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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Castelgandolfo, 26 de septiembre de 2004

 

1. El Evangelio de este domingo propone la parábola del "rico epulón" y del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 19-31). El rico vive en la opulencia y en el lujo, sin preocuparse del mendigo que estaba echado junto a su portal. Pero, después de la muerte, la situación se invierte:  Lázaro es acogido en el paraíso, mientras que el rico termina en medio de los tormentos.

La enseñanza que se saca de la parábola es clara:  cada uno debe utilizar sus bienes no de modo egoísta sino solidario.

2. Esta célebre página evangélica es muy apropiada con referencia al problema del desequilibrio entre riqueza y pobreza en el mundo de hoy. Precisamente en los días pasados, en Nueva York, tuvo lugar un importante encuentro de jefes de Estado y de Gobierno con vistas a una acción más solidaria y eficaz "contra el hambre y la pobreza". En él intervino el cardenal secretario de Estado Angelo Sodano, llevando la adhesión de la Santa Sede a esa nueva iniciativa.

La Iglesia católica asegura todo su esfuerzo para erradicar del mundo el flagelo del hambre y las demás consecuencias de la miseria. En este contexto, me complace recordar también la reunión de todos los nuncios apostólicos en África, que se ha celebrado en los días pasados en el Vaticano.

3. Oremos al Señor para que sostenga los esfuerzos de la comunidad internacional en orden a la justicia y al desarrollo solidario. En efecto, este es el camino que puede garantizar al mundo un futuro de paz.

Lo pedimos por intercesión de la bienaventurada Virgen María, a la que encomendamos de modo especial las familias y los pueblos más probados por la injusta distribución de los bienes que Dios destina a todos sus hijos.

 

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Después de la plegaria mariana

Saludo a los peregrinos de lengua española, particularmente a los de Chile. Fieles a Cristo, socorred siempre a los pobres. ¡Feliz domingo!

 



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