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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 16 de abril de 1980

 

Cristo apela al corazón del hombre

1. Como tema de nuestras futuras reflexiones —en el ámbito de los encuentros del miércoles— quiero desarrollar la siguiente afirmación de Cristo, que forma parte del sermón de la montaña: “Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que miro a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 27-28). Parece que este pasaje tiene un significado-clave para la teología del cuerpo, igual que aquel en el que Cristo hiño referencia al “principio”, y que nos ha servido de base para los análisis precedentes. Entonces hemos podido darnos cuenta de lo amplio que ha sido el contexto de una frase, más aún, de una palabra pronunciada por Cristo. Se ha tratado no sólo del contexto inmediato, surgido en el curso de la conversación con los fariseos, sino del contexto global, que no podemos penetrar sin remontarnos a los primeros capítulos del libro del Génesis (omitiendo las referencias que hay allí a los otros libros del Antiguo Testamento). Los análisis precedentes han demostrado cuán amplio es el contexto que comporta la referencia de Cristo al “principio”.

La enunciación, a la que ahora nos referimos, esto es, Mt 5, 27-28, nos introducirá con seguridad, no sólo en el contexto inmediato en que aparece, sino también en su contexto más amplio, en el contexto global, por medio del cual se nos revelará gradualmente el significado clave de la teología del cuerpo. Esta enunciación constituye uno de los pasajes del sermón de la montaña, en los que Jesucristo realiza una revisión fundamental del modo de comprender y cumplir la ley moral de la Antigua Alianza. Esto se refiere, sucesivamente, a los siguientes mandamientos del Decálogo: al quinto “no matarás” (cf. Mt 5, 21-26), al sexto “no adulterarás” (cf. Mt 5,: 27-32) - es significativo que al final de este pasaje aparezca también la cuestión del “libelo de repudio” (cf. Mt 5, 31-32), a la que alude ya el capítulo anterior—, y al octavo mandamiento según el texto del libro del Éxodo (cf. Ex 20, 7): “no perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos” (cf. Mt 5, 33-37).

Sobre todo, son significativas las palabras que preceden a estos artículos —y a los siguientes— del sermón de la montaña, palabras con las que Jesús declara: “No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla” (Mt 5, 17). En las frases que siguen, Jesús explica el sentido de esta contraposición y la necesidad del “cumplimiento” de la ley para realizar el Reino de Dios: “El que... practicare y enseñare (estos mandamientos), éste será tenido por grande en el reino de los ciclos” (Mt 5, 19). “Reino de los cielos” significa reino de Dios en la dimensión escatológica. El cumplimiento de la ley condiciona, de modo fundamental, este reino en la dimensión temporal de la existencia humana. Sin embargo, se trata de un cumplimiento que corresponde plenamente al sentido de la ley, del Decálogo, de cada uno de los mandamientos. Sólo este cumplimiento construye esa justicia que Dios-Legislador ha querido. Cristo-Maestro advierte que no se dé una interpretación humana de toda la ley y de cada uno de los mandamientos contenidos en ella, tal, que no construya la justicia que quiere Dios-Legislador: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5, 20).

2. En este contexto aparece la enunciación de Cristo según Mt 5, 27-28, que tratamos de tomar como base para los análisis presentes, considerándola juntamente con la otra enunciación según Mt 19, 3-9 (y Mc 10), como clave de la teología del cuerpo. Esta, lo mismo que la otra, tiene carácter explícitamente normativo. Confirma el principio de la moral humana contenida en el mandamiento “no adulterarás” y, al mismo tiempo, determina una apropiada y plena comprensión de este principio, esto es, una comprensión del fundamento y a la vez de la condición para su “cumplimiento” adecuado; esto se considera precisamente a la luz de las palabras de Mt 5, 17-20, ya referidas antes, sobre las que hemos llamado la atención, hace poco. Se trata aquí, por un lado, de adherirse al significado que Dios-Legislador ha encerrado en el mandamiento “no adulterarás” y, por otro, de cumplir esa justicia por parte del hombre, que debe “sobreabundar” en el hombre mismo esto es, debe alcanzar en él su plenitud específica. Estos son, por así decirlo, los dos aspectos del “cumplimiento” en el sentido evangélico.

