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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL ARZOBISPO DE BIRMINGHAM
CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA ELEVACIÓN
A CARDENAL DE JOHN HENRY NEWMAN 

 

Mons. George Patrick Dwyer,
arzobispo de Birmingham
y Presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales.

Venerable hermano:

En comunión espiritual y solicitud pastoral, respondo con alegría a su invitación de celebrar en unión de toda la Iglesia esparcida en Inglaterra, el centenario de la elevación a la púrpura cardenalicia de uno de sus grandes hijos y testigo de la fe, John Henry Newman, creado cardenal de la Santa Iglesia Romana por mi venerable predecesor León XIII, el 12 de mayo de 1879, con el título de San Jorge "in Velabro".

La elevación de Newman a cardenal, como su conversión a la Iglesia católica, es un acontecimiento que trasciende el simple hecho histórico, y la importancia que tuvo para su mismo país. Los dos hechos, en lo sucesivo, incidieron profundamente en la vida de la Iglesia, mucho más allá de los confines de Inglaterra. El significado providencial y la importancia de estos sucesos para la Iglesia en general, han sido comprendidos más claramente en el curso de este siglo nuestro. El mismo Newman, con visión casi profética, estaba convencido de que trabajaba y sufría por la defensa y la afirmación de la causa de la religión y de la Iglesia, no sólo en el período contemporáneo a él, sino también para el futuro. Su influencia inspiradora de gran maestro de la fe y de guía espiritual se percibe cada vez con mayor claridad precisamente en nuestros días, como indicó el Sumo Pontífice Pablo VI en su mensaje dirigido al simposio académico del cardenal Newman durante el Año Santo 1975. «El (Newman), que estaba convencido de ser fiel en toda su vida y con todo su corazón consagrado a la luz de la verdad, se convierte hoy en faro cada vez más luminoso para todos los que están en búsqueda de una orientación precisa y de una dirección segura a través de las incertidumbres del mundo moderno, un mundo que él mismo había previsto proféticamente» (Mensaje del 7 de abril de 1975).

Al elevar a John Henry Newman a la púrpura cardenalicia, León XIII quiso defender y honrar su actividad y su misión en el seno de la Iglesia. Accediendo al deseo ardiente manifestado por miembros del laicado inglés, bajo la dirección del Duque de Norfolk, el Papa quiso rendir homenaje al genio de Newman y exteriorizar públicamente su aprecio personal por los méritos de Newman.

Quiso reconocer el valor de muchos escritos de Newman en defensa de Dios y de la Iglesia. En este sentido, el Papa León XIII sostuvo y estimuló a todos los que —dentro y fuera de la Iglesia católica— han mirado a Newman como a su maestro espiritual y guía en el camino hacia la santidad. Newman mismo comentó el pensamiento del Papa: "Su Santidad ha pensado que un cierto reconocimiento por parte suya agradaría a los católicos ingleses y a la misma Inglaterra protestante" (Discurso con ocasión de la entrega del nombramiento, 12 de mayo de 1879).

El pensamiento filosófico y teológico y la espiritualidad del cardenal Newman, tan profundamente arraigados y enriquecidos por la Sagrada Escritura y por la doctrina de los Padres, siguen conservando su particular originalidad y valor. Como figura señera del Movimiento de Oxford y más tarde como promotor de una auténtica renovación en la Iglesia católica, Newman parece tener una especial vocación ecuménica, no sólo para su propio país, sino también para toda la Iglesia. Insistiendo en "que la Iglesia debe estar preparada para los convertidos, así como los convertidos para la Iglesia" (J. H. Newman, Autohiographical Writings, ed. H. Tristram), él anticipó ya, en cierta medida, con su amplia visión teológica, uno de los temas fundamentales y de las orientaciones del Concilio Vaticano II, como también de la Iglesia del período postconciliar. En el espíritu de mis predecesores en la Cátedra de Pedro, quiero expresar la esperanza de que bajo este aspecto importantísimo y bajo otros aspectos no menos importantes, la figura y la enseñanza del gran cardenal puedan continuar siendo fuente de inspiración para una realización cada vez más eficaz de la misión de la Iglesia en el mundo moderno, y que esto pueda contribuir a una renovación de la vida espiritual de sus miembros, y apresurar la restauración de la unidad entre todos los cristianos.

Tengo la esperanza de que este centenario sea para todos una ocasión oportuna para estudiar más de cerca el pensamiento inspirador del genio de Newman. caracterizado por profunda honestidad intelectual, fidelidad a la conciencia y a la gracia, piedad y celo sacerdotal, devoción a la Iglesia de Cristo y amor a su doctrina, confianza incondicional en la divina Providencia y absoluta obediencia a la voluntad de Dios.

Deseo además manifestar mi interés personal por el proceso de beatificación de este "siervo bueno y fiel" (cf. Mt 25, 21) de Cristo y de la Iglesia. Seguiré con viva atención cualquier progreso que pueda lograrse a este respecto.

Al exaltar su memoria y la aportación que dio a la Iglesia de Dios, envío mi especial bendición apostólica a usted y a todos los fieles de Inglaterra, y en particular a los miembros de la congregación inglesa del Oratorio de San Felipe Neri, fundado por J. H. Newman, así como a todos los que lo veneran en el mundo entero.

Vaticano, 7 de abril de 1979.

IOANNES PAULUS PP. II

 



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