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SANTA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL

HOMILÍA DEL PAPA JUAN PABLO II

Domingo 21 de abril de 2002

 

1. "Vive el misterio que se pone en tus manos" (Rito de ordenación de los presbíteros).

Amadísimos diáconos, al entregaros la patena y el cáliz para el sacrificio eucarístico, os dirigiré dentro de poco estas palabras a cada uno. A vosotros, que estáis a punto de recibir la ordenación sacerdotal, os mira con afecto la asamblea, que os acompaña en la basílica de San Pedro. Con vosotros y por vosotros ora toda la diócesis de Roma juntamente con las comunidades a las que pertenecéis.

También yo os saludo cordialmente, a la vez que doy gracias a Dios por el don de vuestro sacerdocio. Al mismo tiempo, expreso mi profunda gratitud a cuantos han cuidado vuestra formación, así como a vuestros familiares y a todos los que os han ayudado a corresponder generosamente a la llamada del Señor. Estoy seguro de que seguirán estando cerca de vosotros, para que perseveréis en el ministerio sacerdotal y podáis cumplir la misión  que el Señor os confía hoy.

2. "Vive el misterio que se pone en tus manos". Este misterio es la santísima Eucaristía. Ella "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia" (Presbyterorum ordinis, 5). Este misterio es Cristo, Pan de vida, que se entregó a sí mismo "por la vida del mundo" (Jn 6, 51). Este misterio es Cristo, pastor y puerta de las ovejas, que vino "para que (los hombres) tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10).

"Bone Pastor, Panis vere", "buen Pastor, Pan verdadero". Así canta el pueblo cristiano ante el Sacramento del altar, reconociendo y adorando la presencia real de Jesús, su guía y alimento en el camino hacia el reino de los cielos.

Queridos hermanos, en cuanto diáconos de la santa Iglesia de Dios, ya sois ministros ordenados de este misterio, que es Cristo, Pan de vida y buen Pastor. Pero desde hoy, por la gracia del sacramento que estáis a punto de recibir, lo seréis de un modo nuevo y singular. El carácter especial que el Espíritu Santo imprimirá dentro de poco en vosotros os configurará con Cristo sacerdote, para que, en los actos principales de vuestro ministerio, actuéis en nombre y en la persona de Cristo Cabeza"in persona Christi Capitis" (Presbyterorum ordinis, 2). ¡Qué grande es el don que recibís, y qué grande es el misterio puesto en vuestras manos!

3. Jesús no sólo os hace partícipes de los misterios del reino de los cielos; también espera de vosotros una fidelidad mayor, en armonía con el ministerio apostólico que se os confía. Os llama para que permanezcáis con él (cf. Mc 3, 14) en una intimidad privilegiada. Os exige una pobreza más rigurosa (cf. Mt 19, 22-23) y la humildad del siervo que se hace el último de todos (cf. Mt 20, 25-27). Os pide que seáis perfectos, "como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48). En una palabra, el Señor quiere que seáis santos. La santidad es la perspectiva en la que debe situarse todo el camino pastoral de la Iglesia (cf. Novo millennio ineunte, 30).

Precisamente "la vocación a la santidad" es el tema de la Jornada de oración por las vocaciones, que hoy se celebra en todo el mundo. "Aunque toda vocación en la Iglesia —escribí en el mensaje para la actual celebración— está al servicio de la santidad, algunas, como la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, lo están de modo especial" (n. 2:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de noviembre de 2001, p. 3).

4. "Vive el misterio que se pone en tus manos". Otro aspecto esencial del misterio, del que, queridos hermanos, estáis a punto de convertiros en ministros, es el sacramento de la reconciliación, vinculado íntimamente al de la Eucaristía. Reflexioné sobre este sacramento en la carta que dirigí a los sacerdotes el pasado Jueves santo, y que hoy os entrego espiritualmente a cada uno.

Queridos candidatos al sacerdocio, sed ministros santos de la misericordia divina. Vivid ante todo para vosotros mismos la estupenda gracia de la reconciliación como una exigencia profunda y un don siempre esperado. Así, daréis nuevo vigor e impulso a vuestro camino de santidad y a vuestro ministerio. Dios cuenta con la disponibilidad fiel de cada uno de vosotros para realizar prodigios extraordinarios de amor en el corazón de los creyentes. En la fuente de la reconciliación, de la que debéis ser dispensadores generosos y fieles, los bautizados podrán hacer la viva y consoladora experiencia de Cristo, buen Pastor, que se alegra por cada oveja perdida que recupera.

¡Preparaos con esmero para este ministerio! Requiere una adecuada y constante formación espiritual, teológica, litúrgica y pastoral. También para este fin os ayudarán la sabiduría y el ejemplo de los santos.

5. "Hijo, ahí tienes a tu Madre" (Jn 19, 27). En este momento decisivo para vuestra vida, quisiera encomendaros a cada uno a María santísima, Madre  del  buen  Pastor y Madre de los sacerdotes. Antes de morir, Cristo la dejó como la herencia más valiosa a todos sus discípulos, en la persona del apóstol san Juan. Y el apóstol la acogió en su casa.

Amadísimos candidatos al sacerdocio, acogedla también vosotros como prenda segura y consoladora del amor de Cristo. Contempladla constantemente como imagen y modelo de la Iglesia, a la que serviréis con todas vuestras fuerzas.

Vuestro sacerdocio, ofrecido diariamente a María, se transformará en un auténtico camino de santidad. Y vuestra existencia estará consagrada de forma total y gozosa a la gloria de Dios y a la salvación de las almas.

Que así sea para cada uno de vosotros, con la ayuda de Dios. Amén.

 



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