3. Nos hallamos así en la plenitud del ethos, o sea, en lo que puede ser definido la forma interior, como el alma de la moral humana. Los pensadores contemporáneos (por ejemplo, Scheler) ven en el sermón de la montaña un gran cambio precisamente en el campo del ethos [1]. Una moral viva, en el sentido existencial, no se forma solamente con las normas que revisten la forma de los mandamientos, de los preceptos y de las prohibiciones, como en el caso de “no adulterarás”. La moral en la que se realiza el sentido mismo del ser hombre —que es, al mismo tiempo, cumplimiento de la ley mediante la “sobreabundancia” de la justicia a través de la vitalidad subjetiva— se forma en la percepción interior de los valores, de la que nace el deber como expresión de la conciencia, como respuesta del propio “yo” personal. El ethos nos hace entrar simultáneamente en la profundidad de la norma misma y descender al interior del hombre-sujeto de la moral. El valor moral está unido al proceso dinámico de la intimidad del hombre. Para alcanzarlo, no basta detenerse “en la superficie” de las acciones humanas, es necesario penetrar precisamente en el interior.

4. Además del mandamiento “no adulterarás”, el Decálogo dice también «no desearás la mujer del... prójimo”[2]. En la enunciación del sermón de la montaña, Cristo une, en cierto sentido, el uno con el otro: “El que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón”. Sin embargo, no se trata tanto de distinguir el alcance de esos dos mandamientos del Decálogo. cuanto de poner de relieve la dimensión de la acción interior, a la que se refieren las palabras: “no adulterarás”. Esta acción encuentra su expresión visible en el “acto del cuerpo”, acto en el que participan el hombre y la mujer contra la ley que lo permite exclusivamente en el matrimonio. La casuística de los libros del Antiguo Testamento, que tendía a investigar lo que, según criterios exteriores, constituía este “acto del cuerpo” y, al mismo tiempo, se orientaba a combatir el adulterio, abría a éste varias “escapatorias” legales [3]. De este modo, basándose en múltiples compromisos “por la dureza del... corazón” (Mt 19, 8), el sentido del mandamiento, querido por el Legislador, sufría una deformación. Se apoyaba en la observancia meramente legal de la fórmula, que no “sobreabundaba” en la justicia interior de los corazones. Cristo da otra dimensión a la esencia del problema, cuando dice: “El que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón”. (Según traducciones antiguas: “ya la hizo adúltera en su corazón”, fórmula que parece ser más exacta) [4].

Así, pues, Cristo apela al hombre interior. Lo hace muchas voces y en diversas circunstancias. En este caso, aparece particularmente explícito y elocuente, no sólo respecto a la configuración del ethos evangélico, sino también respecto al modo de ver al hombre. Por lo tanto, no es sólo la razón ética, sino también la antropológica la que nos aconseja detenernos más largamente sobre el texto de Mt 5, 27-28, que contiene las palabras que Cristo pronunció en el sermón de la montaña.


Notas

[1]1. “Ich kenne kein grandioseres Zeugnis für eine solche Nenerschliessung eines ganzen Wertbereiches, die das ältere Ethos relativiert, als die Bergpredigt, die auch in ihrer Form als Zeugnis solcher Neuerschliessung und Relativierong der älteren ‘Gesetzes’-werte sich überall kundgibt: ‘Ich aber sage euch'” (Max Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, Halle a.d.S., Verlag M. Niemeyer, 1921, p. 316, n. 1).

[2]2. Cf. Ex 20, 17; Dt 5, 21.

[3]3. Sobre esto, cf. la continuación de las meditaciones presentes.

[4]4. El texto de la Vulgata ofrece una traducción fiel del original: iam moechatus est eam in corde suo. Efectivamente, el verbo griego moicheúo es transitivo. En cambio, en las modernas lenguas europeas, “adulterar” es un verbo intransitivo; de donde la versión: “ha cometido adulterio con ella”. Y así:

En italiano: “...ha già commesso adulterio con lei nel suo cuore” (versión a cargo de la Conferencia Episcopal Italiana 1971, muy similar la versión del Pontificio Instituto Bíblico, 1961, y la versión a cargo de S. Garofalo, 1966).

En francés: “...a déjà commis, dans son coeur, l’adultere avec elle” (Biblia de Jerusalén. París, l973; traducción ecuménica, París, 1972; Crampon); sólo Fillion traduce: “A déjà commis l’adultère dans son coeur”.

En inglés: “...has already committed adultery with her in his heart” (versión de Dounai, 1582; igualmente la versión Standard revisada, de 1611 a 1966; R. Knox, Nueva Biblia en inglés, Biblia de Jerusalén, 1966).

En alemán: “...hat in seinem Herzen schon Ehebruch mit ihr begangen” (traducción unificada de la Sagrada Escritura, por encargo de los obispos de los países de lengua alemana, 1979).

