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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 25 de septiembre de 1996

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El domingo pasado concluyó mi sexta peregrinación a Francia. Doy gracias a la divina Providencia que me concedió la gracia de recorrer los caminos de la historia pasada y presente de ese país. Pude volver a las raíces de su tradición cristiana y darle un impulso de esperanza para el futuro de la Iglesia en Francia.

Deseo expresar mi viva gratitud al presidente de la República, a las autoridades nacionales y regionales por su invitación y su acogida. Agradezco a los obispos de las diócesis de Tours, Luçon, Vannes y Reims la amable acogida que me brindaron, así como al Episcopado francés que, en gran número, estuvo presente en las diversas fases del viaje. Expreso mi gratitud también a los organizadores, a los miembros del servicio sanitario, del servicio de orden y a todos los que de alguna manera han contribuido al éxito de esta visita.

Un sentimiento particular de gratitud va a los católicos franceses que, con su presencia, con su fervorosa oración y sus innumerables expresiones de solidaridad han dado un claro testimonio de su fe y de su comunión con el Sucesor de Pedro. De modo especial quiero dar las gracias a los jóvenes que, en un número muy grande, han participado en esta peregrinación. Además de su entusiasmo, he podido constatar su profunda búsqueda espiritual y su madura adhesión a los valores auténticos y perennes. Este es un motivo de gran esperanza.

2. El desarrollo de esta peregrinación estaba vinculado a aniversarios de acontecimientos históricos y a personajes que han ejercido gran influjo en la historia del cristianismo en Francia y en toda Europa occidental.

Las raíces del cristianismo en el país se remontan al siglo II, al tiempo de los primeros mártires. San Hilario de Poitiers fue uno de los fundadores de las estructuras eclesiales y gran defensor de la unidad de la Iglesia. Durante mi peregrinación comenzó el año dedicado a san Martín, para conmemorar el XVI centenario de su muerte. Este ex legionario del emperador Constancio y discípulo de Hilario, fue un pionero de la vida monástica, obispo de Tours y gran misionero de Europa occidental.

El bautismo de Clodoveo está vinculado a san Martín, pues el testimonio de la veneración de los peregrinos que acudían a la tumba del santo de Tours ejerció un gran atractivo sobre el rey franco, que decidió convertirse al cristianismo, preparado por sus encuentros con santa Genoveva de París, con santa Clotilde, su esposa, y con san Remigio, obispo de Reims.

La obra misionera de san Martín y el bautismo de Clodoveo dieron inicio a una profunda vida de fe, que se manifestó en abundantes frutos de santidad a lo largo de las generaciones. Lo he constatado, por ejemplo, en Bretaña donde se venera de manera especial a santa Ana, la madre de la Virgen María. San Luis María Grignion de Montfort nació precisamente en esa región, de la que partió para sus misiones en Vandea. Aquí, como en otras partes de Francia, la fe en Cristo y la fidelidad a la Iglesia se han conservado incluso a costa del martirio.

3. El itinerario espiritual de mi peregrinación tuvo como motivo de fondo el misterio del bautismo, el sacramento que introduce en la vida de la fe e incorpora a los creyentes a Cristo, crucificado y resucitado.

En Saint-Laurent-sur-Sevre pudimos revivir el bautismo como consagración de toda la persona para responder al don divino de la gracia que nos llama a conformarnos a Cristo. La espiritualidad monfortiana destaca esta exigencia fundamental de la fe recibida en la pila bautismal. María es el modelo y la guía de toda consagración a Cristo. Me alegró mucho encontrarme en esa ciudad con una gran asamblea de jóvenes atentos y de numerosos fieles de Vandea, así como orar junto con muchas personas consagradas.

En Sainte-Anne-d'Auray la consagración a Cristo fue considerada a la luz de la vida diaria y del compromiso en favor de la evangelización. Esa consagración se sintió como una llamada a dar testimonio de la fe en todos los ámbitos de la sociedad, y de modo muy especial en la familia. El encuentro con miles de familias fue un verdadero momento fuerte de mi viaje.

4. En el tercer día destacó la figura de san Martín, modelo de respuesta a la llamada a vivir la fe en la caridad. En este marco se sitúa mi encuentro con los heridos de la vida a los que es preciso reconocer un lugar adecuado en la Iglesia y en la sociedad, pues Cristo mismo se identificó con el más pequeño de ellos.

El último día, en Reims, fue el momento culminante: el aniversario del bautismo de Clodoveo invitó a cada uno a meditar en profundidad sobre el significado de su bautismo. El Evangelio compromete a todo bautizado a ser sal de la tierra y luz del mundo. Además, el bautismo es un llamamiento a renovar nuestra vida espiritual y asumir nuestras responsabilidades en la realización de la unidad y en el crecimiento interior del Cuerpo místico de Cristo. La gracia bautismal impulsa a los creyentes a afrontar los desafíos del mundo contemporáneo a la luz del Evangelio, como se vio claramente en el encuentro con las fuerzas vivas de la diócesis de Reims.

Amadísimos hermanos y hermanas, al mismo tiempo que expreso, una vez más, mi gratitud a los que han contribuido al éxito de esta visita, os encomiendo a vosotros los frutos de mi peregrinación a Francia y os doy las gracias por haberme acompañado con la oración. Acoged el testimonio de quince siglos de historia de la Iglesia en Francia. Demos juntos gracias al Señor por los frutos del bautismo de san Martín, de Clodoveo, de san Luis María Grignion de Montfort y de todos los fieles de la Iglesia en Francia. Demos gracias también por nuestro bautismo y pidamos al Señor que nos capacite para responder plenamente a la gracia que hemos recibido en este sacramento.


Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española aquí presentes, en particular, al Grupo de Carabineros chilenos y a los ingenieros de Elizondo. A todos invito a agradecer a Dios el don de la fe recibido en el Bautismo y a vivir en consonancia con la dignidad de a filiación divina. Con estos deseos, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias la bendición apostólica.



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