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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de diciembre de 1984

 

El anuncio del Evangelio

"El que crea y se bautice se salvará" (Mc 16, 16)

"...¿Cómo van a creer si no oyen hablar de Él?" (Rom 10, 14)

1. Nos encontramos en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo, "se llenaron del Espíritu Santo" (Act 2, 4). En aquella circunstancia "vino de repente un ruido del cielo, como de un viento recio" y "vieron aparecer unas lenguas como llamaradas" (ib, 2. 3) que se posaron sobre cada uno de ellos. El Cenáculo, hasta entonces cerrado, se abrió de par en par y los apóstoles salieron al encuentro de los peregrinos judíos, presentes aquel día de diversos países y de diversas naciones. Todos estaban llenos de asombro, al oír a los Apóstoles —sabían que eran galileos— hablar en diversas lenguas; "cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería"(Act, 2, 4).

Entonces, Pedro habla a la multitud reunida en torno al Cenáculo. Evoca al Profeta Joel, que había anunciado "la efusión del Espíritu de Dios sobre toda persona" (cf. Act 2, 17), y luego plantea a los que se habían reunido para escucharlo, la cuestión de Jesús de Nazaret. Recuerda cómo Dios había confirmado la misión mesiánica de Jesús "con milagros, prodigios y señales" (Act 2, 22), y después que Jesús fue "entregado, clavado en la cruz y matado" (cf. Ib. 23), como Dios había confirmado definitivamente su misión por medio de la resurrección: "lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte" (ib., 24). Pedro se refiere al Salmo 15 (16), en el cual se contiene el anuncio de la resurrección. Pero, sobre todo, se remite al testimonio propio y al de los otros Apóstoles: "todos nosotros somos testigos" (Act 2, 32). "Tenga, pues, por cierto toda la casa de Israel que Dios ha hecho Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Ib. 36).

2. Con el acontecimiento de Pentecostés comenzó el tiempo de la Iglesia.

Este tiempo de la Iglesia marca también el comienzo de la evangelización apostólica. El discurso de Simón Pedro es el primer acto de esta evangelización. Los Apóstoles habían recibido de Cristo el mandato de "ir a todo el mundo, enseñando a todas las naciones" (Cfr. Mt 28, 19; Mc 16, 15).He aquí que comienzan a realizarlo en Jerusalén, respecto a la propia nación, pero simultáneamente también respecto a los representantes de las diversas naciones y lenguas que estaban allí presentes. El anuncio del Evangelio, según el mandato del Redentor que retornaba al Padre (Cfr. p.e. Jn 15, 28; 16, 10), está unido a la llamada al Bautismo, en nombre de la Santísima Trinidad. Así, pues, el día de Pentecostés, a la pregunta de quienes lo escuchaban: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" (Act 2, 37), Pedro responde: "Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo" (Ib. 38).

"Ellos recibieron la gracia y se bautizaron, siendo incorporados a la Iglesia aquel día unas tres mil almas" (Ib. 41). De este modo nació la Iglesia como sociedad de los bautizados, que "perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna y en la fracción del pan y en la oración" (Ib. 42). El nacimiento de la Iglesia coincide con el comienzo de la evangelización. Puede decirse que éste es simultáneamente el comienzo de la catequesis. De ahora en adelante, cada uno de los discursos de Pedro es no sólo anuncio de la Buena Nueva sobre Jesucristo, y por tanto un acto de evangelización, sino también cumplimiento de una función instructiva, que prepara a recibir el Bautismo; es la catequesis bautismal. A su vez, ese "perseverar en oír la enseñanza de los Apóstoles" por parte de la primera comunidad de los bautizados constituye la expresión de la catequesis sistemática de la Iglesia en sus mismos comienzos.

3. Nos remitimos constantemente a estos comienzos. Si "Jesucristo es el mismo ayer y hoy..." (Heb 13, 8), entonces a esa identidad corresponde, en todos los siglos y en todas las generaciones, la evangelización y la catequesis de la Iglesia.

También en nuestra época, después del Concilio Vaticano II, dos sesiones sucesivas del Sínodo de los Obispos han trabajado sobre el problema de la evangelización y de la "catequesis en la misión de la Iglesia en el mundo actual. Fruto de este "trabajo son los documentos pontificios, que llevan como título Evangelii nuntiandi y Catechesi tradendae. Estos documentos explican en qué consiste la íntima relación de la catequesis con la evangelización, e indican cuál es la función propia de una y otra.

4. Si la Iglesia también debe en nuestra época "perseverar en oír la enseñanza de los Apóstoles", es indispensable para ello el incansable anuncio del Evangelio "a toda criatura" (Mc 16, 15), y, a la vez, la catequesis sistemática según las indicaciones del documento Catechesi tradendae.

El día de Pentecostés Simón Pedro comenzó en Jerusalén la catequesis de la Iglesia. Su actual Sucesor en la sede episcopal romana y en la misión de Vicario de Cristo considera deber suyo particular continuar este servicio de Pedro. Con la audiencia general de hoy desea, pues, comenzar una serie de instrucciones sobre las verdades de la fe y de la moral cristiana en el ámbito de una catequesis global sistemática; es decir, quiere proponeros de nuevo a vosotros y a todo el pueblo cristiano las grandes cosas que Dios, en su amor, ha revelado y realizado por nosotros, como también la reflexión doctrinal que sobre ellas se ha hecho en la Iglesia a lo largo de los siglos hasta el tiempo presente. Desde este momento, el Sucesor de Pedro se dirige al Espíritu Santo, —que el día de Pentecostés dirigía la primera catequesis de Simón Pedro— pidiéndole humildemente la luz y la gracia de la palabra apostólica.


Saludos

Y ahora deseo presentar mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española. En particular al grupo de religiosas de maría Inmaculada que concluyen n curso de renovación espiritual aquí en Roma. os aliento en vuestro camino de generosa entrega a Dios y de servicio a la Iglesia. Saludo igualmente a las peregrinaciones procedentes de Colombia y de Guatemala. A los participantes latinoamericanos en el «Curso de desarrollo» que llevan a cano en Turín y a los profesores y alumnos del liceo italiano de Barcelona.

A todos los peregrinos procedentes de Argentina y de los diversos países de América Latina y de España doy con afecto mi bendición apostólica.

 



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