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VIAJE APOSTÓLICO A ALEMANIA
(21-23 DE JUNIO DE 1996)

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Estadio Olímpico de Berlín
Domingo 23 de junio de 1996

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Al término de la celebración, una vez más quisiera saludaros de corazón y agradeceros esta conmovedora celebración de la beatificación de Karl Leisner y Bernhard Lichtenberg. Precisamente la historia y el carácter simbólico de esta ciudad nos impulsan a realizar, en todas las ocasiones, oportunas e inoportunas, la misión que nos ha sido confiada a nosotros y a ellos. Debemos llamar sinceramente por su nombre a la razón y el error, a la justicia y la injusticia, a lo humano y lo inhumano, y promover abiertamente y con decisión la libertad, la solidaridad y la dignidad del hombre.

2. Desde este famosa ciudad, que ha vivido de modo particular el destino de la historia europea de este siglo, quisiera anunciar a toda la Iglesia mi intención de convocar una II Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos para Europa. Como otras asambleas sinodales semejantes en otras partes del mundo, deberá ocuparse de la preparación del gran jubileo del año 2000 (cf. Tertio millennio adveniente, 38).

Después de los conocidos acontecimientos del año 1989 y las nuevas condiciones que se crearon tras la caída del muro que había sido levantado precisamente en esta ciudad, era necesaria una reflexión de los representantes de las Conferencias episcopales del continente. La Asamblea extraordinaria de 1991 realizó esta tarea. El desarrollo ulterior de los cinco años siguientes en Europa han brindado la oportunidad de un nuevo encuentro con los representantes de los obispos europeos, para analizar la situación de la Iglesia con vistas al jubileo. Es preciso lograr que las grandes fuerzas espirituales del continente puedan desplegarse en todas las direcciones y que se creen las bases para una época de auténtico renacimiento a nivel religioso, social y económico. Esto será fruto de una nuevo anuncio del Evangelio.

3. Os invito a todos a invocar desde ahora la intercesión celestial de los patronos de Europa, san Benito y los santos Cirilo y Metodio. Partiendo desde sus respectivas tradiciones occidentales y orientales lograron dar una contribución fundamental a la unidad cultural y espiritual de esta parte de la tierra.

También quisiera encomendar la próxima Asamblea sinodal a todos los beatos y a todos los santos del viejo continente y, en particular, a la protección materna de la santísima Virgen María, tan venerada por todos los pueblos de Europa. Que ella, la primera que con su fiat acogió al Verbo encarnado y lo ofreció a toda la humanidad, nos acompañe y nos sostenga en nuestro camino hasta la histórica meta del comienzo del tercer milenio cristiano.

 



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