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MISA PARA EL MOVIMIENTO INTERNACIONAL OASIS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Castelgandolfo
Martes 24 julio 1980

 

Carísimos hermanos e hijos pertenecientes al Movimiento "Oasis":

1. Habiendo participado al Congreso internacional en ocasión del XXX aniversario de la fundación de vuestra asociación, habéis querido concluirlo con la Santa Misa celebrada por el Papa. Realmente es una gran alegría para mí acogeros en esta conmemoración, que constituye el punto culminante de vuestro encuentro y ofrezco a los dirigentes y a todos vosotros mi saludo más afectuoso. ¡Y os doy las gracias por vuestra ardiente y fervorosa juventud, por vuestra generosidad y por la alegría que me traéis a mí, a la Iglesia y al mundo!

Han pasado treinta años desde aquel día en que, durante el Año Santo 1950, escondida y humildemente nació este Movimiento eclesial, tan comprometido y determinante, que fue denominado "Oasis", porque queríais indicar —como subrayó Pío XII, de venerada memoria— que "en el desierto de este mundo, tan árido porque está tan quemado" era vuestro deseo y vuestra deliberada voluntad que naciera, creciera y se multiplicara la vida de Dios, convirtiéndoos en los canales, alimentados por Aquel que es manantial de agua viva (cf. Discurso del 23 noviembre de 1952).

Desde entonces la pequeña semilla se ha desarrollado dando lugar a un gran árbol, que tiende sus ramas fecundas en nada menos que treinta y cinco Estados en todos los continentes, reuniendo a miles y miles de jóvenes que se dejan guiar total y alegremente por el amor de Cristo para dar testimonio de El en la sociedad moderna. De este fenómeno espiritual tan significativo y eficaz damos gracias, antes que nada, al Señor y a la Virgen Santísima, a quien estáis particularmente consagrados, y luego expresamos también nuestro reconocimiento hacia los que con confianza lo comenzaron y lo han continuado con perseverante dedicación.

2. Pero hoy, que después de las celebraciones del trigésimo aniversario, os preparáis a volver como levadura, escondida pero eficaz, a la sociedad, tan necesitada de seguridad y salvación, esperáis del Vicario de Cristo una palabra programática, que os comprometa ulteriormente en vuestra "consagración", tan hermosa y tan necesaria.

Reflexionando sobre la palabra "Oasis", que sugiere inmediatamente la idea de paz, descanso, serenidad, deseo recordar el encuentro de Cristo con Marta y María, en Betania, que era algo parecido al "oasis" de Jesús, como hemos leído en el Evangelio del domingo pasado.

Escribe el Evangelista que Jesús fue acogido en casa por Marta: "Tenía ésta una hermana llamada María la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio y acercándose, dijo: Señor, ¿no te preocupa que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. Pero Jesús le contestó: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas, pero pocas son necesarias o más bien una sola. María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada" (Lc 10, 38-42). Evidentemente, Jesús no le reprochaba a Marta su solicitud en las tareas domésticas, llena de atención y gentileza, sino su excesiva preocupación material, que casi le hacía olvidar la "precedencia absoluta" debida al Huésped divino; mientras que elogiaba a María la cual, escuchando a Jesús, había elegido la parte mejor.

¡Y la parte mejor se encuentra en la escucha de la Palabra de Dios, en la escucha del mensaje de Cristo! ¡Y aquí está precisamente el "espíritu" del "Oasis"! Vosotros queréis elegir la "parte mejor", escuchando la palabra de Cristo y permaneciendo fieles testimonios de su mensaje de salvación.

En efecto, es ésta la única cosa que realmente necesitamos: la luz de la revelación y la potencia redentora de la gracia. Sin la luz de Cristo, todo se hace enigmático, oscuro, contradictorio, hasta absurdo, como confirman, desgraciadamente, tantas corrientes del agnosticismo contemporáneo. Y la agitación frenética de las multitudes se convierte en una realidad trágica y espantosa, si falta la seguridad que sólo procede de Cristo Salvador. "Jesucristo es el Señor —he dicho recientemente a la multitud de Curitiba—; Él es la única orientación del espíritu, la única dirección de la inteligencia, de la voluntad y del corazón para todos nosotros; Él es el Redentor del hombre; Él es el Redentor del mundo; en Él está nuestra salvación" (L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 20 julio, 1980, pág. 9).

Vosotros, los de "Oasis", que, escuchando la Palabra de Dios, queréis elegir la parte mejor, permaneced pues fieles y dad testimonio de ella, en cualquier lugar, con espíritu de servicio y de amor.

— Por la palabra de Jesús aprendemos, ante todo la naturaleza misma de Dios, que es vida, luz, amor, Trinidad. Ningún filósofo ni ningún teólogo pueden penetrar, en la esencia de Dios; sólo Jesús, el Verbo encarnado, puede revelar y garantizar esta verdad fundamental, por la que estamos seguros de que entre Dios creador y los hombres hay una relación de amor: cada ser humano es un latido eterno del amor de Dios; .

— por la palabra de Jesús conocemos nuestro destino eterno: sólo Jesús, con su palabra divina, nos puede asegurar de manera absoluta la inmortalidad del alma y la resurrección final de los cuerpos, por lo que merece la pena nacer, vivir y proyectar nuestra existencia más allá del tiempo, hacia la felicidad sin fin;

— por la palabra de Jesús aprendemos, además, dónde está la verdadera dignidad del hombre, es decir en la participación a la misma vida divina, mediante la gracia. "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada" (Jn 14, 23). La verdadera alegría, la auténtica grandeza, la suprema dignidad se encuentran únicamente en la vida de la gracia;

— por la palabra de Jesús aprendemos cómo debemos comportarnos, porque El nos revela que la voluntad de Dios está expresada en la ley moral y en el mandamiento supremo de la caridad recíproca. La voluntad de Dios, en efecto, es la discriminante absoluta entre el bien y el mal, la línea directriz para la justa conducta y para la verdadera pedagogía;

— finalmente, por la palabra de Jesús conocemos también su presencia siempre actual y viva en el tiempo y en la historia, mediante la Iglesia, querida y fundada por El, que nos da seguridad acerca de las verdades que hay que creer y practicar y nos ofrece la Eucaristía, misterio de fe y al mismo tiempo suprema manifestación de amor.