En español: “...ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Bibl. Societ., 1966).

En portugués: “...já cometeu adulterio com ela no seu coração” (M. Soares, São Paulo, 1933).

En polaco: Traducción antigua: “...juz ja scudzolozyl w sercu swoim; última traducción: “...juz sie w swoim sercu dopuscil z nia cudzolostwa” (Biblia Tysiaclecia).

 


Saludos

(En francés)

Me da alegría saludar a varias peregrinaciones importantes de Francia, que sus obispos han querido acompañar. Reconozco en primer lugar al querido cardenal Renard. Se trata de las diócesis de Lión y Saint-Etienne, de Bayona y de Aire y Dax. Que esta venida comunitaria a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo, testigos de Cristo resucitado, robustezca vuestra fe en este tiempo pascual y vuestra adhesión a la Iglesia. Sí, amad a la Iglesia como a Madre que os ha iniciado en el Evangelio; que incesantemente os vuelve a insertar, al igual que María, en los caminos de Cristo; y que ha producido los santos y santas cuya fe y caridad nos atraen, y elevan nuestra vida por encima de la banalidad y la mediocridad.

Dedico una palabra amistosa de aliento a los numerosos jóvenes de Périgueux y de Sarlat, y a los demás jóvenes; bien seguros por todas las posibilidades que Dios ha depositado en vosotros, aspirad a ponerlas al servicio de una causa grande, la de la fe, la del servicio a los hermanos.

Finalmente saludo con emoción a los peregrinos del centro sanitario de Saint-Brieuc y, en especial, a los enfermos de todas las edades. Gracias por esta venida tan meritoria que preparabais desde hace tiempo. El Papa cuenta con vuestra oración y con la oblación de vuestra cruz por la salvación de los hermanos. Y os desea que alcancéis con la entrega fraterna de las personas que os cuidan y de las que os acompañan, el valor de vivir, la serenidad, la paz y la esperanza que son dones de Dios.

A todos mi afectuosa bendición apostólica.

(En inglés)

Me complace tener hoy aquí a un grupo de estudiantes del Colegio Norteamericano que serán ordenados diáconos mañana. Vais a ser admitidos en el ministerio de servicio a los necesitados, y la necesidad mayor es la de oír la Palabra de Dios, como dice el Profeta Amós: "No hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Yavé" (Am 8, 11). Que Dios os ayude en el cumplimiento de vuestro ministerio. Y os bendiga a vosotros y a todos los miembros de vuestras familias.

(En alemán)

Un saludo muy cordial de bienvenida dirijo hoy a la peregrinación jubilar de Osnabrück en el 1.200 aniversario de la erección de su diócesis, peregrinación que viene presidida por el obispo y su auxiliar, mons. Wittler y mons. Siegel, respectivamente. Un jubileo tan memorable es, en efecto, una buena ocasión para la reflexión, la acción de gracias y la alabanza a Dios, que es lo que vosotros queréis manífestar abiertamente con esta peregrinación a las tumbas de los primeros Apóstoles en la Ciudad Eterna. El Patrón de vuestra iglesia episcopal, San Pedro, une de un modo especial vuestra diócesis con el centro de la cristiandad. La fe cristiana que predicaron en vuestro país los primeros heraldos del Evangelio, y que todas las generaciones posteriores os han transmitido con fidelidad hasta el día de hoy, es la misma fe que confesó Pedro y que aquí en Roma selló con la ofrenda de su vida: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Este testimonio de fe se os confía ahora a vosotros. De vuestra valentía en la fe y de vuestro celo misionero depende, queridos hermanos y hermanas, que esta misma fe cristiana permanezca viva también hoy y que ella, como levadura, penetre y cambie en el espíritu de Cristo vuestra vida, la sociedad y el mundo de nuestro tiempo. De vuestra fidelidad en la fe depende que esta misma fe continúe incólume en vuestros descendientes y en las generaciones sucesivas. ¡Que esta peregrinación a Roma, unida a la celebración del aniversario de vuestra diócesis, os haga más fuertes en la fe y os impulse a dar un testimonio de vida cristiana cada vez más decidido! Con este deseo pido para vosotros, mediante la intercesión de vuestro Patrono diocesano, San José, la gracia protectora y singular de Cristo, y os imparto de corazón, a vosotros y a toda la diócesis, la bendición apostólica.

(En esloveno)

Saludo cordialmente al grupo de peregrinos de la parroquia de Komen del Carso presentes aquí con nosotros.

