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HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA MISA CRISMAL
CONCELEBRADA CON LOS PRESBÍTEROS DE ROMA

Basílica de San Pedro
Jueves Santo 31 de marzo de 1988

 

1. "En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno: Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio" (Prefacio).

Venerados y queridos hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio:

Estamos aquí reunidos en acción de gracias. Nuestros pensamientos y nuestros corazones se abren ya al soplo espiritual de la última Cena, con que inicia el Sagrado Triduo Pascual.

2. Continua el Prefacio: -. El no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión". En su nombre los sacerdotes renuevan el sacrificio, con el que Jesucristo redimió a los hombres, y preparan a tus hijos e hijas el banquete pascual. Ellos sirven diligentemente a tu pueblo, lo alimentan con la Palabra y lo santifican con los sacramentos. "Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van con figurándose a Cristo, y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor" (Prefacio).

3. Miremos con los ojos de la fe los acontecimientos pascuales que comienzan hoy, en la última Cena. Nos faltan las palabras para expresar la profundidad del misterio que se abre ante nosotros: Mirad a Aquel que nos amó, y que por medio de su Sangre nos liberó de nuestros pecados. Mirad a Aquel "que ha convertido a todo el pueblo de la Nueva Alianza en un reino de sacerdotes para su Dios y Padre" (cf. Ap 1, 6). Mirad al Hijo que ha venido del Padre: "El Espíritu del Señor está sobre mi: me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres" (Is 61, 1). Hoy está ya cerca el final de su misión en la tierra. La Buena Noticia ha de revestirse de la palabra de la Pascua de Cristo. De la palabra de la cruz y de la resurrección. "Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa" (Ap 1, 7).

4. ¡Qué grandes son los misterios de Dios! Nosotros somos sus ministros junto con todo el pueblo redimido. Somos sacerdotes al servicio de todos los que en Cristo y por Cristo son un "reino de sacerdotes" de la Nueva Alianza. Toda la liturgia de la mañana nos debe hacer tomar conciencia sobre cómo vive la iglesia; sobre cómo se desarrolla por la fuerza del Espíritu Santo desde el misterio pascual del Redentor; sobre cómo vive esta unción, por la que se concentra toda la fuerza del Paráclito en Cristo-Mesías, y se participa a los hombres una y otra vez mediante la Palabra y los sacramentos de nuestra fe. Precisamente por eso la liturgia de la mañana del Jueves Santo lleva el nombre de "Missa Chrismatis".

5. Ella está dedicada a todos. De modo particular está dedicada a nosotros que, por medio de la ordenación hemos recibido una participación especial en el sacerdocio del mismo Cristo. La participación ministerial. Miremos, pues, al que "traspasaron": "Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa". Miremos al que "es, el que era y el que viene" (Ap 4, 8). Miremos al que, antes de la Cena pascual, se arrodilló ante los Apóstoles para servirles y para lavarles los pies. Así es: El es siervo, siervo de la redención del mundo. Siervo de los destinos eternos del hombre en Dios. !Dios-Siervo! En el Cenáculo dirá: "Os he dado ejemplo" (Jn 13, 15). Fijémonos, pues, durante el Triduum de la Pascua en nuestro Señor que se ha hecho siervo, y preguntémonos: ¿Sabemos hacernos de verdad siervos?

6. Nos hemos reunido en esta concelebración para renovar nuestra disponibilidad sacerdotal a servir.

"Christus factus est pro nobis oboediens" (Flp 2, 8). Amén.



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