Esta es la "parte mejor", que queréis elegir escuchando a Jesús; ésta es la riqueza, que debéis poseer. Sin duda, como escribía San Pablo a los Corintios, "llevamos un tesoro en vasos de barro", es decir, que somos frágiles y débiles; pero todo esto sucede para que "la excelencia del poder sea de Dios y no parezca nuestra" (2 Cor 4, 7). Por tanto, tened siempre el valor de la verdad, de la firmeza, de la fidelidad al espíritu del "Oasis".

Este es el maravilloso programa que debéis realizar cada día; este es vuestro servicio de amor, recordando lo que dijo el divino Maestro a los Apóstoles: "...el que entre vosotros quiera llegar a ser grande sea vuestro servidor..., así como el Hijo del hombre no ba venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 26-28).

¡Carísimos jóvenes de "Oasis"!

El mundo necesita vuestra fe, vuestra pureza, vuestra alegría, vuestra ayuda, vuestra sonrisa. También vosotros, que habéis elegido la "parte mejor", debéis ser evangelizadores. Yo os confío a María Santísima, con tierno afecto y gran confianza, y con vosotros le repito la invocación que le he dirigido durante mi viaje apostólico en Brasil: "Madre, envuelta por el misterio de vuestro Hijo, muchas veces incapaz de entender, pero capaz de recoger todo y meditar en el corazón, haced que nosotros los evangelizadores comprendamos siempre que, más allá de las técnicas y de las estrategias, de la preparación y los planes, evangelizar es sumergirse en el misterio de Cristo e intentar comunicar algo de Él a los hermanos" (Homilía en la Santa Misa celebrada en Belém; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 27 de julio, 1980, pág. 6).

Con estos votos os imparto de corazón la propiciadora bendición apostólica, prenda de múltiples favores celestiales, que de . buen grado extiendo a todos los miembros y amigos de cada "Oasis" del mundo.

Queridos jóvenes de lengua francesa, me siento muy feliz por este encuentro con vuestro Movimiento "Oasis". ¡Os felicito! Y os aliento a que profundicéis vuestra unión en Cristo, a la escucha de su palabra y en la oración; es Él quien hace de vosotros morada suya y que os da así la serenidad en la fe. Sed, por vuestra parte, testigos de su paz, de su amor puro y fuerte, para con todos cuantos pone Dios en vuestro camino.

Os saludo también en inglés. Recordad que es sólo Jesús quien puede satisfacer nuestra sed espiritual. El agua que Jesús da se convierte en nosotros en una fuente de agua pura que brota para la vida eterna. Bebed de esta agua vosotros mismos y dadla a aquellos que como la samaritana dicen: Dadme de esta agua para que jamás vuelva a tener sed.

Un especial saludo, cordialísimo, a todos los jóvenes procedentes de las diversas naciones de lengua española.

Sed valientes en el camino hacia Cristo, que os hará descubrir ese magnífico oasis de paz, de gracia, de ideales superiores que dan a la propia existencia una dimensión nueva. Y entregaos generosamente a la tarea de mostrar a los demás jóvenes que vale la pena vivir la vida, iluminándola siempre con los grandes valores de la fraternidad y del amor efectivo que Cristo nos enseña. María, Madre nuestra, os acompañe en vuestro recorrido.

Queridos hermanos de lengua portuguesa:

Al saludaros cordialmente, deseo que de esta Eucaristía y encuentro de hermanos saquéis bien reavivado el espíritu del Movimiento "Oasis": en la luz de María Santísima, cultivad la gracia divina esplendorosa; sed "levadura en la masa" en que estáis llamados a vivir y a dar testimonio, con los ojos y el corazón fijos en el Señor Jesús, del destino, la dignidad y los auténticos valores de personas humanas; y servid siempre, con vuestra fidelidad a Dios y a vosotros mismos, la causa del hombre, en la luz del misterio de Cristo Redentor, con optimismo, serenidad y alegría.

Un afectuoso saludo dirijo a los presentes que representan el Movimiento "Oasis" en Polonia. Este encuentro de hoy con vosotros es continuación de todos los precedentes contactos que teníamos cuando yo era arzobispo de Cracovia; y es también continuación de nuestro encuentro en Nowy Targ, en Cracovia, así como de los celebrados ya precedentemente en Castelgandolfo.

¡Queridos míos! Me alegra mucho que estéis y trabajéis en la patria y que los representantes de vuestro Movimiento hayan podido llegar a Roma y participar en este Congreso y también en este encuentro con el Papa. Hay en esto una gran riqueza para la Iglesia y para vosotros. Doy gracias a Dios por ello.

Llevad, por favor, mi cordial saludo a todos vuestros colegas, hermanos y hermanas, y a todos los que participan en el Movimiento "Luz y Vida", en Polonia. Como siempre, os encomiendo a María Santísima, Madre del Amor Hermoso. No os detengáis; sed fermento evangélico, sed testigos de la presencia de Dios en el hombre y entre los hombres, tened la Vida y la Luz en sí misma y sed vosotros vida y luz para los demás.

Os bendigo de todo corazón.

 


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