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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN UN COLOQUIO INTERNACIONAL
DE MARIOLOGÍA

 

Al venerado hermano
Mons. LUCIO SORAVITO DE FRANCESCHI
Obispo de Adria-Rovigo


1. He sabido con alegría que, del 10 al 12 de septiembre de 2004, se celebrará en Rovigo el XVII Coloquio internacional de mariología, y de corazón envío mi saludo a todos los participantes. En particular, lo saludo a usted, venerado hermano, así como a los miembros de la Asociación mariológica interdisciplinar italiana y a la Congregación de las Siervas de María Reparadoras, que han promovido y organizado el Coloquio con ocasión del quincuagésimo aniversario de la coronación de la imagen de la Virgen de los Dolores venerada en Rovigo.

El tema elegido —"La mirada de María al mundo contemporáneo"— invita a considerar, por decirlo así, con los ojos de la Virgen santísima las vicisitudes alegres y tristes de nuestro tiempo. Los ojos de María contemplan ante todo a la santísima Trinidad, en el misterio de amor inefable que une indisolublemente a las tres Personas divinas. Al contemplar al Padre, al Verbo y al Espíritu Santo, la Virgen se siente como proyectada hacia la humanidad para cumplir con respecto a cada ser humano la misión materna que le confió su Hijo crucificado (cf. Jn 19, 25-27). María vela sobre el mundo, donde sus hijos, orientados hacia la patria celestial, recorren el camino de la fe en medio de numerosos peligros y afanes (cf. Lumen gentium, 62).

La Virgen santísima se hace presente, como madre diligente, "en este camino, peregrinación eclesial a través del espacio y del tiempo, y más aún a través de la historia de las almas" (Redemptoris Mater, 25). Su mirada materna se fija en todas las situaciones de la Iglesia, de los fieles y de la familia humana entera.

2. Al conmemorar la coronación de la imagen de la Virgen de los Dolores, nos sentimos impulsados naturalmente a meditar de modo especial en la "mirada" que la Virgen, presente en el Calvario, dirige a Cristo crucificado, el cual, desde lo alto de la cruz, la invita a abrir su corazón materno al discípulo amado:  "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). En aquel momento, después de haber compartido la pasión del Unigénito, la Madre de Dios se convierte en Madre de Juan, en Madre de todo el género humano (cf. Jn 19, 26-27).

María, con el corazón atravesado por la espada del dolor, nos anima a reavivar la fe en Aquel que nos ha salvado derramando su sangre preciosa por todos los hombres; nos señala a Jesús como el único Salvador profetizado y anunciado desde el nacimiento como "luz de los pueblos y gloria de Israel" (cf. Lc 2, 32).

Así pues, podemos decir que la Virgen de los Dolores es, en cierto sentido, "causa de salvación para sí y para todo el género humano" (san Ireneo, Adversus haereses, III, 22, 4). Su amor materno nos estimula a abrir el corazón a los sufrimientos de los demás y especialmente de los que buscan respuestas válidas para los profundos interrogantes de la existencia.

3. Venerado hermano, acompaño con la oración los trabajos de ese interesante coloquio, en el que participarán eminentes estudiosos de mariología y numerosos devotos de María. Que la Virgen santísima ayude a cada uno a comprender cómo testimoniar en la vida diaria su fe en Cristo y con cuáles medios trabajar eficazmente con vistas al anuncio del Evangelio, permaneciendo siempre dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo y dispuestos a cumplir la voluntad del Señor.

Con estos sentimientos le imparto de corazón a usted, querido hermano en Cristo, a los organizadores, a los relatores, a las Siervas de María Reparadoras y a todos los presentes en el Coloquio internacional de mariología una especial bendición apostólica.

Castelgandolfo, 8 de septiembre de 2004, fiesta de la Natividad de María

JUAN PABLO II



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