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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 15 de abril de 1987

 

1. Hoy, miércoles de la Semana Santa, nos reunimos tras el regreso de mi viaje pastoral a dos países limítrofes de América Latina: Chile y Argentina.

Como es sabido, al comenzar mi ministerio en la Sede de Pedro, estas dos naciones se encontraban, en diciembre de 1978, al borde de una guerra, que hubiera podido extenderse luego a otros países de América del Sur. Considero un signo de la Providencia de Dios el que se pudieran parar los pasos de la guerra y que Chile y Argentina propusieran a la Sede Apostólica su Mediación en la controversia sobre la zona austral. Deseo expresar una vez más mi profundo agradecimiento al señor cardenal Antonio Samoré, que en diciembre de 1978 dio los primeros pasos para impedir la guerra y guió luego, hasta su muerte ocurrida en febrero de 1983, los trabajos de los expertos de ambas partes. Estos trabajos se vieron coronados al fin —gracias también a quien continuó la obra del cardenal Samoré— por un Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina, firmado en el Vaticano el 29 de noviembre de 1984.

2. La finalidad de mi visita ha sido sobre todo dar gracias. Junto con estos dos pueblos, quería dar gracias a Dios por la solución pacifica de la controversia, solución que ahorró a Argentina y a Chile pérdidas incalculables, sobre todo de jóvenes vidas humanas, que se habrían producido como consecuencia dolorosa de las actividades bélicas.

En este contexto deseo agradecer la invitación a realizar este viaje que me fue dirigida por las autoridades estatales de Argentina y Chile y por los Episcopados de estos dos países. Al mismo tiempo doy las gracias a cuantos han contribuido a la preparación de esta visita y han facilitado su desarrollo.

Puesto que la decisión bilateral de la suspensión del recurso a las armas y del inicio del proceso de Mediación fue tomada en Montevideo, capital de Uruguay, pareció oportuno comenzar desde esa ciudad el viaje de acción de gracias. Expreso vivo agradecimiento a las autoridades civiles de Uruguay, al arzobispo de Montevideo, a los demás obispos del país, así como a los sacerdotes, religiosos, religiosas y a todos los fieles, por la acogida que se me dispensó en esa capital y por la numerosa participación en la Eucaristía de acción de gracias en la gran explanada "Tres Cruces".

3. La visita a Chile y Argentina ha tenido al mismo tiempo un carácter pastoral análogo al de otros muchos viajes que he podido hacer anteriormente a diversos países de los cinco continentes, realizando así el ministerio de Sucesor de Pedro. La visita a Chile duró del 1 al 6 de abril: habla sido configurada de acuerdo con la geografía de ese país que se extiende por más de 4 mil kilómetros como una franja estrecha entre las cadenas de los Andes y la costa del Océano Pacífico.

La parte más notable de la visita se concentró en la capital, Santiago de Chile (en la que vive más de un tercio de la población total del país) y, tras un gran encuentro en Valparaíso, se desarrolló a través de las siguientes ciudades, de Sur a Norte: Punta Arenas, Puerto Montt, Concepción, Temuco, La Serena y Antofagasta.

Paralelo a este programa "geográfico", se desarrolló también el programa "temático" sobre los aspectos fundamentales de la misión de la Iglesia en Chile.

En el encuentro con el Episcopado de Chile, exhorté a los amados hermanos, obispos a contribuir con todo empeño a la afirmación de la concordia y de la paz, dentro del respeto de los derechos fundamentales del hombre.

A los sacerdotes les recordé que Cristo ha puesto en sus manos el inmenso tesoro de la redención y los exhorté a impulsar la acción pastoral, que conduce a la conversión y a una auténtica vida cristiana.

A la multitud innumerable de las "poblaciones", en la periferia de Santiago así como a los "campesinos" y a los indígenas "mapuches" en la ciudad de Temuco, les manifesté la solicitud plena y cordial de la Iglesia, subrayando los derechos de los más pobres y de las minorías, e invitando al diálogo constructivo y a la solidaridad.

En el santuario de Maipú consagré Chile a María, Virgen del Carmen, Patrona de la nación y Madre de la esperanza.

En la Universidad Católica de Santiago tuve un encuentro con el mundo de la cultura y con los intelectuales chilenos. Recibí además, a petición suya, a un grupo de dirigentes políticos de diversos partidos, a los cuales recordé los principios éticos cristianos que deben constituir la base de toda convivencia social.

Sobre la paz nacional e internacional hablé en Punta Arenas; sobre la familia y el matrimonio, en Valparaíso, sobre la evangelización de los pueblos, en Puerto Montt; sobre el trabajo y el desempleo, en Concepción; sobre el valor de las culturas locales, en el mensaje radiotelevisado a las poblaciones de la Isla de Pascua. Por último, en Antofagasta, llevé el consuelo de la fe y de la amistad cristiana a los presos, reafirmando la importancia del camino de la evangelización en el V centenario del primer anuncio del Evangelio en América Latina

4. El punto culminante de la visita a Chile fue la beatificación de sor Teresa de los Andes, carmelita. Es la primera hija de la Iglesia en Chile que es elevada a la gloria de los altares.

