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SANTA MISA EN LA FIESTA DE MARÍA, REINA DE POLONIA

HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Gruta de Lourdes de los jardines vaticanos
Domingo 3 de mayo de 1981

 

(Texto de la homilía que el Pontífice pronunció en polaco sin texto escrito)

Christe Filii Dei viví, qui surrexisti a mortuis, miserere nobis! ¡El Señor resucitó verdaderamente!

Esta aclamación brota del corazón de todo el Pueblo de Dios en cada una de las iglesias sobre la superficie entera de la tierra. Estamos viviendo el misterio de la resurrección de Cristo; hoy es el III domingo de este período pascual. Para nosotros este III domingo coincide con la solemnidad de María Reina de Polonia; y por ello deseamos que este encuentro nuestro litúrgico y eucarístico aquí en el Vaticano junto a la Santa Sede, se inserte en la gran peregrinación de todos nuestros compatriotas, de toda la nación que se congrega hoy ante el trono de María, Reina de Polonia. Deseamos reunir todas las preocupaciones y también todas las esperanzas que nuestra nación deposita hoy ante su Madre y Reina. Ella está ahí, en ese lugar, hace casi 600 años ya; está en esa imagen en la que nos ha sido dada para defensa y protección de nuestra patria, como admirablemente lo comprende y capta nuestro pueblo, y los acontecimientos de distintas épocas han confirmado. La jornada de hoy nos trae el recuerdo del importante hecho histórico acaecido en el siglo XVIII, que pareció señalar los comienzos de una vida nueva; y así fue, si bien nos vimos privados luego de esta vida durante cien años. En efecto, estamos recordando la Constitución del 3 de mayo; es ésta la razón de la celebración histórica de hoy. En todas las vicisitudes históricas, acontecimientos grandiosos y momentos difíciles, la Madre de Cristo crucificado y resucitado sigue estando en Jasna Góra cual signo de nuestra esperanza, cual signo de la resurrección espiritual a que está llamado el hombre en el misterio de la resurrección de Cristo, y a la que están llamadas la sociedad y las naciones.

La fe en Cristo crucificado y resucitado marca el camino interior, espiritual de la vida de nuestros antepasados y de sus sucesores de las generaciones contemporáneas.

Uniéndonos hoy espiritualmente con Jasna Góra, con el primado y todo el Episcopado polaco, con el clero y las órdenes religiosas, con las familias y la juventud polacas, con los niños y los ancianos, con los sanos y los enfermos, y con todos los hijos de la patria, cual hijo de la misma patria yo deseo depositar ante el trono de la Señora de Jasna Góra lo que constituye nuestra preocupación y nuestra esperanza en el año del Señor 1981. No tenemos que designarlo por el nombre, pues todos sentimos hondamente cuál es en este año del Señor nuestra preocupación y nuestra esperanza. Queremos confiar a la Señora de Jasna Góra, Madre de la Iglesia y Madre de nuestra patria, lo que constituye nuestra esperanza sobre todo. Y nuestra esperanza es la renovación, la reconstrucción de la nación a partir de sus fundamentos espirituales y morales, hasta abarcar también lo que forma la totalidad de su existencia temporal. Esto es lo que llevamos hoy a los pies de Señora de Jasna Góra. Esto deseamos Presentarle. Y al mismo tiempo, esto queremos reafirmar en nosotros cual elemento fundamental de nuestra conciencia nacional y de nuestra conciencia cristiana. Deseamos que nos lo alcancen las súplicas, pero a la vez queremos construirlo nosotros con nuestros medios. Así es que deseamos orar para que todas las acciones emprendidas con miras a la renovación de la vida de nuestra nación, encuentren el desenlace adecuado. En los últimos meses hemos experimentado muy abundantemente lo que es la Providencia divina.

En las difíciles condiciones en que vive nuestra nación, en su contexto histórico y geográfico nada fácil, hemos dado pruebas de madurez nada común. Deseamos que sigan guiándonos estos signos de la Providencia divina. ¡Seámosle fieles nosotros! De modo que nosotros deseamos pedir fidelidad a los signos con que nos guía la Providencia. Pienso que poco más o menos son éstas la preocupación y la esperanza con que todo polaco va hoy a Jasna Góra, bien sea en peregrinación propiamente y de verdad, o bien viviendo espiritualmente esta solemnidad de la Madre de Dios, Reina de Polonia, Patrona de nuestra patria. Y yo, queridísimos hermanos y hermanas, como compatriota y hermano vuestro, deseo ir a Jasna Góra con vuestros pensamientos y sentimientos, y unirme a todos los peregrinos que, cómo tantas otras veces a lo largo de los siglos, hoy presentarán a María estos grandes temas de nuestra común existencia de nuestro ayer y de nuestro hoy y de nuestro mañana

El Señor resucitó verdaderamente. Jasna Góra es un lugar donde este mensaje pascual, el mensaje de la resurrección de Cristo, parece resonar no sólo en lengua polaca, si bien sobre todo en lengua polaca; pero parece resonar también con el contenido particular que aportamos y actualmente siguen aportando al mensaje pascual los sucesos de nuestra nación.

El Señor resucitó verdaderamente. Esta es nuestra fe. Esta es asimismo nuestra esperanza y nuestro programa. En El, en el Señor, también nosotros tenemos derecho a la resurrección y a la vida.

 



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