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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Castelgandolfo
Domingo 20 de julio de 1997

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Ayer regresé de un breve período de descanso en el Valle de Aosta, y me alegra aprovechar la ocasión que me brindan estos momentos de oración mariana para tomar contacto, de modo público y a la vez familiar, con la comunidad de Castelgandolfo.

Os saludo cordialmente a todos vosotros, ciudadanos de este antiguo centro tan vinculado a la Sede de Pedro; dirijo un saludo especial al obispo diocesano, mons. Dante Bernini, y a su auxiliar. Asimismo, os saludo con afecto a vosotros, peregrinos, que habéis acudido para la plegaria del Ángelus.

2. Durante el verano, en los momentos de descanso físico y de distensión interior, tenemos la oportunidad de prestar mayor atención también a las exigencias del espíritu. En particular, deseo hoy subrayar la importancia de la escucha de la palabra de Dios.

Sin duda, esta Palabra, que nos revela los horizontes del amor del Señor, enriquecerá el tiempo de las vacaciones con una nota particular de espiritualidad, que nos llevará a vivir con el alma renovada las actividades habituales.

En efecto, la sagrada Escritura es «fuente límpida y perenne de vida espiritual » y «norma suprema de la fe» (cf. Dei Verbum, 21). Es como el agua que apaga la sed y el alimento que nutre la vida de los creyentes. Por eso, invito a todos a cultivar un contacto más intenso y frecuente con la palabra de Dios, dejando que actúe en nosotros su fuerza sanadora y creadora.

Tal vez, el ritmo frenético de la vida impide a menudo a muchos acercarse a la Biblia, como sería su deseo. ¿Por qué no aprovechar las vacaciones para llevarla consigo y leer detenidamente algunas de sus páginas inmortales?

3. Aprender a leer la sagrada Escritura es fundamental para el creyente: es el primer peldaño de una escalera, que prosigue con la meditación y, luego, con la oración propiamente tal. Orar tomando pie de la lectura bíblica es el camino real de la espiritualidad cristiana. Quien sabe dedicarle el tiempo y el empeño necesarios, recoge frutos abundantes.

En este año de preparación para el gran jubileo, en el que estamos invitados a «volver con renovado interés a la sagrada Escritura» para «conocer la verdadera identidad de Cristo» (Tertio millennio adveniente, 40), oremos para que todos los cristianos, así como cualquier persona que busque la verdad, se convierta en «peregrino de las sagradas Escrituras » y aprenda a caminar alimentándose cada día con el pan de la Palabra de vida.

Encomendemos esta intención a María santísima, que, al acoger la Palabra de Dios, se convirtió en la Madre del Salvador.


Después del Ángelus

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que han participado en esta oración mariana, así como a cuantos se han unido a nosotros a través de la radio y la televisión. Que en estas fechas veraniegas, junto al reposo del cuerpo, podáis encontrar también la serenidad de espíritu que brota del encuentro con Cristo, acompañados de la maternal protección de su Madre, María. A todos os imparto cordialmente la bendición apostólica.



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