Esta ceremonia de beatificación, durante la cual hablé en la homilía de la reconciliación, resultó especialmente elocuente en el trasfondo de la difícil situación interna de la nación.

Hay que expresar una gratitud particular a la comunidad eclesial de Santiago que no se dejó provocar en ningún momento, manteniendo una actitud verdaderamente digna de una gran manifestación religiosa.

¡Ciertamente el amor es mas fuerte! Confío en que la visita haya reforzado la solidaridad cristiana de toda la Iglesia con nuestros hermanos y hermanas en Chile, país con una gran herencia cultural, marcado por siglos de intensa vitalidad cristiana y plenamente consciente de su identidad también en el campo social y político.

5. La visita a Argentina duró del 6 al 12 de abril. Comenzando en la capital, Buenos Aires, el viaje se desarrolló a través de las siguientes ciudades: Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Salta, Corrientes, Paraná y Rosario.

Por lo que se refiere a los temas el programa se desarrolló según el carácter específico de las distintas regiones. Dicho programa contempló de forma predominante la temática catequética y pastoral, de acuerdo con las necesidades de toda la Iglesia en Argentina y del progreso social de esa nación dentro del respeto a los derechos de toda persona humana.

En el encuentro con el mundo rural en Bahía Blanca, exhorté a lograr que el trabajo, elevándose en Cristo a la categoría de redención, contribuya a consolidar las bases de un auténtico humanismo cristiano; en Viedma se conmemoró el V centenario de la Evangelización de América Latina y la obra heroica de los primeros misioneros en Patagonia; en Mendoza, la maravillosa ciudad rodeada por las vetas nevadas del Aconcagua y de las otras montañas de la Cordillera, se desarrolló el tema: "La paz, don de Dios, que se conquista cada día"; en Córdoba, el tema fue el matrimonio en la doctrina católica, que lo presenta como indisoluble, fundado en el amor de los cónyuges, y ordenado a la familia; en Tucumán, la ciudad cuna de la Independencia, traté el tema de la libertad y de la piedad, entendida también como amor a la patria; en Salta hablé de los valores de las culturas locales, exhortando a la esperanza que nace de la realidad del bautismo; en Corrientes el tema central fue la devoción a María Santísima en el marco de la religiosidad popular; en Paraná desarrollé el tema de la emigración y de los problemas sociales y religiosos que lleva consigo; finalmente en Rosario traté de la vocación y de la misión de los laicos en la Iglesia.

Los problemas del trabajo y la orientación para su gradual solución fueron tratados en los encuentros con los trabajadores, en el "Mercado Central" de Buenos Aires, y con los empresarios, mientras que en el "Teatro Colón" tuvo lugar una reunión significativa con el mundo de la cultura.

No faltó un encuentro con la comunidad ucraniana, en cuya catedral de Buenos Aires oré recordando el próximo milenio del bautismo de sus antepasados. Hubo además encuentros de carácter interreligioso y ecuménico.

6. El acontecimiento final —y al mismo tiempo culminante— del programa de la visita a Argentina fue la Jornada mundial de la Juventud, que se celebró el Domingo de Ramos.

Los años anteriores esta fiesta había tenido su epicentro en la basílica de San Pedro en Roma. Esta vez se eligió la ciudad de Buenos Aires, donde en una gran explanada se reunió una multitud innumerable de jóvenes: jóvenes procedentes, ante todo, de Argentina y además de toda América Latina, e incluso de otros continentes. Se hallaba presente asimismo una nutrida delegación italiana, cerca de 500 jóvenes, sobre todo de Roma. Tema de la Jornada fueron las palabras de San Juan: "Nosotros hemos reconocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él" (Jn 4, 16).

La solemne ceremonia terminó con el acto de consagración de Argentina a la Virgen de Luján.

Tanto la vigilia nocturna del sábado anterior y la liturgia del mismo Domingo de Ramos, como el programa en su totalidad, fueron muy bien preparados por los organizadores, y los participantes vivieron intensamente los distintos momentos del mismo.

7. Queridísimos hermanos y hermanas:

Con el Domingo de Ramos hemos entrado en el período de la Semana Santa. Que sea fuente de renovación pascual para toda la Iglesia en el mundo entero y, de forma especial, en Chile, Argentina y Montevideo, como tuve ocasión de subrayar sobre todo en los distintos encuentros con los enfermos.

A todos, y en particular a cuantos han venido a Roma para la Semana Santa, les deseo la gracia de la unión con Cristo crucificado y resucitado: la muerte redentora que Él sufrió por amor a todos y a cada uno produzca siempre en nosotros frutos de nueva vida: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16).


Saludos

Deseo ahora presentar mi cordial saludo a todos los peregrinos llegados de América Latina y de España. De modo especial mi saludo se dirige a las Religiosas “Hijas de María, Madre de la Iglesia”, a las “Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús”, al grupo de padres y alumnos del colegio “San José ” de Madrid, a la peregrinación proveniente de Guatemala y a los grupos universitarios de Venezuela y Colombia.

A todos imparto con afecto mi bendición apostólica.



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