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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Castelgandolfo
Domingo 1 de agosto de 1999

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Este domingo comienza el mes de agosto, que, al menos en Italia y en Europa, es el tiempo por excelencia de las vacaciones de verano. Se trata de un fenómeno de costumbre, aunque la evolución socioeconómica hace que las vacaciones se distribuyan cada vez más durante el año. Por tanto, en no pocos países, agosto es el mes durante el cual quien trabaja lejos vuelve a su hogar, y todos los miembros de la familia se reencuentran, a menudo en coincidencia con fiestas religiosas o patronales tradicionales.

Precisamente a las familias se dirige, ante todo, mi pensamiento en este período de vacaciones. ¡Cuántas veces sienten los inconvenientes del intenso ritmo laboral, especialmente en las grandes ciudades! ¡Cuántas veces resulta difícil encontrar el clima sereno y la atmósfera distendida para gustar la intimidad, dialogar y compartir las exigencias y los proyectos de cada uno! Por eso, las vacaciones son muy oportunas ante todo para colmar•estas lagunas, por decirlo así, de «humanidad», paz y convivencia.

2. De aquí la exigencia de que las vacaciones sean efectivamente un tiempo de fortalecimiento humano en el que, lejos del ambiente de vida habitual, es posible reencontrarse a sí mismos y a los demás, en una dimensión más equilibrada y serena.

Desde esta perspectiva, sin duda es interesante notar que son cada vez más numerosas las personas y las familias que aprovechan las vacaciones para pasar algunos días en los así llamados «lugares del espíritu»: monasterios, santuarios, eremitorios y casas de retiro. Casi siempre, estas localidades conjugan la belleza del ambiente natural con la oportunidad de enriquecerse espiritualmente mediante el encuentro con Dios en la reflexión y el silencio, en la oración y la contemplación.

Se trata de una tendencia saludable, que convendría que no se limitara exclusivamente al período de vacaciones, sino que encontrara formas adecuadas para acompañar la actividad diaria también en otros momentos del año. En efecto, el verdadero desafío consiste en conservar la armonía interior, de modo que el ritmo de la existencia de cada día tenga siempre la dimensión sobrenatural que todos necesitamos.

3. Encomendemos hoy a la protección de María santísima a los que se disponen a comenzar sus vacaciones y a los que ya las han terminado. A ella le encomendamos, de modo especial, a quienes, por motivos de salud o por muchas otras razones, no pueden disfrutar del período de vacaciones. Quiera Dios que quienes están de vacaciones gocen de su merecido descanso y, por el contrario, quienes no tienen esa posibilidad, de todos modos se sientan rodeados de gestos concretos de amistad y solidaridad.


Después del Ángelus

Saludo con afecto a los fieles de lengua española que han participado en esta oración mariana del Ángelus. Os deseo que en estas fechas veraniegas podáis reponer las fuerzas del cuerpo y encontrar también la serenidad de espíritu que brota del encuentro con Cristo, bajo la maternal protección de su Madre, la Virgen María. Gracias por vuestra presencia y vuestras oraciones.

* * *

Llamamiento para resolver pacíficamente el conflicto armado en Colombia

Durante estas semanas he seguido de cerca los sucesos dolorosos del conflicto armado existente en Colombia, con centenares de secuestros, destrucciones de centros habitados y también edificios de culto, y con el asesinato de personas inermes.

También es preocupante la dificultad que se encuentra para lograr que avance el deseado proceso de paz, único camino viable para la reconciliación entre los colombianos.

La Santa Sede, que promueve con decisión todos los esfuerzos de paz entre los pueblos y dentro de cada pueblo, anima y apoya la obra de reconciliación emprendida por el Episcopado colombiano y por tantos hombres de buena voluntad.

Os invito a orar por este noble propósito.

 



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