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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 8 de febrero de 2004

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. El próximo miércoles, 11 de febrero, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, se celebrará la Jornada mundial del enfermo. Las manifestaciones principales tendrán lugar precisamente en Lourdes, donde María santísima se apareció a Bernardita Soubirous, presentándose como la "Inmaculada Concepción". Este año, además, se celebra el 150° aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por mi venerado predecesor el beato Pío IX, cuya fiesta celebramos ayer.

2. Es conocido el estrecho vínculo que existe entre Nuestra Señora de Lourdes y el mundo del sufrimiento y de la enfermedad. En el santuario construido junto a la gruta de Massabielle, los enfermos son desde siempre los protagonistas, y, a lo largo de los años, Lourdes se ha convertido en una auténtica ciudadela de la vida y de la esperanza. ¿Cómo podía ser de otro modo? En efecto, la Inmaculada Concepción de María es la primicia de la redención realizada por Cristo y prenda de su victoria sobre el mal. El manantial que brotaba de la tierra, del que la Virgen invitó a Bernardita a beber, trae a la memoria la fuerza del Espíritu de Cristo, que sana integralmente al hombre y le da la vida eterna.

3. Que la Virgen vele sobre cuantos participen en los diversos acontecimientos programados en Lourdes durante los próximos días:  los encuentros sobre la pastoral de la salud en los países de Europa y sobre la relación especial que existe entre la Inmaculada y los enfermos. A la Virgen santísima le encomendamos, sobre todo, la solemne celebración eucarística que presidirá mi enviado especial, el cardenal Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud.


 

Después del Ángelus

Saludo a los trabajadores de las acererías de Terni, que han venido caminando en peregrinación para llamar la atención sobre la crisis laboral de ese gran complejo industrial. No puedo olvidar que, precisamente allí, el 19 de marzo de 1981, hice mi primera visita pastoral a una fábrica italiana.

Queridos trabajadores, como dije entonces, aprecio en vosotros la firme voluntad de «defender vuestro trabajo y su dignidad» (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de marzo de 1981, p. 6). Estoy cerca de vosotros en esta difícil situación y espero que se le encuentre una solución justa para vosotros y para vuestras familias.

 



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