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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CARDENAL SODANO, LEGADO PONTIFICIO
EN EL ENCUENTRO EUROPEO DE JÓVENES

 

Al venerado hermano
Señor cardenal ANGELO SODANO
Secretario de Estado

A lo largo de los siglos, los peregrinos han acudido en gran número al insigne templo de Santiago de Compostela, con la esperanza de alcanzar los favores celestiales. Ese itinerario sigue estando marcado por beneficios espirituales singulares, de forma que el recorrido terreno se puede comparar a una subida espiritual. Precisamente por eso, muy oportunamente, como queriendo renovar acontecimientos gloriosos anteriores, jóvenes de todas las regiones de Europa se reunirán próximamente en ese lugar, para reafirmar iniciativas y propósitos y renovar su fervor espiritual.

En efecto, del 4 al 8 del próximo mes de agosto, muchísimos jóvenes se han dado cita allí, con el fin de reflexionar en el mensaje evangélico y profesar con confianza: «In verbo tuo (...) possumus». Estos jóvenes, con entusiasmo, generosidad y sin vacilaciones, se proponen construir un mundo más sereno y justo, en el que triunfen los principios de rectitud y honradez.

Por eso, de buen grado, he querido acoger la petición de nuestros venerados hermanos en el episcopado de España, los cuales me han expresado su deseo de que envíe un representante mío, para aumentar el prestigio y la solemnidad de ese acontecimiento. He pensado precisamente en ti, venerado hermano, pues estoy seguro de que puedes cumplir perfectamente esta misión, ya que has demostrado que sabes dialogar, en los diversos países de Europa, con los jóvenes, y conoces su mentalidad y anhelos.

Así pues, venerado hermano, te envío como legado pontificio a ese encuentro. A todos los jóvenes participantes, a los cuales en repetidas ocasiones he mostrado mi confianza y mi afecto, transmíteles mi afectuosa cercanía y mi comunión espiritual. Sobre todos ellos invoco la protección de Santiago a fin de que los colme de favores celestiales y les ayude a seguir con esmero su ejemplo. Por último, quiero que les impartas en mi nombre la bendición apostólica, como auspicio de gracias celestiales y prenda de renovación espiritual.

Vaticano, 4 de julio del año 1999, vigésimo primero de mi pontificado

 

JUAN PABLO II



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