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JUAN PABLO II

JUBILEO DE LAS PERSONAS DISCAPACITADAS

ÁNGELUS

Domingo 3 de diciembre de 2000

 

1. Al final de esta sugestiva celebración, amadísimos hermanos y hermanas discapacitados, me agrada veros, con una luz más auténtica, como portadores de una capacidad diferente.

Desde esta perspectiva, os doy las gracias a todos vosotros, que habéis querido estar presentes. Saludo, también, a cuantos no han podido unirse a nosotros físicamente, pero viven este acontecimiento en plena comunión a través de la radio y la televisión. Se trata seguramente de una de las celebraciones jubilares más significativas y más apreciadas por mí. Saludo con gran afecto a vuestras familias, a las comunidades eclesiales en las que estáis insertados y a las diversas organizaciones de voluntariado que os acompañan.

Quisiera especialmente animar a las múltiples asociaciones en las que madura y se difunde una mentalidad abierta a la integración social. Esa mentalidad promueve un estilo de convivencia en el que las personas se reconocen sobre la base de la misma dignidad, sin pietismos ni asistencialismos. Ya se han dado muchos pasos en esta dirección. En efecto, esta jornada quiere reafirmar que es posible una sociedad solidaria, si se aprende a reconocer y encontrar en el otro, ante todo y siempre, a la persona.

2. Os saludo cordialmente, queridos amigos discapacitados de lengua francesa, y a vuestros acompañantes. Que esta peregrinación os ayude a sentiros cada vez más unidos a toda la Iglesia, en la que tenéis vuestro lugar y una misión específicos. A todos imparto una afectuosa bendición apostólica.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua inglesa que comparten la alegría de este jubileo de los discapacitados. Habéis cruzado la Puerta santa en compañía del Señor crucificado, que ―como dice san Lucas― es "buena nueva para los pobres, libertad para los cautivos y vista para los ciegos" (Lc 4, 18). En la cruz de vuestro sufrimiento aprended a tener la serenidad de espíritu a la que aspiran hoy tantas personas. Y que María, Madre del Redentor, os guarde siempre con su amor.

Con gran alegría os saludo a vosotros, queridos hermanos y hermanas de los países de lengua alemana. Que vuestra peregrinación a Roma durante el Año santo fortalezca vuestra fe, para que soportéis con amor vuestros sufrimientos y vuestra discapacidad. Os imparto de buen grado a todos la bendición apostólica.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en el jubileo de los discapacitados. Mientras invito a superar las barreras sociales de la separación y la indiferencia y a difundir una mentalidad de integración y promoción, os aseguro que la Iglesia os acoge, os quiere y necesita. Trabajad desde ella para la proclamación del amor de Dios.

Con gran afecto saludo a todas las personas discapacitadas que han venido de los países de lengua portuguesa: vosotros sois los hermanos de Cristo sufriente, su imagen viva y transparente; y con él, si queréis, salváis al mundo. La Iglesia está a vuestro lado; a cada uno aseguro mi oración y mi bendición, que extiendo a vuestros familiares y a cuantos os asisten.

Saludo a las personas discapacitadas de Polonia, así como a sus familiares, amigos y asistentes. Os acojo de corazón a cada uno. Que este encuentro jubilar sea para todos vosotros tiempo de gracia y de fortalecimiento en vuestro compromiso de llevar al mundo el testimonio sobre la dignidad del hombre, que no se funda en la condición exterior del cuerpo, sino en la semejanza originaria con el Creador. Dios os bendiga.

3.Saludo cordialmente a las personas que se hallan fuera de la basílica y en la plaza de San Pedro y que siguen esta celebración en conexión con nosotros. Nos dirigimos ahora a la Virgen santísima, Madre de la esperanza, para pedirle que os ayude a descubrir cada vez más profundamente el valor misterioso de vuestra existencia y la misión que Dios os confía en la Iglesia.



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