Queridísimos: Os deseo que este encuentro de hoy robustezca en vosotros el espíritu de fe, esperanza y caridad, para que deis testimonio cristiano entre vuestros compatriotas eslovenos.

Os acompañe mi bendición a vosotros Y vuestros seres queridos.

(En italiano)

Dedico un saludo particularmente afectuoso a las peregrinaciones de la archidiócesis de Reggio Calabria y de la diócesis de Boya, acompañadas del arzobispo de ambas Aurelio Sorrentino. :Queridísimos: Sé que habéis emprendido el viaje juntos, con espíritu de fe y devoción, para visitar las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo y rendir homenaje a quien es el Sucesor actual de Pedro en la sede episcopal romana. Os lo agradezco y me complazco en está intenciones vuestras genuinamente cristianas. Por mi parte, os deseo que conservéis y acrecentéis una comunión con el Señor cada vez más firme y fecunda, que se refleja oportunamente en vuestra vida diaria. A El os encomiendo de corazón, a la vez que concedo la bendición apostólica propiciatoria, que os ruego transmitáis a todos vuestros seres queridos en señal de mi afecto.

,También está presente una peregrinación, de la ciudad de Subiaco, presidida por el abad Stanislao Andreotti. La constituyen varios grupos de cantores, incluso de procedencia internacional, participantes en el "Primer concurso de Corales de la conmemoración del XV centenario de San Benito", además del personal del laboratorio-escuela de "San Benito" y de los niños del parvulario de "María Inmaculada"

Queridísimos: A todos saludo y agradezco vuestra presencia, que es particularmente significativa en este año benedictino. Habéis aprendido la lección fundamental del gran Santo de Nursia que ha unido su nombre también a Subiaco, esto es, la lección de trabajar y orar, y vosotros oráis cantando al Señor. Ojalá hagáis de toda vuestra vida una armonía verdadera entre estos dos elementos.

Me complace asimismo la idea de erigir una estatua digna de San Benito en Subiaco. Y a todos bendigo de corazón.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Un saludo lleno de afecto dirijo a todos los jóvenes presentes en esta audiencia, entre los que prevalecen los estudiantes. A vosotros, que lleváis en el corazón vuestras esperanzas y las del mundo entero, deseo dirigiros en este clima pascual las palabras de San Pablo: "Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está sentado Cristo a la diestra de Dios" (Col 3, 1). Para vosotros, jóvenes, ¿qué significa "buscad las cosas de arriba"? Claro está que no significa, ciertamente, desinteresarse de las "cosas de la tierra", esto es, de los problemas de la vida concreta y cotidiana del hombre; por el contrario, quiere decir dar, perspectiva y sentido "cristiano" a toda la realidad humana en que estáis inmersos: el estudio, el trabajo, la vida asociada, la vida sentimental y también las diversiones, de modo que difundáis siempre el gozo pascual que os desborda del corazón.

En esta circunstancia no puedo olvidar a los amadísimos hermanos enfermos, a quienes quiero decir una palabra de aliento y certeza cristiana haciéndome así intérprete de los sentimientos de todos los participantes en este encuentro.

A vosotros que lleváis en el corazón y en el cuerpo las señales de la pasión, en este momento os recuerdo las palabras de Cristo a los discípulos que iban a Emaús desanimados y humillados por el fin trágico de su Maestro: "¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?" (Lc 24, 26). Esta afirmación ilumina poderosamente no sólo la existencia terrena de Jesús, sino también la vida de todos vosotros que estáis marcados por los estigmas de la enfermedad. Unid vuestros sufrimientos a los de Jesús; ofrecedlos como sacrificio puro a la Trinidad Santísima para bien de la Iglesia y de la humanidad. A la vez que todos nos encomendamos a vuestras oraciones, os damos un "gracias" emocionado por vuestro testimonio continuo de fe y esperanza.

Y a vosotros, recién casados, felices de vuestra donación recíproca total realizada en el sacramento del matrimonio, expreso el deseo ferviente de todo el Pueblo de Dios: mantened toda la vida la ilusión y entusiasmo de estos días, recordando siempre que sois vosotros en la tierra el signo concreto y visible del amor misterioso e inmenso que une Cristo a su Esposa, la Iglesia (cf. Ef 5, 22-23). El Señor os dará su gracia, su fuerza y su gozo para que construyáis vuestra familia "cristiana" con temor de Dios, amor mutuo y apertura a los demás.

A todos mi bendición en señal de mi afecto y simpatía.

 

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