidelidad y constancia, imitaron a Cristo, buen Pastor, que da vida por su grey.

La figura del buen Pastor es un cuadro significativo para la Jornada mundial de oración por las vocaciones, que la Iglesia entera celebra precisamente hoy, cuarto domingo de Pascua. Que la Virgen santa interceda ante el buen Pastor, su Hijo divino, para que no falten sacerdotes santos en la Iglesia y se difunda cada vez más el evangelio del amor y de la paz entre los hombres.

2. Precisamente a la paz va ahora mi pensamiento, recordando el 50° aniversario de la conclusión de la segunda guerra mundial en Europa.

Para esta ocasión histórica, que se celebra mañana 8 de mayo, quiero enviar a todos los hombres de buena voluntad una Carta que se hará pública en los próximos días. En ella reafirmo que no se edifica una sociedad humana y justa basándose en la violencia y en la fuerza de las armas. Por tanto, es necesario que, repensando en los terribles seis años de la última guerra mundial, la humanidad reflexione sobre las consecuencias dramáticas que derivaron de ella.

¡Nunca más la guerra! Hago mías las palabras de mi venerado predecesor Pablo VI con la esperanza de que este deseo se convierta en esfuerzo de todos. Esfuerzo para construir la auténtica paz en la verdad y en la libertad; esfuerzo para superar los contrastes y las dificultades mediante el diálogo y la comprensión recíproca.

¡La paz es don de Dios! Para que triunfe en el mundo, se necesitan, ante todo, corazones nuevos. Sólo el buen Pastor puede dar esta novedad de vida, y la da a cuantos escuchan su voz y lo siguen.

¡La paz es nuestra misión! La terrible página histórica de la segunda guerra mundial es para todos una severa advertencia a fin de que rechacen la cultura de la guerra y busquen todos los medios legítimos y oportunos para acabar con los conflictos que aún ensangrientan muchas regiones del mundo.

Pidamos a Dios la luz y la fuerza necesarias para ello, y encomendemos nuestro compromiso sincero a la intercesión de María, Reina de la paz.

* * *

Después del Ángelus

Saludo con afecto a todos los peregrinos de lengua española, en especial a los venidos desde la querida Venezuela: la Beata María de San José vivió con intensidad la devoción a la Santísima Virgen. Imitadla también en esto y haced vuestra aquella máxima que repetía frecuentemente: “A María por la Eucaristía y a la Eucaristía por María”.



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